El 8 de septiembre se celebra a nivel mundial el Día Internacional de la Alfabetización. Fecha que ha venido ganando importancia desde que la ONU aprobara su conmemoración en el año 1965. El objetivo de este día, es evaluar cómo ha mejorado la tasa de alfabetización de los países miembros, en pos al logró de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Cuando la UNESCO declaró el Día Internacional de la Alfabetización, ya en Cuba todos sabíamos leer y escribir. Desde 1961 teníamos el orgullo de ser un pueblo libre de analfabetismo. La celebración de este día, para el mundo, representa seguir luchando porque se elimine el analfabetismo en las comunidades más vulnerables, porque no queden rincones en el planeta a los que no lleguen las luces de los libros.
Los cubanos, que ya tenemos un 22 de diciembre para celebrar, pudiéramos dedicar este día a pensar cómo ser mejores estudiantes y mejores maestros, para hacerle honor a la historia de nuestros abuelos. Hoy quiero pensar en mi abuela, que fue maestra normalista y hacía globos terráqueos pintando las güiras para enseñar geografía a los niños de su escuelita en Pinarito de Cambute. Pensemos hoy en los hombres y mujeres que dejaron a sus familias por irse a alfabetizar, en los adolescentes que dejaron las ciudades farol en mano, en las muchachas de clase alta que se enamoraron de la idea de enseñar y partieron a las lomas sin el consentimiento de sus padres, en los maestros asesinados, en los campesinos deslumbrados con el milagro de las letras, en los romances, en los pleitos, en la valentía de los alfabetizadores y en los hijos que nacieron del amor entre campesinos y maestros.
Y como todas las islas, la nuestra tiene sus misterios y nos regala hoy a los jóvenes de este tiempo la posibilidad de ser también alfabetizadores. Desde el año 2017, la UNESCO ha proclamado que, este día, será también de la alfabetización digital, que significa la capacidad que tienen las personas para entender y usar de forma provechosa las nuevas tecnologías comunicacionales. Si bien fuimos pioneros con el lápiz, la cartilla y el manual, mucho nos falta por avanzar en esta otra alfabetización.
A los que hubiéramos querido vivir aquella aventura, nos toca hoy, también en condiciones difíciles, protagonizar una campaña digital. Una alfabetización necesaria que, contrario a lo que a veces se piensa, salvará al mundo de la incomunicación. Y así, enseñando a nuestros viejos maestros, se mezclarán las nuevas y las antiguas formas.