Ya por el año 1868 en la finca La Damajagua, en Manzanillo, poblado al oriente de Cuba, el sentimiento hacia el esclavo, hacia el negro, era muy diferente a Occidente; por lo que, vistos como iguales y como hombres libres, fueron invitados por Carlos Manuel de Céspedes a unirse a la lucha que inauguraba ese amanecer del 10 de octubre.
Las circunstancias y fulgor histórico de los mambises les fueron cómplices a las ideas revolucionarias de sus líderes del oriente y centro de la Isla, y el despojo de las riquezas de sus hombres como Francisco Vicente Aguilera y Pedro Figueredo, dueños de ingenios azucareros en Manzanillo y otras zonas de Bayamo, los cuales aportaron sus propiedades para el inicio de la lucha.
Por lo que no se hizo esperar lo que era candente y determinado. La hora de la lucha era impostergable, ya los cubanos habían decidido la vía de las armas contra la dominación española, desde que se iniciara la colonización de Cuba en 1492.
En el año 1868 comenzó la organización, coordinación e inicio de la lucha por la soberanía de Cuba, y con ello se iniciaba la historia de las guerras independentistas de Cuba, con la Guerra de los Diez años.
Fue en Las Tunas, en San Miguel del Rompe, a solo 30 kilómetros de la cuidad, donde se conspiraría tiempo antes para la coordinación de la lucha armada. El secretismo necesario bajo el cual se realizó esta reunión y las posteriores, permitieron que los acuerdos de la organización para el alzamiento en armas fueran llevados a cabo por los terratenientes y destacados delegados de la Junta de Bayamo y de Camagüey.
La voz de Carlos Manuel de Céspedes fue especialmente escuchada, pues presidió la reunión por ser el de mayor edad entre los presentes.
Versa la historia que allí expresó: “Señores: la hora es solemne y decisiva, el poder de España está caduco y carcomido. Si aún nos parece fuerte y grande, es porque hace más de tres siglos que lo contemplamos de rodillas. ¡Levantémonos!”.
Sus ideas allí eran solo el cimiento de lo que ya su pensamiento había aunado en su periplo por Europa en su juventud y en sus lecturas sobre la historia de América y sus estudios de Derecho. Además de las ideas compartidas con otros compañeros, personalidades de la época, ya sea en las reuniones de la junta bayamesa o en la logia masónica.
Amaba también la música, el ajedrez y poco después de iniciada la lucha se declararía como el Padre de la Patria cuando expresó, “que era el padre de todos los cubanos”. Con dolor no cedió al chantaje cuando los españoles tomaron prisionero a uno de sus hijos, para luego asesinarlo.
Los instigadores argumentaban la necesidad de crear las condiciones propicias para iniciar el combate armado; y otros, entre los que se destacaba Carlos Manuel de Céspedes, apoyaban la tesis del levantamiento inmediato y con las armas que se le arrebatasen al enemigo. Se acordó entonces que Salvador Cisneros viajara a La Habana y Augusto Arango a Las Villas para darle carácter nacional al alzamiento.
Días antes del alzamiento se efectuó la reunión entre los delegados bayameses en Manzanillo, y allí las ideas quedarían plasmadas en el Manifiesto de la Junta revolucionaria como plataforma de lucha para los años venideros, quedaba explícito que Cuba independiente era posible, y que, si se rompía el yugo colonial, se ponía fin a la esclavitud. La libertad de los esclavos significó una revolución social, aparejada al progreso y modernidad de los ingenios azucareros en el país.
Pronto marcharon y el mismo día 11 el Ejército Libertador enfrentó su primer combate, lo que sería también su primera derrota, “El combate de Yara”. Allí pronunció la célebre frase: “doce hombres bastan para alcanzar la independencia de Cuba…”. Momentos que marcaron la expresión de la cubanía, de la soberanía e idiosincrasia del pueblo que había decidido ser libre de España o de cualquier otra metrópoli opresora.
La cuidad de Bayamo fue la primera en recibir a Céspedes y sus hombres, y es allí donde se conocen las estrofas de La Bayamesa, el que es hoy nuestro Himno Nacional, compuesto por el músico e independentista Perucho Figueredo. Serían las letras y armonía que representarían a toda la nación, como el más bello de los cantos insurrectos.
En pocos días la revolución iniciada por Céspedes fue común entre los orientales y camagüeyanos. Se escribía así en aquel entonces y por más de 120 años, uno de los más importantes sucesos históricos que fueron marcando el rumbo de la historia de Cuba, no exento de errores, pero sí bordado de la herencia patriótica de los cubanos hasta hoy. Supo la metrópolis de los cubanos, de sus irrenunciables deseos soberanos de ser libres e independientes. Sentirse más cubanos.