INTERVENCIÓN DE ANAYANSI RODRÍGUEZ CAMEJO, EMBAJADORA DE CUBA ANTE LAS NACIONES UNIDAS, EN ACTO DE SOLIDARIDAD PARA RENDIR TRIBUTO AL COMANDANTE EN JEFE, FIDEL CASTRO RUZ. NUEVA YORK, 4 DE FEBRERO DE 2017.
Queridos amigos de Nueva York, de Harlem, de Latinoamérica y otras partes del Mundo y de Cuba:
En nombre de nuestra Misión Permanente ante las Naciones Unidas, quiero agradecerles sinceramente por habernos invitado a esta jornada de homenaje al Comandante en Jefe Fidel, que se realiza precisamente en este lugar que es todo un símbolo para la comunidad de Harlem, para esta ciudad y para este país. Para los cubanos es un lugar emblemático por las mismas razones que para ustedes y, además, por lo que significó para Fidel la relación con el Líder Malcolm X, quien ofrendó su vida en este lugar, a donde hemos llegado también para rendir tributo a su memoria.
Resulta particularmente difícil expresar en breves palabras un sentimiento como el que nos embarga, al hablar de alguien a quien consideramos un padre y quien es un indiscutible líder revolucionario de talla universal.
Permítanme solamente referirme a momentos de su vida que lo vincularon a esta ciudad y a su gente. Como lo hizo el Héroe Nacional cubano José Martí cuando preparaba la guerra necesaria para librar a Cuba de España, poco más de 60 años después Fidel arribó también a Nueva York, en octubre de 1955, con el mismo propósito: aunar voluntades de cubanos y norteamericanos patriotas y dignos para reorganizar el movimiento revolucionario y recaudar fondos para la lucha. Correspondió a New Jersey ser el lugar donde Fidel organizó el primero de los seis clubes revolucionarios que se fundaron en los Estados Unidos.
Pero fue precisamente aquí en Manhattan, el 10 de octubre de 1955, en un acto en el que participaron casi 800 personas, cuando expresó aquel compromiso histórico: “En 1956 seremos libres o seremos mártires”. La promesa fue cumplida y en 1956 zarpó desde México en el yate “Granma” rumbo a la Historia.
Recordemos ahora su primer viaje a Nueva York luego del triunfo de la Revolución; fue en septiembre de 1960, para asistir a la Asamblea General de las Naciones Unidas, esta vez como victorioso Jefe de Gobierno de la Isla rebelde.
Repasemos el escenario de aquel nuevo encuentro con la ciudad de Nueva York: a sólo un año del triunfo de 1959 crecía ya exponencialmente la hostilidad del gobierno de los Estados Unidos contra Cuba. La Agencia Central de Inteligencia tenía ya prácticamente lista la agresión mercenaria que se produciría en la primavera del año siguiente. Y aquí, en los Estados Unidos, la delegación cubana fue recibida por las autoridades con mucha hostilidad. También aquí estaba en plena efervescencia el movimiento por los derechos civiles, cuyo componente principal fue la lucha contra la discriminación racial.
De modo que en ese contexto llega a Nueva York la delegación de barbudos encabezada por el Comandante en Jefe.
Aun cuando tenía muchas cosas que decir ante la Asamblea General de las Naciones Unidas -y las dijo- para llevar al mundo la verdad sobre la joven Revolución cubana y expresar su visión sobre los graves problemas internacionales de aquellos días, no olvidó recordar la mano amiga que el pueblo de Nueva York le tendió. En aquel discurso en la ONU, dijo Fidel, y cito:
“Cuando nosotros fuimos obligados a abandonar uno de los hoteles de esta ciudad y nos dirigimos a la sede de las Naciones Unidas mientras se hacían otras gestiones, hay un hotel, un hotel humilde de esta ciudad, un hotel de los negros de Harlem que nos dio alojamiento.”
En esta comunidad ya se había creado un comité de bienvenida, uno de cuyos miembros fue Malcolm X, el extraordinario líder afroamericano con quien Fidel se entrevistó en su habitación del hotel.
Así, gracias a la solidaridad de este pueblo llegó Fidel al Hotel “Theresa”, en el corazón de Harlem. Y Fidel también dejó su corazón aquí.
Volvió a esta ciudad casi 20 años después, en 1979, para intervenir en la ONU en su condición de Presidente del Movimiento de Países No Alineados y luego en 1995 y en 2000. En estas dos últimas ocasiones pudo sentir nuevamente el calor solidario y la amistad de este pueblo, en los emotivos encuentros que se organizaron aquí. Y Fidel siempre devolvió ese cariño con sinceridad y amor.
Baste recordar, entre muchos ejemplos, la amistad entrañable que profesó hacia el Reverendo Lucius Walker, fundador del Movimiento Pastores por la Paz. Lucius y Fidel sentían un gran respeto el uno por el otro. Fidel y el pueblo cubano supieron aquilatar desde los primeros momentos su entereza de carácter, su fidelidad a los principios que defendió aun a riesgo de su propia vida, su valentía, su profunda fe. Mi pueblo jamás olvidará aquellas imágenes transmitidas a todo el mundo en que activistas de Pastores por la Paz, con Lucius al frente, se enfrentaron a efectivos fuertemente armados en la frontera con México para llevar a Cuba aquella preciosa carga de solidaridad. Lucius fue, al igual que Fidel, un soldado de las ideas. Hoy sus cenizas reposan en La Habana cumpliendo su última voluntad. Pero sus ideas, como las de Fidel, están aquí con nosotros, en nuestros corazones.
No puede hablarse de las muestras de solidaridad del pueblo de Estados Unidos hacia Cuba sin mencionar a aquellos precursores que, desafiando las amenazas de un gobierno contrario a todo cuanto significara solidaridad con Cuba, fundaron la Brigada Venceremos a finales de los convulsos años 60 y protagonizaron páginas de heroísmo que jamás olvidaremos. Tampoco olvidaremos jamás al héroe Carlos Muñiz Varela, miembro de la Brigada que cayó asesinado por los enemigos de la Revolución cubana; por quienes quisieron impedir que se construyera una relación normal entre nuestros pueblos. La Brigada Venceremos siempre ocupó un lugar especial en el pensamiento de Fidel. Deseo recordar fragmentos de las palabras que le dedicó a la Brigada en un discurso que pronunció el 26 de julio de 1970. Dijo Fidel refiriéndose a ellos y al pueblo de los Estados Unidos: “Somos los primigenios de este camino revolucionario (…) pero no los únicos! Y algún día más tarde o más temprano seremos los pueblos de América Latina (…) Y no para enfrentarnos a un imperialismo poderoso, sino para convivir unidos también a un gran pueblo (…) el pueblo de Estados Unidos. De ese pueblo no somos enemigos (…) Y por eso podemos decirle al pueblo americano, como también a esos jóvenes que vinieron (…) a ayudarnos y que tan expresivo y conmovedor mensaje nos enviaron: ¡Sí, juntos todos! (…) juntos con el pueblo americano, venceremos, venceremos!”
Como ustedes bien conocen, esas muestras de amistad y solidaridad de Fidel hacia este pueblo también se extendieron hasta los jóvenes. A partir de la idea de Fidel de ofrecerles la oportunidad de estudiar medicina en Cuba, un grupo de muchachos y muchachas humildes de diferentes regiones de los Estados Unidos, varios de ellos de Nueva York y de esta propia barriada de Harlem, han podido convertirse en médicos para trabajar en las comunidades pobres y afro norteamericanas. No lo consideramos algo extraordinario. Ha sido, como nos enseñó Fidel, una forma de saldar una deuda de gratitud, solidaridad y amistad que rebasa cualquier consideración económica o de otro tipo.
Así, de muchas maneras, expresó Fidel su amistad con este pueblo. Y con el paso de los años, a pesar de actitudes hostiles, a pesar del bloqueo que aún nos hiere, sus sentimientos hacia ustedes nunca cambiaron. Y en su cotidiano contacto con nuestro pueblo fue esa la percepción que nos transmitió.
Así fue y así es Fidel, porque sigue vivo en cada uno de nosotros, porque de Fidel nunca se podrá hablar en pasado. Fue sin duda un verdadero privilegio –para nosotros, y estoy segura que para ustedes también- haber estado junto a él en estos años de lucha.
De él, los cubanos aprendimos que una Revolución socialista, para ser verdadera, debe mantener la firmeza en los principios. Y no deben existir dudas de que los seguiremos defendiendo hoy y en el futuro, sea cual sea el escenario.
Toda la obra de su vida, dedicada a forjar ese mundo mejor que creemos posible, se multiplica en ustedes, en su firme solidaridad hacia Cuba y reafirma nuestro compromiso de ser fieles al legado de Fidel.
No olvidaremos jamás el firme respaldo que hemos recibido siempre de los hijos de Harlem y de todos los hijos dignos de este país, que son los mismos que en número cada vez mayor desean que se levante el bloqueo y que se construya una relación normal y civilizada entre ambos países, sin condicionamientos.
Porque -al igual que Martin Luther King- Malcolm X, Lucius Walker y Fidel tuvieron un sueño. Y somos nosotros, los pueblos cubano y norteamericano, los herederos de ese sueño. Tengo la más profunda convicción de que continuaremos luchando hasta hacerlo realidad!
Y termino con una muy breve frase de Fidel que expresa lo que sentía por esta comunidad y su gente. La dijo aquí, durante aquella visita en 1960, cuando la delegación debía decidir dónde alojarse, luego de haber sido expulsada del hotel donde estaba inicialmente. Ya se había recibido la invitación para instalarse en el hotel Theresa y la reacción de las autoridades de entonces fue tratar de impedirlo ofreciéndole a la delegación cubana incluso alojamiento gratis. Le preguntaron a Fidel cuál sería su decisión y él respondió sin dudar:
“Me voy a Harlem…me voy a Harlem porque allí están mis mejores amigos!”
¡Viva Fidel!
Viva la amistad y la solidaridad entre los pueblos!
¡Hasta siempre, Comandante!
Muchas gracias.