El primero que nos enseñó a sentir a la humanidad como Patria
Palabras pronunciadas por el Embajador de Cuba en Italia, José Carlos Rodríguez Ruiz, el 19 de mayo de 2021, en la develación del busto de José Martí, en la plaza homónima ubicada al ingreso de la Embajada cubana en Roma, Italia.
Saludo y le doy las buenas tardes a todos los presentes.
Embajador y amigo René Mujica,
Estimados Embajadores de Panamá, Perú y República Dominicana ante la República Italiana.
Estimado Director Ejecutivo del Instituto Italo-Latino Americano. Estimados Secretarios de Cultura y de Asuntos Socioeconómico del propio IILA.
Otros representantes del Cuerpo Diplomático acreditado en Roma y ante los Organismos Internacionales con sede en esta ciudad.
Representantes de la ampliamente patriótica comunidad de cubanos residentes en Italia.
Dirigentes y representantes de varios partidos, fuerzas políticas y sociales que hoy nos acompañan.
Presidentes y representantes de la Asociación Nacional de Amistad Italia – Cuba, La Villetta y otras organizaciones del amplio movimiento de solidaridad con el pueblo cubano.
A todo el personal de las Embajadas cubanas acreditadas en Italia y ante los Organismo Internacionales y la Santa Sede.
Estimados todos,
Hace 126 años, un día como hoy, en los maniguales de Dos Ríos, en el oriente de Cuba, a la luz del sol, el 19 de mayo de 1895 caía de su caballo, mientras combatía por la independencia de nuestra nación, José Julián Martí Pérez, político, escritor y revolucionario cubano, organizador principal y líder de la guerra definitiva y del espíritu independentista del pueblo de Cuba. Figura con mérito inagotable, reconocida y cuidada como nuestro Héroe Nacional, fundamento nutricio del presente cubano, de la Revolución Cubana, y de nuestros desvelos y empeños en defensa del derecho a seguir construyendo, soberanamente, una sociedad siempre más justa y digna para todos sus ciudadanos.
Y hoy tenemos la satisfacción de conmemorar esta fecha, notable para Cuba, consumando un anhelo cultivado desde hace años 20 años: inaugurar la Plaza “José Martí” al ingreso de esta Embajada, presidida por un busto a su figura dedicado.
Permítaseme reconocer en modo muy especial a la Embajada cubana ante la Santa Sede, al Embajador René Juan Mujica, y a su Ministro Consejero, el también amigo Enrique González, a quienes agradezco el gesto de propiciar en modo diligente transferir desde esa Misión diplomática, para su colocación definitiva en esta plaza, que es también territorio de Cuba, el busto de José Martí, de singular valor artístico, simbólico y belleza, que allí se cuidaba. Tuvieron ellos, por lo cual les agradezco, la comprensión y sensibilidad necesaria para compartir con nosotros el propósito de colocarlo en este espacio de convivencia italo – cubano y multilateral, este espacio para el florecimiento de visiones y acción, bajo el influjo inspirador de Martí.
En minutos develaremos, aquí, este busto, hecho en mármol Aqua Bianca, que fue considerado por Eusebio Leal como una de las más hermosas piezas de arte consagradas al líder independentista cubano. Su creador fue Ugo Luisi, como refirió el Embajador Mujica, nacido en Pietrasanta, provincia de Lucca, el 15 de noviembre de 1877. Entre finales de aquel siglo XIX y los primeros años del siglo XX, este artista laboró en Centroamérica y el Caribe. Pero, su impronta mayor se materializó en Cuba, donde su aporte al patrimonio monumentario y artístico es significativo. Varias son las ciudades, plazas y lugares protegidos en Cuba donde se conservan obras de Ugo Luisi. Ese legado del escultor italiano ha hecho que su nombre sea ostentado hoy por la Escuela Taller, inaugurada en 1998, con aporte de la cooperación italiana, por la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba, una de las ciudades cunas del proceso histórico revolucionario iniciado en las postrimerías del siglo XIX y que hoy sigue su curso rebelde.
José Martí, fue también poeta de fina sensibilidad, uno de los intelectuales y escritores más importantes de América Latina y el Caribe, y de la lengua española, creador de una obra enorme, por su dimensión, lucidez e influencia para el destino de su nación y del mundo; un agudo cronista de su tiempo; un hombre seducido por el amor, seductor y dador de belleza, de humana bondad; en fin, un hombre revolucionario, que nos confirma que solo los que aman pueden ser verdaderos revolucionarios.
En enero de 2019, mientras conmemorábamos su natalicio, en torno al monumento que perpetúa su memoria en los Jardines del EUR, también en Roma, en alta voz conminé a preguntarnos ¿cómo alguien así, que abogaba por la paz y hacía del respeto a los otros un arte de vida, fue capaz de consagrar los últimos años de su corta existencia a organizar una guerra, que denominó necesaria, por la independencia de Cuba? ¿Cómo un hombre así, sin formación militar, fue capaz de convocar y conducir, a esa guerra mayor por la soberanía, a generales de guerras precedentes y a un pueblo que terminó forjándose bajo el grito de libertad y el temple de los machetes?
Las razones y la fuerza le vinieron de sus convicciones firmes de justicia, las que Martí cultivó desde sí, para todos los cubanos y para su región. Una justicia que no se ciñe al individuo. Una justicia que se asienta y edifica permanentemente en el derecho de una nación a ser soberana e independiente, para el bien común propio y de otros pueblos. Porque solo en el entendimiento juicioso y respetuoso entre las naciones puede darse un mundo de paz y equidad. Y para ello se empeñó por la unidad de todas las fuerzas progresistas de la nación y también abogó por la unidad, aún en su diversidad, de toda América Latina y el Caribe.
Y esa visión, que atraviesa toda su obra y acción, es coherente con uno de sus apostolados fundamentales: patria es humanidad. ¡Qué sencilla grandeza del ideario martiano! Debería ser esa, la humanidad como patria y la justicia como fundamento, una de las banderas de las jóvenes generaciones en los empeños por un mundo mejor.
Es el mismo espíritu con el que, con sus batas blancas y símbolo de pureza, vinieron a Italia, en marzo y abril de 2020, formando parte de dos brigadas de intervención de emergencia y solidaria del Contingente “Henry Reeve”, decenas de médicos y enfermeros de Cuba para apoyar, con su modestia, humanismo y alta profesionalidad, al personal sanitario italiano en la dura batalla de aquellos meses iniciales y dramáticos contra la pandemia de la COVID 19. Gratificante resulta constatar la gratitud sencilla del pueblo italiano, el flujo de amor y simpatía reforzado entre italianos y cubanos, lo cual ningún instigador al odio podrá macular.
Por el contrario. Hoy mismo, hemos recibido la noticia de que la Junta Comunal de Crema acaba de aprobar que la plaza de esa ciudad donde el pasado año funcionó el hospital de campo anti COVID 19, en el cual trabajó el personal sanitario de Cuba, sea a partir de ahora intitulada “Brigada Cubana Henry Reeve”. Agradecemos a todos los miembros de la Junta por ese gesto y en especial a su Alcaldesa Stefania Bonaldi. Amor con amor se paga.
El aporte de José Martí a la consolidación y fundamento mismo de la nación cubana es enorme e imposible de encuadrar. Su ideario y su consecuente accionar están definitivamente incorporados en la conciencia cubana, como también lo está la impronta indoblegable y la obra revolucionaria de Fidel Castro.
Pero, José Martí no fue solo el líder de la guerra por la independencia del colonialismo español, no fue solo el héroe que se consagra universal en las postrimerías del siglo XIX. Fue ante todo un hombre de su tiempo, al que se entregó a plenitud, y a la vez un agudísimo detector y obrador de un tiempo futuro.
Residente por largo tiempo en los Estados Unidos, Martí percibió muy temprano y como ningún otro en Occidente por aquellos tiempos, las esencias injustas de la sociedad y del imperialismo estadounidense. Ya en abril de 1888 alerta del engaño que, a partir de las manipulaciones del magnate de los medios William Randolph Hearst, avanzando el siglo XX, adquiría tintes hollywoodianos y como nube amenazante se convertiría en construcción artificial de presunta verdad: “…el sistema en que la magistratura, la representación nacional, la Iglesia, la prensa misma, corrompidas por la codicia, habían llegado, en veinticinco años de consorcio, a crear, en la democracia más libre del mundo, la más injusta y desvergonzada de las oligarquías.”
Y no sólo comprendió lo nefasto de la médula estadounidense. A su amigo mexicano Manuel Mercado, en carta célebre e inconclusa, pocas horas antes de su caída en combate, dijo: “Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.”
«Cuba debe ser libre —de España y de los Estados Unidos», dejó dicho en uno de sus cuadernos de apuntes. Y esa fue la opción histórica abrazada por el pueblo cubano, tras su lucha por la liberación definitiva y, con el ímpetu de la Revolución Cubana, la construcción de una mejor sociedad, pensada no para el beneficio de unos pocos sobre los que son más, sino para el bien de todos, como lo quería José Martí.
Y es esa, la decisión inclaudicable de independencia y justicia de los cubanos, la que no perdona la más fuerte potencia hegemónica de la era moderna, que mantiene desde hace más de 60 años y hasta el día de hoy, un bochornoso bloqueo económico, comercial y financiero contra el noble pueblo cubano, con el propósito malsano de crear incesantemente dificultades para agobiar nuestra vida cotidiana, provocar insatisfacciones y desaliento, obstaculizar como ningún otro factor nuestro desarrollo económico y social, e intentar cercenar, mediante una persecución, sin límites de recursos ni decencia, los vínculos normales de otros países con Cuba.
Pero, lo saben todos los aquí presentes y millones de personas en el mundo, Cuba no claudicará, Cuba no se avasallará al poderoso del Norte. La indignidad es la peor de las pobrezas con las que puedan vivir los pueblos y los seres humanos.
Nos hemos forjado en largas batallas por nuestra independencia y por nuestra soberanía; hemos afrontado desafíos que parecían invencibles y muchísimos riesgos; y hemos construido una obra muy importante, que estamos dispuestos a defender hasta las últimas consecuencias. Y seguiremos haciendo mejor esa obra, muy a pesar de los adversarios, sean éstos poderosos, fundamentalistas ideológicos, camuflados políticos o apátridas escuálidos.
La de Martí fue una vida corta, pero desbordada por la intensidad del pensamiento revolucionario y la acción coherente, tal vez como no logró ningún otro en su tiempo.
José Martí murió físicamente demasiado temprano, mucho le quedaba y era necesario que hiciera. Pero Martí forjó principios justos, que aún desde el reducto de una cueva pueden ser más poderosos que un ejército. Y definitivo inspiró el destino soberano de Cuba como parte de un mundo que quiso en armonía. Su legado, asumido por Fidel Castro y por el pueblo cubano, fue y seguirá siendo clave en la Revolución Cubana.
Pudiera parecer desproporcionado el denominativo de plaza si se midieran solo las longitudes físicas de este espacio. Una de las acepciones contenidas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española dice que plaza es un lugar ancho y espacioso dentro de un poblado, al que suelen afluir varias calles. Pero, a la vez afirma que es un sitio o lugar dedicado a una persona, y también el suelo del horno. Y he aquí que nos encontramos en un sitio que a partir de hoy ha de ser brasero donde se forjen y expandan los ideales afines a un destino bueno y justo para el equilibrio del mundo, por el que él luchó y dio la vida. Las dimensiones de la inspiración no se pueden medir en centímetros, el influjo de Martí no tiene confines, ni puede ser constreñido.
Aquí, desde esta Roma, a donde, según un refrán, todos los caminos conducen; desde esta plaza y por todos los senderos posibles, en su andar prolongado por los caminos del mundo, seguirá obrando José Martí, con sus razones de presente y futuro, con su mirada de desafío amoroso, capaz de afrontar las más duras adversidades, como también lo hace el propio pueblo cubano, nos seguirá urgiendo, continuará convocándonos a la batalla cotidiana por el ser humano y por un mundo mejor.
Orgullosos nos sentimos los cubanos, sabiéndonos y asumiendo la tremenda responsabilidad de ser portadores primarios de la trascendental herencia de José Martí. Pero, también orgullosos de que ese hijo de Cuba, nuestro Héroe Nacional, sea reconocido como un latinoamericano – caribeño con un liderazgo fundacional y aún conminatorio para la siempre necesitada defensa de la soberanía e independencia de nuestros pueblos. Y, también, de que ese hombre de inusual sensibilidad y determinación, a dos siglos de su obra de vida, no haya muerto aquel 19 de mayo de 1895, en los campos de batalla por la liberación de nuestra amada Cuba, sino de que hoy siga cabalgando sin fronteras, por doquier sea necesaria la justicia, conminando a la equidad humana y sembrando amor.
Martí no es una frase, no es una piedra conmemorativa. Martí convoca y une. Martí es fragua de ideas, ejemplo de actuación consecuente y augurio dignificador. Tengámoslo día a día presente, inspirándonos cada instante. Martí debe seguir urgiendo, sembrando con sus razones encendidas y su pecho de cara al sol, vivo entre nosotros. Seamos conscientes, seamos consecuentes. Él nos enseñó que el mejor modo de decir es hacer. Él es nuestro, y de todos, el deber.
Como lo hizo Martí, valga reafirmar hoy nuestro compromiso profundo con la vida, con la patria y con la humanidad. #MartíVive
Muchas gracias,





