Otro joven camboyano agradece actual formación como médico en Cuba

Cuba: la casa de quien nunca tuvo casa

Son las 4:00 de la madrugada y el adolescente camina en puntillas para no despertar a los moradores mientras enciende la luz y, con los ojos aún velados por el sueño, devora los libros que lo adentran en el universo del conocimiento.

Día tras día esta fue la rutina de Chyhuy Heng durante mucho tiempo. Cuenta con resignación y tristeza que cuando solo tenía 12 años tuvo que ir a vivir a la casa de su abuela materna porque no podía seguir haciéndolo junto a sus padres por la crítica situación económica de sus progenitores.

Desde temprano la familia quedó dividida. Cuando él tenía esa edad, su hermana Sovenanzylika, quien es un año menor que él, tuvo que trasladarse al hogar de una tía paterna.

Todavía percibo el zozobro en su voz cuando confiesa que el esposo de su abuela no lo dejaba estudiar por el día, le apagaba la luz, lo molestaba para que no se pudiera concentrar. “Me sentía mal todo el tiempo, incluso, lloraba por los maltratos psíquicos a los que era sometido.”

La vida le comenzó a cambiar al joven nacido en Cambodia cuando llegó a Cuba el 28 de septiembre de 2015 para estudiar en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM).

Quizás la suerte le empezó a sonreír unos meses antes de esa fecha. Después de realizar varias pruebas y quedar en tercer lugar en la batalla por las dos plazas disponibles, uno de los elegidos declinó estudiar la carrera de Medicina y obtuvo la ansiada beca que lo llevaría a la Mayor de las Antillas.

Y es que, hasta entonces, la fortuna le había dado la espalda en más de una ocasión a Chyhuy, quien llegó a estudiar durante un año la carrera de Economía en una universidad de su país natal.

Las lágrimas nublan su vista cuando recuerda la despedida con Amra Ourn, su mamá, antes del viaje a Cuba y que ella llorando le dijo: “hijo, estos dos pulóveres son lo único que tengo para darte”.

Cuenta que los tiempos iniciales en la ELAM, donde cursó los dos primeros años de Medicina, fueron difíciles por los estudios, el nuevo idioma, una cultura desconocida. “No obstante, desde el primer día me sentí bien, nadie me presionó, todos me ayudaron y sentí el cariño de quienes me rodeaban. Aquí es donde tengo la sensación de vivir en casa”.

Recuerda con especial ternura su paso por allí: “tuve muy buenos profesores, que además de enseñarme en clases también me transmitieron valores, recibí afecto de los compañeros, las tías que nos atendían en el comedor…”

Cursó su tercer año en la Facultad de Ciencias Médicas Arley Hernández Moreira, de Morón. Cuarto y quinto en la José Assef Yara, de la capital avileña.

Habla con entusiasmo de sus estudios actuales. “Tenemos clases semipresenciales, se nos elabora una carpeta docente, con todas las asignaturas del semestre, con las evaluaciones que tenemos que ir entregando y los trabajos prácticos.”

No ha estado ajeno a la compleja situación epidemiológica a causa de la COVID-19 en nuestro país y, al igual que lo han hecho otros estudiantes extranjeros en la provincia, dio el paso al frente para ayudar a combatir la pandemia.

“Desde abril de 2020 participo en las pesquisas activas, de lunes a domingo. Lo hago porque me siento comprometido con un país que me lo ha dado todo: estudios, hogar, comida, y es la manera de devolverle algo de lo mucho que me ha entregado sin pedir nada a cambio.”

Relata que ha hecho amistad con muchos de los vecinos del área donde ha pesquisado. “Son personas disciplinadas, hay unos cuantos adultos mayores, que se cuidan mucho y no salen de las casas. Hasta ahora no he tenido sospechosos de la enfermedad.”

Este joven de 24 años, amante de la poesía, la lectura y la música romántica, aún tiene una ilusión que cumplir una vez que realice el sueño de convertirse en doctor: estudiar Medicina Interna, una especialidad que le apasiona y que, a su entender, es una de las más completas.

Por lo pronto, es feliz en Ciego de Ávila, junto a su novia Yillian, estudiante de segundo año de Medicina, escribe versos, estudia a la hora que le es más conveniente, sin tener que hacerlo a escondidas, sino a plena luz.

Tomado de Invasor.
Texto: Iraida María Hernández Prado    foto: Osvaldo Gutiérrez Gómez

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