Beirut, 18 de abril de 2020. Son conocidas por todos las históricas relaciones de hermandad entre los pueblos de Cuba y el Líbano. En esta oportunidad queremos compartir un pasaje de nuestra historia que asi lo demuestra.
Después del golpe de estado dado por Batista el 10 de marzo de 1952, Fidel se vio obligado a abandonar su apartamento en el Vedado y refugiarse en casa de amigos y conocidos. Uno de los lugares donde vivió fue una casa en Guanabo, propiedad de una integrante del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo). Fidel estaba en una difícil situación económica y tenia créditos en varios establecimientos de la zona.
Sobre el hecho en cuestión Fidel comentó: Pero allá en Guanabo me ocurrió algo muy curioso, algo que no se me olvida. Yo le había solicitado crédito a un árabe dueño de un comercio que me suministraba algunos víveres, y no tenía dinero para pagarle antes de irme de allí. No sabía qué hacer, me avergonzaba no poder cumplir pues él había confiado en mí. Por fin fui a verlo y le dije: “Mire, me tengo que ir, me voy a mudar de aquí, le debo a usted tanto y no tengo dinero para pagárselo ahora. Me da mucha pena”. El hombre me respondió: “¿Y usted necesita algún dinero, necesita algo más? ¿Dígame qué necesita?”. Fue un gesto increíble. Aquel árabe fue el comerciante más noble que he conocido.
Algún tiempo después cuando salí de la prisión en mayo de 1955, pensé: “Tengo que ver a alguien, tengo que saludar a alguien y tengo que darle las gracias a alguien”, y fui allí a Guanabo donde estaba el comerciante árabe, a saludarlo y decirle: “Mire, todavía no le puedo pagar, pero vengo a darle las gracias otra vez”. El gesto de este comerciante nunca fue olvidado por Fidel.
El comerciante se llamaba Ángel Chaljup Barquet, le decían el turco, pero era libanés de nacimiento. El Comandante en Jefe volvió a visitar la familia tras el triunfo de la Revolución, en febrero de 1959. Ángel le brindó coñac Napoleón de una botella que guardaba especialmente para él.
Ángel le encomendó a su esposa antes de fallecer, en 1963, que entregara al Estado una casa de huéspedes de su propiedad allí mismo en Guanabo*.
Este noble libanés, que por esas coincidencias caprichosas de la historia se llamaba igual que el padre de Fidel, no sabía que aquel joven sincero, y sumamente apenado por no poder saldar su deuda, se convertiría años después en el hombre que cambió para siempre el destino de toda una nación.
* (Tomado del libro Fidel Castro Ruz, Guerrillero del Tiempo de la escritora y periodista Katiuska Blanco)