Hoy hace setenta y dos años, el 26 de julio de 1953, un grupo de 160 jóvenes revolucionarios cubanos se lanzó a lo que se convertiría en uno de los actos de rebeldía más trascendentales de la historia. Su asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba y al cuartel Carlos Céspedes en Bayamo no fue solo una operación militar, sino el grito de nacimiento de una revolución que cambiaría el Caribe e inspiraría movimientos de liberación en todo el mundo.
La chispa que encendió una revolución
Liderados por un joven abogado llamado Fidel Castro, estos revolucionarios se rebelaron contra la dictadura corrupta y sanguinaria de Fulgencio Batista, un régimen que había reducido a Cuba a poco más que un patio de recreo para Estados Unidos, mientras su pueblo sufría una pobreza extrema. Aunque el ataque fracasó militarmente, la respuesta brutal de las fuerzas de Batista, que torturaron y asesinaron a decenas de revolucionarios capturados, alimentó sin querer la rebelión que pretendían aplastar.
Los supervivientes, entre ellos Fidel Castro, se enfrentaron a juicios espectáculo por traición. Sin embargo, desde el banquillo, Castro pronunció su legendaria defensa, «La historia me absolverá», en la que expuso un proyecto revolucionario para una Cuba en la que la sanidad, la educación y la dignidad humana serían derechos, no privilegios. Después de cumplir menos de dos años de una condena de quince, Castro y sus compañeros fueron liberados en una amnistía general, solo para reagruparse en México y regresar a bordo del Granma para completar lo que Moncada había comenzado.
Una revolución que cumplió
El 1 de enero de 1959, esa visión se hizo realidad. La Revolución Cubana no solo derrocó a un dictador, sino que transformó fundamentalmente una sociedad. La reforma agraria rompió el dominio de las corporaciones extranjeras y los oligarcas cubanos. La sanidad y la educación universales sustituyeron el lujo de unos pocos por el derecho innato de todos. Una nación que antes estaba condenada a servir como «leñadores y aguadores» para amos extranjeros se convirtió en un ejemplo de lo que las naciones pequeñas pueden lograr cuando controlan su propio destino.
Hoy en día, Cuba cuenta con unos resultados sanitarios que rivalizan con los de las naciones más ricas del mundo, un sistema educativo que ha eliminado prácticamente el analfabetismo y un compromiso con la solidaridad internacional que ha llevado a médicos cubanos a curar a enfermos desde Haití hasta Sierra Leona, desde Venezuela hasta Italia, durante la pandemia de COVID-19.
El implacable asalto del imperio
Sin embargo, durante más de seis décadas, Cuba ha enfrentado la hostilidad implacable del imperio más poderoso del mundo, ubicado a solo 90 millas de sus costas. Estados Unidos ha desplegado todas las armas de su arsenal, salvo la guerra nuclear: un bloqueo económico criminal que le ha costado a Cuba más de 150 000 millones de dólares; la invasión de Bahía de Cochinos; más de 600 intentos de asesinato documentados contra Fidel Castro; guerra biológica que destruyó cultivos y ganado; y la cínica inclusión de Cuba en una lista fabricada de «países patrocinadores del terrorismo», diseñada para estrangular sus relaciones internacionales.
Más recientemente, el imperio ha puesto en su punto de mira la joya de la corona de la solidaridad internacional de Cuba: sus misiones médicas, que han salvado millones de vidas y devuelto la vista a miles de personas, incluso aquí mismo, en Jamaica. Esta diabólica campaña pretende castigar a Cuba por el «delito» de demostrar que otro mundo es posible.
Una luz en tiempos oscuros
Al conmemorar este 72.º aniversario del Día de la Rebeldía Nacional, el ejemplo de Cuba brilla más que nunca. En un mundo cada vez más desgarrado por la desigualdad, la destrucción del medio ambiente y el resurgimiento del fascismo, Cuba demuestra que las naciones pequeñas pueden trazar caminos independientes, que la salud y la educación pueden ser derechos humanos en lugar de mercancías, y que la verdadera seguridad no proviene del poderío militar, sino de la solidaridad social.
Para Jamaica y el Caribe en general, la resistencia de Cuba ofrece lecciones cruciales. Nos enfrentamos a nuestras propias luchas contra la dominación neocolonial, nuestras propias batallas por la soberanía genuina, nuestra propia necesidad de priorizar a las personas por encima de las ganancias. El camino de Cuba, marcado por errores y limitaciones, sí, pero también por logros sin precedentes en el desarrollo humano, muestra lo que es posible cuando un pueblo se niega a aceptar que no hay alternativa a los dictados del imperio.
La solidaridad como deber
El Movimiento de Solidaridad de Jamaica con Cuba apoya a nuestras hermanas y hermanos cubanos no por lealtad ciega, sino por reconocer que su lucha es nuestra lucha. Su resistencia a la dominación imperial fortalece nuestra propia capacidad de independencia. Sus logros en materia de salud, educación y solidaridad internacional nos sirven de guía para nuestro propio desarrollo.
Al honrar la memoria de los que cayeron en Moncada, prometemos nuestra continua solidaridad con la Cuba de Martí y Mariana Grajales, madre de Maceo, de Fidel y Raúl, de Díaz-Canel y de los millones de cubanos comunes y corrientes que eligen la dignidad por encima de la sumisión.
¡Viva la patria de Martí!
¡Viva el internacionalismo proletario!
¡Viva la solidaridad entre los pueblos cubano y jamaicano!
¡Venceremos! ¡Venceremos!
26 de julio de 2025