Con su gesto intransigente en los Mangos de Baraguá, Maceo trastocaba de un golpe la historia nacional y a la vez, salvaba el prestigio de los Hombres del 68!!!.
En cierta ocasión Antonio Maceo confesaría a un allegado que cuando supo lo del Pacto del Zanjón, tal noticia le provocó estupor y asombro. No podía comprender que miembros del gobierno mambí y jefes del ejército libertador abandonaran la lucha en ese preciso momento, cuando los insurrectos reasumían la iniciativa en Oriente y Las Villas.
El Zanjón no había puesto fin a la guerra, sino a tan solo una de sus etapas. La capitulación devenía simple tregua.
Maceo comenzó a trabajar intensamente en la unión de todas las fuerzas independentistas todavía en pie de guerra y opuestas a capitular. El 21 de febrero escribiría a Martínez Campos: “Desearía una conferencia con Vuestra Excelencia…” La entrevista se pactaba para el 15 de marzo.
Ese día amaneció con una densa neblina que no dejaba divisar el horizonte más allá de 10 pasos, un vigía, encaramado en el árbol más alto para eludirla, gritó: “Ya vienen!” Era Arsenio Martínez Campos y la comitiva española que lo acompañaba.
¿Cuál de ustedes es el señor Maceo?, dijo el militar ibérico, con la señalada intención de evidenciar que no les reconocía la beligerancia ni los grados militares de los mambises. “Yo soy el general Maceo” le rectificó el jefe insurrecto.
Ya desde el inicio, aquel encuentro presagiaba el enfrentamiento de dos fuerzas antagónicas.
El General español creyó que la única razón de la entrevista de Baraguá era la vanidad del cubano y se dispuso a halagarla. El jefe mambí le atajó a tiempo e igualmente, en voz baja y con un gesto conminatorio, impidió la lectura de las bases del Pacto del Zanjón. En Cuba, le advirtió Maceo a su interlocutor, nunca podría haber paz sin independencia ni abolición de la esclavitud, los dos objetivos supremos por los que el pueblo cubano se había lanzado a la lucha armada en 1868. Fue entonces cuando Martínez Campos comprendió su errónea apreciación. Su verbosidad se estrellaba contra la intransigencia revolucionaria del cubano.
“No nos entendemos?”, indagó el español, “No nos entendemos” replicó el santiaguero!!!
Hoy, como en Baraguá hace 145 años, decimos, “contra la Revolución, no nos entendemos!!!”
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