DISCURSO EN EL MEMORIAL MAUTHAUSEN ACTO POR EL 71 ANIVERSARIO DE LA LIBERACION DEL CAMPO DE CONCENTRACION DE MAUTHASEN, AUSTRIA.

Intervención del embajador Juan Antonio Fernández Palacios
 
Estimadas compañeras y compañeros:
Mauthausen es de esos lugares históricos cuya celebridad resulta paradójica.
Ha trascendido en el tiempo por el horror, el odio y las atrocidades que se cometieron dentro de esos muros. 
Aquí reina la tristeza y el dolor.
Ejemplo imperecedero del holocausto, fábrica del genocidio, símbolo del mal. Siniestro complejo de edificaciones levantadas bajo el tenebroso slogan de “Eterna Noche y Niebla”.  
Es un sitio que nunca debió existir. Cuesta trabajo aceptar que fue concebido por otros seres humanos.  Mauthausen fue establecido con categoría de “Nivel III”, la más rigurosa de los campos de concentración del régimen nazi. Aquí se entraba, pero jamás se salía.  El exterminio de los prisioneros mediante el trabajo forzado y la explotación vil, era el objetivo central.  
Hasta aquí llegaron muchos; hombres y mujeres, ancianos y niños; todos quienes parecían diferentes para la horrenda doctrina oficial del fascismo, ya fuese por su origen o religión, por sus discapacidades u orientación sexual, por su ideología o modo de pensar.  Muchos, muchísimos de los que una vez   fueron obligados a traspasar esas puertas, nunca más pudieron salir y fueron devorados por “el infierno de los infiernos”, como lo calificó uno de los pocos sobrevivientes.
Fueron decenas de miles. Entre estos,   rusos, polacos, españoles, austriacos, y también latinoamericanos, quienes vivieron aquí sus últimos días. Entre ellos cinco cubanos que, como parte de los más de 1 500 compatriotas, formaron parte de las Brigadas Internacionales que, desde el lado de la República, combatieron al fascismo en la Guerra Civil Española. Cinco cubanos que constituyen la génesis del espíritu  internacionalista  y desinteresado que nos ha caracterizado.
Quiso el destino que Roberto Cortezón Martínez, Félix Llanos Alonso, Alberto Sánchez Martínez, José Luis Pérez Arocha y Manuel Sola Castillo, fueran entregados por los colaboracionistas del régimen de Vichy a las hordas hitlerianas en la Francia ocupada y confinados aquí como apátridas, sufriendo la agonía que el terrorismo de Estado nazi-fascista impuso a todos aquellos que lucharon por la democracia y la libertad, por el derecho a ser o pensar diferente, y que enfrentaron sin temor al régimen nazi-fascista.  
La historia ha sido contada y es conveniente rememorarla y repasarla una y otra vez, aunque sea duro y desgarrador, para hacer que no se olvide y para extraer de ella las necesarias lecciones y el verdadero aprendizaje.
¿Cómo ha sido posible que algunos seres humanos hayan erigido lugares así para exterminar a otros seres humanos? ¿Cuáles han sido las razones bajo las que se escondieron las sinrazones del nazifascismo?: La intolerancia, el racismo, la xenofobia, y el expansionismo hegemonista.
No puedo dejar de conmoverme ante el hecho cierto de que estas manifestaciones proliferan cada día con más marcada presencia en la realidad de hoy en algunas partes del mundo, notoriamente en  Europa. 
No podemos cejar en el empeño de construir y de hacer crecer la solidaridad y cooperación entre los seres humanos.  En lugar de minar los caminos y levantar muros, más bien deberíamos construir puentes y anchas avenidas. 
Y ante el avance por doquier de la extrema derecha, y su corolario de grupos racistas y xenófobos, es impostergable para las fuerzas progresistas y de izquierda  cerrar filas, hacer frente común, pasar por encima de intereses propios y sectarismos para  apoyar y defender con nuestras acciones y labor ideológica creativa, repitiendo y repitiendo,  aquella legendaria consigna de la República Española que tantas veces se escuchó en los campos de batallas: ¡No pasarán!
¡Gloria eterna a los cubanos muertos en Mauthausen!
Nunca más fascismo!
¡Hasta la victoria, siempre!
Muchas gracias
 
 
 
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