Testimonio de un joven camboyano que estudia medicina en Cuba

Cuando la decisión es la de ser doctor

Pasó las pruebas pertinentes al concluir sus estudios secundarios y comenzó a cumplir su sueño infantil de ser médico en su natal Cambodia, donde cursó tres años de Medicina en una universidad de la capital.

Sarakk Sem recuerda que desde pequeño su padre Hea, quien es agricultor, le inculcó el amor por esta profesión, allá en los campos de la isla Prey Pdao, cerca de la frontera con Vietnam, de donde es oriundo. “Él me hablaba continuamente de la importancia y la necesidad de la labor de los doctores”.

Cuenta el joven de mirada nostálgica que dos razones lo llevaron a decidirse a abandonar esa alta casa de estudios: quería estudiar en otro país para comparar como era la educación con respecto a la de su nación.
La otra fue el empeoramiento de la situación económica de su familia, pues Soriya, su mamá, enfermó de gravedad, y el dinero no alcanzaba para costear los estudios de Sarakk.

“Mis padres no querían de ninguna manera que yo dejara la Universidad y dijeron que iban a sembrar arroz para continuar pagándome la carrera.”

“Pero ya yo estaba decidido. En cada nación la Medicina es diferente, se relaciona con la sociedad, la cultura, la economía y otros factores. Quería aprender todo eso”.

El joven fue al Ministerio de Educación y conoció que había becas para Cuba y Vietnam. “Apliqué la prueba para la primera, al igual que lo hicieron estudiantes de varias provincias. Estuve entre los mejores y gané una de las dos plazas”.

En el 2015 llegó a la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), institución donde cursó la preparatoria y los dos primeros años de la carrera.

Confiesa que durante los primeros tiempos en la ELAM tuvo problemas para adaptarse, sobre todo porque no sabía ni una palabra del idioma español y la alimentación era diferente. “Por ejemplo, en mi país el arroz se cocina sin sal. Ahora ya como de todo, como un cubano más”.

Después partió hacia la provincia avileña, donde estudió tercer año en la Facultad de Ciencias Médicas Arley Hernández Moreira, de Morón, y el cuarto y quinto en la facultad de Ciencias Médicas José Assef Yara, de la ciudad de Ciego de Ávila.

“Los estudios son completamente diferentes a los que pasé en mi país. Allá instruyen según el tiempo que tengan los maestros, que son en su mayoría médicos en los hospitales y a veces llegaban a las aulas sin prepararse.”

Asegura el joven que también en muchas ocasiones estos no están interesados en compartir todo lo que saben, pues como es un país capitalista, ellos sienten que sus alumnos representan la competencia futura para sus puestos de trabajo.

“Aquí enseñan siguiendo un programa de formación más organizado, más práctico, más integral, los profesores siempre nos ayudan, podemos preguntarle todas nuestras inquietudes y ellos las aclaran enseguida, tienen muy alto nivel, son catedráticos.

“En Cambodia la práctica es floja, pues no podemos relacionarnos de manera directa con los enfermos. En Cuba estamos en contacto con los pacientes, podemos realizar reconocimientos, darles seguimiento a sus padecimientos”.

De manera voluntaria, Sarakk se sumó de inmediato al combate a la COVID-19 en Ciego de Ávila. Desde abril de 2020 se incorporó a la realización de pesquisas activas en el consultorio 28 del policlínico Norte, de la capital avileña.

“Es mi manera de retribuir a la solidaridad cubana. Me tocó un área de más de 40 casas, donde todo el mundo me conoce ya. Hay niños, jóvenes y adultos mayores, que mucho agradecen el esfuerzo que hacemos.

“He charlado con las familias acerca de la necesidad de que se protejan ante esta enfermedad, se pongan la mascarilla, mantengan distanciamiento físico si están en las calles, cuiden su salud y la de sus familiares y vecinos.”

Tiene 26 años y una vida por delante. El hoy presidente del Consejo de Naciones de la Facultad avileña gusta de practicar ejercicios, en especial de defensa personal, le encanta el boxeo y anhela cursar la especialidad de Gastroenterología.

Por Iraida María Hernández Prado

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