Con respecto al camino que debe tomar la Cuba poscoronavirus, algunas propuestas miran hacia la experiencia china y la vietnamita como ejemplos de lo que podría y debería hacerse en materia económica y social en nuestro país
Las «nobles» recetas para Cuba buscan estimular una «clase media» de poseedores privados, a la vez que desestiman a la esfera económica estatal socialista.
Con respecto al camino que debe tomar la Cuba poscoronavirus, algunas propuestas miran hacia la experiencia china y la vietnamita como ejemplos de lo que podría y debería hacerse en materia económica y social en nuestro país. También en general, y con pocas diferencias, insisten –en un sentido muy preciso y enfático– en que el núcleo de la solución estaría en promover con mayor celeridad las pequeñas y medianas empresas de propiedad privada (las llamadas Pymes).
Sus argumentos pueden resumirse en que tales empresas crearían empleo y sustituirían a la propiedad y la gestión estatal en determinadas ramas y servicios. Nada se dice sobre la procedencia de las inversiones; pero poco más, o poco menos, llama poderosamente la atención que estas razones se limiten a los aspectos económicos, sin mayores preocupaciones por todos los demás factores –culturales, ideológicos, políticos, geopolíticos e históricos– que están imbricados en el tema económico de un país. Y despierta interés, sobre todo, el caso de Cuba, por el rol que ha desempeñado en el enfrentamiento al voraz vecino que considera al Sur como su traspatio, como cuestión concerniente a su seguridad nacional, y, además, está el hecho de que la política hacia Cuba de todas las administraciones de Estados Unidos han sido rehenes de los intereses anticubanos anidados en Florida.
En los últimos días esas propuestas se intensifican, preocupados como están sus promotores por la creciente crisis económica mundial –pero sin referirse a ella en relación con sus tesis «salvadoras»–; crisis que se avecina más fuerte que la ocurrida durante la Gran Recesión de los años 30 del siglo pasado, y que será el epílogo previsible de la actual pandemia en todo el mundo.
Lo primero que los defensores de las Pymes no incluyen en sus análisis es la enorme incertidumbre que existe, en la actual coyuntura pandémica, sobre cómo cursará la crisis y cuál será la actitud y el balance final de las potencias que se enfrentan entre sí, en un escenario que hará peligrar hegemonías y configuraciones geopolíticas, prioridades e intereses que nunca estarán a favor de la mayoría de los pueblos de nuestro continente, y mucho menos del socialismo cubano ni de su desarrollo económico.
No pocos especialistas coinciden en que estallará una recesión mundializada y una significativa reducción del pib global. Se discute mucho más si habrá grave depresión, término que quizás, se evita por sus connotaciones políticas. Sea o no, las consecuencias ya están a la vista en plena curva ascendente de la infección, pero lo que no puede dudarse es que el virus no es el disparador de una crisis que ya venía desplegándose desde el crack de 2007-2008, y solo ha llegado para acelerar la incapacidad del sistema económico privado para afrontarla con el menor daño a la humanidad.
El principio capitalista de la «destrucción creativa» se refiere a los momentos de crisis como esta, aniquiladora de la sobreproducción acumulada y que promueve el relanzamiento de otro ciclo de reproducción y, por lo tanto, puede conllevar a una avalancha posterior de inversiones para reconstruir y tratar de elevar la tasa de ganancia del capital, desde hace muchos años descendente, tal como lo auguró Marx. Pero hacia dónde se va a dirigir la parte significativa de esas inversiones no puede determinarse con antelación. Los especialistas están advirtiendo, incluso, que la masa de capitales a ser invertida está reduciéndose mucho en estas circunstancias y, por ende, la recuperación puede ser de más larga data.
Esa es la primera circunstancia a tenerse en cuenta en Cuba en la actual coyuntura antes de confiar en transformaciones precipitadas de la arquitectura de la propiedad.
UNA PROPUESTA PARA CUBA
En el paréntesis obamiano, el cambio de política que pretendió lograr el mismo objetivo fracasado durante más de seis décadas, consistió en un recurso ideológico-económico-cultural, dirigido a cimentar la meta geopolítica de lograr un «cambio de régimen» en Cuba: fue obvio, y autoconfesado, que el objetivo era impulsar la emergencia acelerada de una «clase media» de poseedores privados, a la vez que negaba el mismo apoyo a la esfera económica estatal socialista. Arrobado, Obama trató de encantar al auditorio cubano con los cánticos de la democracia, la libertad y las bondades del «emprendimiento» privado. Hoy estamos asistiendo, en su mismo país, a las consecuencias de seguir esos cantos de sirena.
Ciertamente, aquella nueva política abría la probabilidad y la posibilidad de aprovechar la coyuntura para los objetivos socialistas. Pero algo estaba cantado desde el comienzo: el ascenso del éxito de la propiedad privada en Cuba sería también obstaculizado por ee. uu. en la misma medida en que ello significara un fortalecimiento del sistema socialista cubano. Es un elemento de extrema gravedad a tener en cuenta si nuestro proyecto socialista quiere sobrevivir, y si los defensores de las Pymes quieren dar fe de sus capacidades y buenas intenciones.
Los factores históricos, económicos y geopolíticos que hicieron posible el fenómeno asiático, no son ni serán los latinoamericanos, y mucho menos los de Cuba. El capitalismo mundial, y el estadounidense en particular, necesitaron del desarrollo económico chino, sobre todo para deslocalizar en China muchas de sus grandes empresas, sobreexplotar la mano de obra barata de una inmensa población, insuflarle oxígeno a la tasa de ganancia del capital y tener a mano un poderoso acreedor que les comprara sus bonos del tesoro. China y ee. uu. están unidos por un lazo de interdependencia. No fue un regalo desinteresado ni un error del imperio. En resumen, el capitalismo necesitó de China y esta aprovechó esa urgencia.
En cambio, los intereses imperialistas en las tierras de nuestro Sur no necesitan una Cuba económicamente exitosa –ni culturalmente– bajo un proyecto socialista. No necesitan tampoco a gobiernos progresistas que tienen basadas sus economías en un alto porcentaje de Pymes. De Cuba no aceptan ni a sus médicos, porque su ejemplo es el peor mentís que se puede dar a la supuesta superioridad del modo de vida capitalista.
LOS VERDADEROS «OBSTÁCULOS»
Existe no poca literatura al respecto que se debe estudiar con atención antes de aventurar simplificaciones precipitadas. Pero resulta imperdonable que, con tanto insistente entusiasmo, los argumentos que pretenden apoyar el fomento de la propiedad privada en Cuba se limiten a las cuestiones estrictamente económicas, puramente especuladoras, sin un examen responsable, tanto de aquellos factores y circunstancias como de los actuales, junto a los de nuestra región, nuestra historia y nuestro proyecto. Tal pareciera, y solo en estos casos, que la economía es una cosa muy seria para dejársela a los economistas, que solo proponen en términos exclusivos de su disciplina.
Una reflexión totalizadora debe contribuir al perfil que la propiedad privada en Cuba debe tener: la que está refrendada
en los documentos que tanto citan los promotores de las Pymes en su apoyo; pero sin la superficialidad de insistir en tesis conspiranoicas que atribuyen a los obstáculos que afronta el despliegue de la Actualización del sistema económico y social cubano, a fantasmas burocráticos e intereses creados.
Obstáculos mayores son otros, los que esta Isla superó, por ejemplo, al vencer a un ejército enemigo con apenas un puñado de guerrilleros y fusiles, al derrotar un ataque mercenario apuntalado por el Norte, al resistir la soledad de un corredor de fondo cuando sola quedó, sufriente pero erguida, al ofrecer ayuda sanitaria en solidaridad con el mundo. La Revolución Cubana sí ha derribado obstáculos mayores como para detenerse por intereses mezquinos. Mucho más se espera de la inteligencia que se ha formado por el apoyo y el esfuerzo de un pueblo en rebeldía.
Cuba debe ser creación heroica y riesgosa, sí, ni calco ni copia, pero de manera tal que el socialismo pueda seguir siendo la meta difícil de nuestra historia. Ninguna otra cosa aceptará la mayoría de nuestro pueblo, y mucho menos esa parte que debe esforzarse por crear la riqueza: sus obreros y trabajadores, que son la médula y sostén del proyecto socialista cubano.
En contexto: de la constitución
ARTÍCULO 22. Se reconocen como formas de propiedad, las siguientes:
- a) socialista de todo el pueblo: en la que el Estado actúa en representación y beneficio de aquel como propietario.
- b) cooperativa: la sustentada en el trabajo colectivo de sus socios propietarios y en el ejercicio efectivo de los principios del cooperativismo.
- c) de las organizaciones políticas, de masas y sociales: la que ejercen estos sujetos sobre los bienes destinados al cumplimiento de sus fines.
- d) privada: la que se ejerce sobre determinados medios de producción por personas naturales o jurídicas cubanas o extranjeras, con un papel complementario en la economía.
- e) mixta: la formada por la combinación de dos o más formas de propiedad.
- f) de instituciones y formas asociativas: la que ejercen estos sujetos sobre sus bienes para el cumplimiento de fines de carácter no lucrativo.
- g) personal: la que se ejerce sobre los bienes que, sin constituir medios de producción, contribuyen a la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de su titular. Todas las formas de propiedad sobre los medios de producción interactúan en similares condiciones; el Estado regula y controla el modo en que contribuyen al desarrollo económico y social. La ley regula lo relativo al ejercicio y alcance de las formas de propiedad.