Son más los hijos que aman a su patria.

 

Granma, 1 de abril 2021. Cuba es fuerte, es caimán de brava estirpe, enjuto rostro de Mariana sin lágrimas visibles. Cuna de pueblo enérgico y viril, que solo a veces llora y, cuando lo hace, la injusticia tiembla, bien lo sabemos. El pueblo cubano es fidelista por convicción. Cuba es fuerte, es caimán de brava estirpe, enjuto rostro de Mariana sin lágrimas visibles. Cuna de pueblo enérgico y viril, que solo a veces llora y, cuando lo hace, la injusticia tiembla, bien lo sabemos.

Pero a Cuba le duele cuando se ríen de sus penas; cuando se disfruta de sus carencias y penurias, como si la pobreza fuera el ridículo trofeo para los que la traicionan; cuando se aplaude el error o el retroceso que multiplica el infortunio. Duele la ofensa, el odio, la mala palabra, el «ojalá te mueras», o la exigencia de unos días para «matar comunistas», en el supuesto de la caída de la Revolución.

Cuba se palpa el vientre pródigo, seno del que han brotado patriotas, guerreros y poetas; matriz que ha dado maravillosa savia, útero sagrado que ha forjado a tantos. Se palpa como madre ensimismada y se pregunta: ¿Qué ha pasado? ¿Por qué me nacieron retoños que se vuelven adictos al rencor? ¿Cómo pudo ganarlos, para sí, el dinero, la fama y el poder?

Las madres nunca aprenden a odiar, y eso hace Cuba, se levanta por sobre los enconos y brinda su regazo. Son muchos más sus vástagos que aman, que los malos hijos que la hieren.

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