El legado de José Martí fue y seguirá siendo clave en la Revolución Cubana

A propósito del homenaje realizado a José Martí, Héroe Nacional de Cuba, en Roma, Italia, el 26 de enero de 2019, en vísperas del 166 aniversario de su natalicio.

Por: José Carlos Rodríguez Ruiz *

José Martí. Héroe Nacional de los cubanos. Nació en casa humilde de La Habana, el 28 de enero de 1853, en un tiempo en el país vivía aún sojuzgado por el férreo colonialismo español. Era Cuba por entonces una de las últimas colonias del decadente poder ibérico, que no vacilaba en colocar grilletes y hacer picar piedra dura, bajo tórrido sol, a un adolescente, como ocurrió con el propio Martí. Dura lección la suya, que hizo que se reafirmara tempranamente en él la vocación de justicia.

José Martí, poeta de finísima sensibilidad, uno de los intelectuales y escritores más importantes de América Latina y el Caribe, creador de una obra enorme, por su volumen y lucidez; un agudo cronista de su tiempo, periodista que gozaba de gran reconocimiento en la Nueva York de fines del siglo XIX; un hombre seducido por el amor y seductor y dador de belleza, de humana bondad.

¿Cómo alguien así, que abogaba por la paz y hacía del respeto a los otros un arte de vida, fue capaz de consagrar los últimos años de su corta existencia a organizar una guerra, que denominó necesaria, por la independencia de Cuba? ¿Cómo un hombre así, sin formación militar, fue capaz de convocar y conducir, a la guerra mayor por la soberanía, a generales de guerras precedentes y a un pueblo que terminó forjándose bajo el grito de libertad y el temple de los machetes? Un pueblo, vale recordarse, que aprendió a no cejar en la defensa de su soberanía y autodeterminación.

¿Cómo un hombre así pudo conducir a la batalla dura por la independencia? Solo es posible por las convicciones firmes de justicia que Martí cultivó desde sí para todos los cubanos y para su región. Una justicia que no se ciñe al individuo. La justicia por la que abogó y luchó José Martí se asienta y edifica permanentemente en el derecho de una nación a ser soberana e independiente, para el bien común propio y de otros pueblos. Porque solo en el entendimiento juicioso y respetuoso entre las naciones puede darse un mundo de paz y equidad. Y para ello se empeñó por la unidad de todas las fuerzas buenas de la nación.

Y esa visión, que atraviesa toda su obra y acción, es coherente con uno de sus apostolados fundamentales: patria es humanidad. ¡Qué sencilla grandeza del ideario martiano! Debería ser esa, la humanidad como patria y la justicia como fundamento, una de las banderas de las jóvenes generaciones en los empeños por un mundo mejor.

El aporte de José Martí a la consolidación y fundamento mismo de la nación cubana es enorme e imposible de encuadrar. Su ideario y su consecuente accionar están definitivamente incorporados en el ADN de la conciencia cubana, como también lo está la impronta indoblegable y la obra revolucionaria de Fidel Castro.

Pero, José Martí no fue solo el líder de la guerra por la independencia del colonialismo español, no fue solo el héroe que se consagra universal en el siglo XIX. Fue un hombre de su tiempo y a la vez un agudísimo detector y obrador de un tiempo futuro.

Residente por largo tiempo en los Estados Unidos, Martí tuvo la capacidad de ahondar, en su vocación por la comprensión de la realidad, más allá de las apariencias y de las primeras positivas impresiones que provocaron en él el discurso y el avance económico estadounidense.

Desde su seno, moviéndose entre Tampa y Nueva York, supo discernir los entresijos del alma hegemónica que se gestaba en ese país y el peligro enorme que implicaría para América Latina y el Caribe. “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas”, llegó a decir.

Martí percibió muy temprano y como ningún otro en Occidente por aquellos tiempos, las esencias corruptas de la sociedad y del imperialismo norteño americano. Ya en abril de 1888, alerta del engaño estadounidense: “…el sistema en que la magistratura, la representación nacional, la Iglesia, la prensa misma, corrompidas por la codicia, habían llegado, en veinticinco años de consorcio, a crear, en la democracia más libre del mundo, la más injusta y desvergonzada de las oligarquías.”

Y no sólo comprendió la médula estadounidense. A su amigo mexicano Manuel Mercado, en carta célebre e inconclusa, pocas horas antes de su caída en combate, dijo: “Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.”

«Cuba debe ser libre —de España y de los Estados Unidos», dejó dicho en uno de sus cuadernos de apuntes.

Sin embargo, muerto el héroe independentista cubano, el devenir histórico le dio lamentable razón.  Estados Unidos intervino en la contienda hispano-cubana, con un ejército estructurado ya para la expansión internacional, portando el concepto de destino manifiesto que les hace creer superiores al resto del mundo y estrenando poderosos armamentos para la época. Se emprendía así, en 1898, precisamente sobre el suelo cubano, el imperialismo moderno y el siglo XX neocolonial.

Tiempo después Lenin caracterizó el surgimiento de la fase imperialista del capitalismo y marcó su nacimiento en la intervención norteamericana en la guerra de Cuba.

“De esta tierra no espero nada, ni para ustedes -se refería a los mexicanos- ni para nosotros.” Un nosotros que hacía referencia a los cubanos, pero podría servir para todos los latinoamericano-caribeños.

Y claro que ningún bien, auténticamente justo y de juicioso equilibrio, podría esperarse, ni en aquellos momentos, ni en los actuales, de los Estados Unidos de América.

Hoy asistimos, una vez más, al reforzamiento de la despótica agresividad estadounidense sobre las tierras y los pueblos de Nuestra América. Estados Unidos no se constriñe en el ejercicio de su vocación hegemónica.

El gobierno que encabeza Donald Trump, con el contubernio obcecado de algunos sectores y actuantes de lóbrego poder, intenta reforzar el bloqueo económico, comercial y financiero contra el pueblo de Cuba, a la vez que eleva su discurso agresivo y el tono de sus amenazas injerencistas. No escatiman pretextos y ni siquiera se avergüenzan por dar como supuestos ataques sónicos, para justificar medidas retrógradas, el canto de los grillos caribeños. Para Estados Unidos, el fin de dominio justifica todos los medios, la mentira estructurada como perfecto guion de aparente verdad, la desestabilización de gobiernos, el terrorismo de Estado, las guerras… para ellos, todo sirve para sustentar su enlutado discurso de presunta libertad.

Y lo saben también otros pueblos de nuestra región. Por estos días se está verificando la enésima arremetida imperialista, con coro de acólitos incluido, contra la Revolución Bolivariana y el legítimo presidente Nicolás Maduro Moros. Con un circo de desacatadores del orden constitucional y un fantoche recién horneado bajo la manga, pretenden dar un golpe de Estado. Al cártel de Lima lo llaman mayoría de la región, claro, los dignos no cuentan para ellos.  Las matemáticas taradas de tanto vicio político no dan cuentas claras. Para ellos, basta que crean los incautos, los comprometidos con las visiones de élite y los genuflexos de cualquier dimensión, sean almagristas o de la mugre OEA.

Pero, Cuba y los revolucionarios de la América Latina y caribeña sabrán hacer resistencia al embate estadounidense. Nos hemos forjado en largas batallas por nuestra independencia y por nuestra soberanía; y hemos corrido muchísimos riesgos; y hemos construido una obra muy importante, que estamos dispuestos a defender hasta las últimas consecuencias.

El cuerpo de José Martí fue lacerado de muerte mientras dirimía el futuro de la nación, blandiendo en el campo de batalla la fuerza enorme de sus ideales y un profundo compromiso con la vida, con su patria y con la humanidad.

La suya fue una vida corta, pero desbordada por la intensidad del pensamiento revolucionario y la acción coherente, tal vez como no logró ningún otro en su tiempo.

José Martí murió físicamente demasiado temprano, mucho le quedaba y era necesario que hiciera. Pero Martí, definitivo, inspiró el destino soberano de Cuba como parte de un mundo que quiso en equilibrio y armonía. Su legado, asumido por Fidel Castro y por el pueblo cubano, fue y seguirá siendo clave en la Revolución Cubana.

En esta conmemoración por el 166 aniversario del natalicio del Héroe Nacional de Cuba cabe un viva comprometido con la difusión y con la asunción de su ideario. Por Martí, por Cuba, por el pueblo cubano, en este momento crucial y próximos al referendo del 24 de febrero de 2019, que deberá ratificar la nueva Constitución cubana, seguiremos abogando, de cara al sol, por un #YoVotoSí ; mejor dicho, por un #NosotrosVotamosSí. Que será un sí por José Martí, un sí contundente por la Revolución Cubana, un sí reafirmatorio por Cuba, libre y soberana.

Roma, Italia, 26 de enero de 2019

 

 

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