Distinguidos Embajadores y demás miembros del Cuerpo Diplomático de América Latina y el Caribe,
Amigas y amigos de la solidaridad en Austria,
Compatriotas:
Acudimos a esta cita, como cada año, para rendir homenaje y conmemorar el aniversario 166 del natalicio del más universal de todos los cubanos, José Martí. Un hombre de profunda actitud humanista, el pensador incansable de la independencia de Cuba, y un cubano que consagró toda una vida y pensamiento a la realización del sueño de una Patria “con Todos y para el bien de Todos”.
José Martí es para nosotros el Apóstol de la Libertad de Cuba. En su desvelo de fundar una República libre y soberana, aunó las voluntades independentistas y fundó un partido político, el Partido Revolucionario Cubano y su periódico, “Patria”, que fue la voz de la Revolución independentista. Fue también el líder y el organizador de la Guerra de independencia de 1895, gesta a la que él mismo significó como “necesaria”
Martí trasciende la insularidad de Cuba. De América fue hijo y a ella se debió. Percibió que el futuro de la Isla estaba ligado, de manera inseparable, al de la América nuestra. Su lucha por la independencia de Cuba se complementó con la lucha por la unión de todos los pueblos latinoamericanos. Fue un ferviente defensor de la identidad de la región y la riqueza de la América hispana, con sus pueblos mestizos, indígenas y afroamericanos.
Con fe inquebrantable en el mejoramiento humano, el hombre de “La Edad de Oro” sembró futuro en las niñas y los niños de Nuestra América. José Martí, el revolucionario enérgico, el promotor incansable de la lucha por la independencia de Cuba, nos dejó también un enorme legado, palpitante de razón y pasión, que fue esta revista dedicada a los niños de América.
Su profundo amor por “Nuestra América”, se acrecentó a través de sus vivencias en diferentes países de la región. Se convirtió en peregrino y aprendiz de América. En México, en Guatemala y en Venezuela, su trabajo cotidiano de maestro y periodista le permitió conocer, desde lo más profundo de la realidad, el panorama de nuestras repúblicas maltrechas.
Fue en tierra azteca donde conoció a la camagüeyana Carmen Zayas-Bazán, su compañera y madre de su hijo José Francisco, el “Ismaelillo”.
En Guatemala se enriquecería su sensibilidad de poeta, y el amor le inspiraría a escribir los célebres versos de “La niña de Guatemala”.
A Venezuela llegó “sin sacudirse el polvo del camino” para ir a rendir su tributo ante la estatua de Bolívar. En Caracas fundó la “Revista Venezolana”. Cuando hubo de partir, como muestra de amor y pasión escribió: “Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo”.
En su vocación por servir y ser útil a las jóvenes Repúblicas latinoamericanas, Martí se desempeñó como Cónsul de la República Oriental del Uruguay en Nueva York; y lo fue también de la Argentina y el Paraguay. Fue nombrado delegado de Uruguay en la Conferencia Monetaria Internacional Americana.
La organización de la “Guerra Necesaria”, lo llevó a visitar el Caribe insular, estuvo en Jamaica, Haití y la República Dominicana. Fue en la hermana dominicana donde rubricó junto al “Generalísimo” Máximo Gómez el “Manifiesto de Montecristi”, uno de los textos más previsores y revolucionarios de la historia libertaria cubana.
José Martí supo reconocer las necesidades más urgentes del continente. Primero, arrancar de América los últimos restos del colonialismo español y, segundo, afianzar la unión de las jóvenes repúblicas hispanoamericanas para contener así los impulsos imperialistas de los Estados Unidos. Con fino juicio, desde época temprana llamó a la acción concertada de toda la América Latina: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.
En el actual escenario latinoamericano la vigencia del pensamiento martiano para Nuestra América ha de estar presente, porque sigue siendo “(...) la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes (…)”. Esa es la máxima martiana de unión e integración que debemos aspirar para el continente, en la rica diversidad que compartimos.
Hoy nos reunimos para evocar al hombre de frente ancha, de levita gastada y de frágil contextura física, que fue capaz de desempeñar una tarea gigante y de legarnos una obra que trasciende los tiempos.
Sin conocer a Martí no podemos entender la Revolución Cubana. Fue el ideario martiano la inspiración y el impulso de un grupo de jóvenes que liderados por Fidel Castro – la llamada Generación del Centenario –, logró llevar a cabo la más profunda Revolución de nuestra historia patria, con la que Cuba alcanzó la verdadera y definitiva independencia.
El más martiano de todos los cubanos, Fidel Castro, logró materializar el sueño del Apóstol: una Cuba libre, soberana, independiente, de profunda vocación humanista, latinoamericanista y antiimperialista.
Les agradecemos a todos por acompañarnos en esta mañana de recordación al Martí de las Américas.
(Embacuba Austria)


