Dedicarme a la diplomacia fue una decisión que llegó después. Mi vocación siempre estuvo comprometida. Yo soñaba con ser Jurista, con vestir mi toga y subir a un estrado. A eso me dediqué y lo conseguí. Y a pesar del corto tiempo en ejercicio, las emociones de aquella etapa están intactas. Pero este mundo de las relaciones internacionales, para nada contradictorio con mi formación, fue haciéndose un espacio cada vez más hondo. No fue sencillo colgar la toga, pero no tuvo que pasar mucho tiempo para que me diera cuenta de que yo no me había avocado a las relaciones internacionales; yo me había sumado a la tropa de la diplomacia revolucionaria cubana que es una cosa bien distinta y diferente…esa diplomacia auténtica, bien nuestra.
Haber sido Jueza profesional a mis escasos 23 ya había sido una tarea grande. En esos momentos no pude imaginar que algunos años después (tarea para curiosos) vendría otra muy retadora también e igualmente hermosa y preciada. Me tomó por sorpresa. En verdad no tuve pistas. Estaba yo en aquel entonces disfrutando de mi licencia de maternidad y de mi pequeñito de 7 meses, aún amamantando, quizás todavía un poquito adolorida y maltrecha de aquella herida feliz.
No podría comentar sobre esta experiencia sin mencionar esa Casita donde me formé por voluntad propia porque antes, cuando te graduabas del ISRI, podías escoger. No sé si te complacían o si uno se creía eso, pero la verdad es que conmigo funcionó. Yo quería ir a la DACCRE y hacia allí me enviaron. Ahora con una muy merecida “G”, pero sigue siendo aquella esquinita minrexiana cálida y apasionada con un abanico de saberes que bien aprendidos, son una verdadera reliquia. La viví en teoría y práctica, a la DACCRE. Y la adoré por igual. Bebí de ella cuanto pude. No hay nadie que me convenza de que podría haber elegido mejor ni de que esa tarea gigantesca no sea de las principales fortalezas en el servicio interno y exterior cubanos.
Lo que sobrevino en el 2017 habría sido una experiencia importante en cualquier sitio, pero aquí, en este pedacito del África Occidental, ha sido especialmente gratificante. Compromete esa sonrisa amplia de los senegaleses, ese apretón de mano o ese abrazo africano cuando de Cuba se trata. Se siente un orgullo tremendísimo, la verdad, casi exclusivo. Solo porque vengo de un país como el mío no ha sido doblemente complejo desempeñar este oficio siendo una mujer, joven, ilegítimamente rubia, en una sociedad mayoritariamente musulmana. Esas cuatro letras allanan el camino y lo hacen exquisitamente transitable.
A Cuba se le quiere, se le admira y se le respeta, aún cuando la mayoría de los senegaleses no haya podido visitarla nunca. Y se desbordan en camaradería y afectos para hacérmelo saber, para acompañar y apoyar las iniciativas que tengan que ver con una islita pequeña que se ha colado en el corazón de los africanos. Ha habido frases conmovedoras hacia ella de todo tipo y también hacia su diplomacia multilateral, la de Nueva York, la de Ginebra, donde cubanos y africanos hacemos un equipo infranqueable. Yo no quepo de orgullo cuando me hablan de la clase de negociadores que son los diplomáticos cubanos en aquellos predios multilaterales.
De eso se ha tratado esta experiencia. De decir que sí, de observar y de aprender mientras se anda. No ha habido tiempo exclusivo para manuales y prontuarios. Hay que aprender haciendo. Y además, hay un bebé que lo reacomoda todo y que se me va haciendo grande en este pedazo de tierra. “Su Excelencia” suena muy grande para una que viene de una familia humilde. Pero puedo asegurar que pongo todo mi corazón para tratar de merecerlo.
Y al final nunca he dejado la toga, ni mucho menos la balanza. La senda ha sido la misma y se bebe de la misma savia. Toca avanzar. Hay que saber pertenecer. Las nuevas generaciones siempre tienen mucho que aportar, siempre, muchísimo, con el sello de su tiempo y de sus ganas, aunque a veces cuestionemos y otras tantas seamos cuestionados. Qué cuestione el que quiera. Yo me quedaré siempre con los abrazos que enseñan primero y luego te dicen que tú también puedes hacerlo. Ya somos genuinos. Es tiempo de ser proactivos, creativos, visionarios. Vale todo. Menos dejar de parecerse al pueblo que nos habita en el alma, rendirse y no defender ese Legado. Felices 60, MINREX!
Gracias a Yaira Jiménez Roig por este pedido y por todo lo que entrega.