Por Alexander Pellicer Moraga
Estrechar la mano de Fidel en la histórica Damasco marcó para siempre mi vida como joven diplomático y revolucionario.
Corría el mes de mayo del año 2001, y ya estábamos al tanto de la gira del Jefe de la Revolución por países de África Norte y Medio Oriente, donde angustiosamente para nosotros no se incluía Siria.
Sin embargo, la alegría y la euforia fueron inmensas cuando conocimos que el Comandante había decidido hacer una visita relámpago a la heroica y bella Siria. Era un hecho fantástico tener una experiencia como esa, a solo tres meses de haber llegado a Damasco para comenzar el estudio del idioma árabe; recuerdo que me compré mi primer traje para la ocasión.
Días antes de su llegada la Embajada era un hervidero entre llamadas, intercambio de notas y preparativos. Recuerdo que los jóvenes que nos encontrábamos estudiando árabe, uno del ESTI y dos del MINREX, improvisamos un puesto de mando en el lobby de la Embajada para atender todas las llamadas que llegaran en el horario nocturno. Nuestra disposición de cooperar y ayudar en todo lo que hiciera falta desbordaba nuestros límites.
En la víspera del arribo de la delegación, el Embajador nos citó en su oficina y nos preguntó que como estaba nuestro inglés, le respondimos que bien, y nos dijo, bueno necesitamos que nos ayuden en las labores de traducción entre el personal de apoyo de la delegación y sus contrapartes sirias.
Nos dieron tareas específicas, uno al hotel, otro a la Embajada y a mí me dieron la misión de asistir a los compañeros que se encargaban de la seguridad del Comandante, esto me dio la posibilidad de ser parte del equipo que viajaba en la caravana de autos que acompañaron a Fidel en las visitas y actividades que realizó, entre ellas a la unidad militar donde en 1973 tropas cubanas estuvieron dispuestas a dar su vida por el hermano pueblo sirio en su lucha contra Israel.
La visita a la unidad militar fue particularmente emotiva, era evidente la emoción de Fidel y su orgullo por haber colocado “un granito de arena” en solidaridad con el pueblo sirio y haber cumplido con nuestro deber internacionalista. Como recuerdo el Comandante dejó una bandera cubana para que fuera guardada junto a la heroica bandera de Siria.
Otros lugares visitados fueron la biblioteca Nacional Hafez Al Assad donde el líder cubano rindió tributo al León de Damasco, y la mezquita de los Omeyas, uno de los sitios más importantes para los musulmanes del mundo, y donde unos días antes Juan Pablo Segundo se había convertido en el primer Papa en pisar una mezquita.
La histórica visita de 25 horas pero de una gran intensidad quedará siempre en mi memoria, y podré decir con orgullo hasta el fin de mis días que estreché la mano de nuestro invicto Comandante.
Beirut, 12 de agosto de 2020