Intervención del Embajador de Cuba en Italia, José Carlos Rodríguez Ruiz, en el homenaje realizado a José Martí, en ocasión del 165 aniversario de su natalicio

Intervención del Embajador de Cuba en Italia, José Carlos Rodríguez Ruiz, en el homenaje realizado a José Martí, en ocasión del 165 aniversario de su natalicio

Roma, viernes, 26 de enero de 2018

José Julián Martí Pérez, universalmente conocido como José Martí. Se le ve nacer en La Habana, un 28 de enero de 1853, niño humilde, hijo de españoles, criollo ya, cubano pronto. Cuarenta y dos años más tarde, en Dos Ríos, una planicie de campo, en el oriente del país, en combate por la independencia y de cara al sol, como auguró sin vacilación, su cuerpo es derribado del caballo por el impacto de balas coloniales, del plomo opresor, el 19 de mayo de 1895. Su cuerpo fue cegado mientras dirimía el futuro de la nación, blandiendo sobre todo la fuerza enorme de sus ideales y un profundo compromiso con la vida, con su Patria y con la humanidad.

La suya fue una vida corta, pero desbordada por la intensidad del pensamiento revolucionario y la acción coherente, tal vez como no logró ningún otro en aquel tiempo.

Durante la primera república, cautiva del poder neocolonial de Estados Unidos, algunos pretendieron afinar la memoria de José Martí y edulcorar su legado; cubriendo su obra y su vida con un magro velo de belleza; era lo que convenía a las clases burguesas dominantes por entonces. Sin duda, Martí gestó trascendente hermosura y no solo literaria, pero la suya nunca fue beldad ligera.

De adolescente, padeció el grillete, el hierro pesado que se aferraba a sus tobillos y lo hacía mal andar en la agreste cantera de dura piedra de San Lázaro, en La Habana, bajo el crudo sol del Caribe. Ahí forjó motivaciones y carácter.

No hay encasillamiento posible cuando de José Martí se habla. Fue un filósofo esencialmente humanista, atento a todo lo más avanzado que en su tiempo florecía en el mundo, también a los peligros que se gestaban desde las pujanzas militares, políticas y económicas de entonces, fundadas en visiones hegemónicas. Fue político republicano; jurista; pensador de horizontes poco comunes; escritor, cronista, crítico de arte y poeta de impacto continental ya en sus días, precursor del modernismo; periodista atendido en Nueva York y otras grandes ciudades. Fue agitador intrépido por la justicia, con palabra inteligente, de vuelo renovado y creadora de conciencia, pero también con la acción decidida e impulsadora.

Consciente de que las divisiones fueron factor esencial en el fracaso de las primeras guerras libertarias, se empeñó por la unidad de todas las fuerzas buenas de la nación. Creó el Partido Revolucionario Cubano, el partido de la unidad de un pueblo que aceleraba su forja bajo ese influjo. Y preparó la contienda con sigilo, “porque hay cosas que para ser logradas han de andar ocultas” decía. Y convocó a todos, a obreros y generales, él, joven fieramente inspirado, sin charreteras militares, a la guerra que denominó, siendo hombre de paz, la Guerra Necesaria, la Guerra por la Independencia de Cuba.

Apóstol de la Independencia cubana, así se le ha reconocido. Es verdad que no poco de ánimo apostólico desplegó a lo largo de su vida y mucho de su vigor caló en la conciencia de la nación. Ni la más dura precariedad material lo detuvo en sus esfuerzos por entender su tiempo y en su compromiso con lo que consideraba justo; tampoco el clamor de una madre amorosa que creía que su hijo se inmolaba en vano, pensando, equivocadamente, que no sería acompañado de la gratitud humana.  Tal vez no comprendía ella a plenitud la dimensión de la obra a la que se consagró aquel  joven de elegantes maneras que fue capaz de enardecer a tabaqueros en Tampa y alebrestar a generales para la contienda definitiva por la independencia de Cuba.

¡Ah, no penséis que su voz       (de él dijo Nicolás Guillén)
es un suspiro! Que tiene
manos de sombra, y que es
su mirada lenta gota
lunar temblando de frío
sobre una rosa.
Su voz
abre la piedra, y sus manos
parten el hierro. Sus ojos
llegan ardiendo a los bosques
nocturnos…

Eusebio Leal, quien desborda su condición de Historiador de la Ciudad de La Habana, un personaje que siempre nos debe acompañar y que forma parte de los referentes indispensables de nuestro sentido de nación, ha dicho recientemente, hablando de Martí, que “apóstol es aquel que lleva una palabra, el que va a transmitir un mensaje” y  así, despejado de cualquier condicionado sesgo religioso, entre otras cosas porque Martí era laico;  ciertamente Martí fue un blasonador de la palabra aguda y justa, de la palabra que fundaba magisterio e identidad.

E inspiró el destino soberano de Cuba, como parte de un mundo que quiso en equilibrio y armonía. “Patria (decía) es humanidad”. He ahí la simiente de la conciencia internacionalista y solidaria de la Revolución Cubana.

Martí está en la vida cotidiana del cubano, asumido más allá de las frases repetidas, de los poemas recitados. Martí es conciencia nacional, pero también Martí es conciencia continental.

Todos sabemos que sus primeros pensamientos y motivaciones se volcaban en una América, la latina y caribeña, a la que denominó “Nuestra”, a la que quiso unida y libre de la intromisión del vecino del norte. La necesidad de la unidad y la integración de América Latina y el Caribe, por al que siempre abogó Martí, está hoy más vigente que nunca.

En su carta - testamento político, dirigida al mexicano Manuel Mercado y fechada desde la manigua el 18 de mayo de 1895, poco antes de caer en combate, expresaba: “ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.”

Quizás no aquilató que con ello comprometía no solo su deber personal, sino que fijaba para siempre la vocación de Cuba. No se trata de una frase más, una de entre tantas que emanan de las miles de páginas escritas por Martí. Quien conoce a fondo a los cubanos, sabe bien qué ese sentido late, como guía vital, dentro de nosotros.

José Martí es mucho más que cubano, pertenece a todos los países de nuestro continente. Y ha de alcanzar a toda mujer u hombre, sobre todo a todo niño o joven, en cualquier país, que quiera un mundo mejor y en equidad.

Y a Italia también tuvo en miras de admiración. De las fuentes libertarías y culturales de Italia se nutrió y de Italia dijo “que respeta a todos los pueblos que la distinguen con su amistad” y, agregó, por eso “quiero que la respeten”. Y con esa aldaba tocamos las puertas de este hermoso país, con el que compartimos historia, cultura e idiosincrasia. Este país que honra también a Martí en dos plazas públicas, en Roma y Génova.

A Martí ha de interpretársele con el prisma de estos tiempos, no solo como figura relevante del pasado. Porque, en parte ese es el mérito de los grandes pensadores y revolucionarios, su lenguaje no envejece. En una ocasión, hablándole a los niños (a los que Martí consideró la esperanza del mundo) el Ché Guevara dijo: “Las palabras de Martí de hoy no son de museo, están incorporadas a nuestra lucha y son nuestro emblema, son nuestra bandera de combate.”

Por eso, no fue atrevimiento desmesurado el de Fidel Castro, cuando, sin vacilación y ante sus captores, tras el fracaso temporal de aquella acción que marcó el reinicio definitivo de la lucha por la libertad y la justicia en Cuba, alegaba que había sido precisamente José Martí el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada, la segunda fortaleza militar de la dictadura batistiana.  Se expresaba así el nexo firme entre la guerra por la independencia de España y la lucha por la independencia de Estados Unidos, entre Martí y Fidel. Fundamento de la Revolución Cubana. No se puede entender a Cuba sin José Martí, como no se puede entender sin Fidel Castro.

Este sábado, en horas de la noche, descenderán desde la célebre escalinata de la Universidad de La Habana, escenario de tantas batallas, decenas de miles de jóvenes y ciudadanos de varias generaciones. La peregrinación de los agradecidos, portando un alud de antorchas, recorrerá varias calles hasta la Fragua Martiana, para rendir con el fuego reluciente un tradicional homenaje al Héroe Nacional de Cuba. Y con ellos estaremos también nosotros, de un modo u otro, por medio de nuestras familias, de nuestros compañeros, de nuestros vecinos. Esa es la Cuba que cultiva su memoria y con ella afronta el presente y el futuro.

El domingo, 28 de enero de 2018, quedará formalmente inaugurado, en la explanada que antecede al Museo de la Revolución, un conjunto escultórico de particular relevancia. Se trata de una réplica exacta la de la primera estatua ecuestre dedicada a José Martí. La original se alza en el Parque Central de Nueva York, en Estados Unidos. Su colocación junto al ingreso de la bahía de La Habana es resultado del empeño por el entendimiento respetuoso que no se deja vencer por bloqueos ni odios. Martí nos enseñó a defender hasta las últimas consecuencias nuestros ideales de justicia y nuestra independencia, pero también a no odiar, a no despreciar, ni siquiera al adversario. En el propio pedestal neoyorquino reza una frase de mérito: “José Martí, apóstol de la independencia de Cuba, guía de los pueblos americanos.”

Y vuelvo a Fidel Castro, el Líder Histórico de la Revolución Cubana,  quien expresó de José Martí, cito: “… fue el más profundo pensador revolucionario que ha tenido Cuba y nuestro Héroe Nacional.”

Un ejemplo excepcional de creador y humanista, hombre de su tiempo, digno de recordarse a lo largo de los tiempos por venir. Los mismos que hoy luchan por el mejoramiento humano y los que mañana lucharán por los sueños y esperanzas de salvar al mundo, deberían poner en su fiel de vida el pensamiento y el ejemplo de aquel que trascendió con la modestia de los grandes.

Nunca habrá discurso completo, si de José Martí se trata.

Con el #LegadodeMartí y el #LegadodeFidel imbricados en el fundamento de la nación, permítanme todos los presentes, en nombre de los cubanos que nos honra representar, decir:

¡Empeñémonos por la justicia humana!

¡Viva José Martí!

¡Viva Cuba Libre!

¡Viva la Revolución Cubana!

Enlaces de interés (en @Twitter): @JoseCarlosRguez y @EmbaCuba_Italia

http://misiones.minrex.gob.cu/es/articulo/en-italia-se-rinde-homenaje-jo...

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