Autor: Andrés Zaldívar Diéguez*
Los historiadores del futuro mostrarán asombro al constatar que una guerra tan colosal haya sido enfrentada y vencida exitosamente por el país pequeño y empobrecido.
A pesar de que se cumplen hoy 55 años de la firma por el presidente de Estados Unidos John F. Kennedy de la Orden ejecutiva 3447, titulada Embargo sobre el comercio con Cuba, este es un tema de la más completa actualidad. Este texto prohibió las importaciones a los Estados Unidos de los productos de origen cubano o importados desde o a través de Cuba, así como mantuvo la prohibición de todas las exportaciones de los Estados Unidos a Cuba, adoptada 16 meses antes.
Después de los anuncios del 17 de diciembre del 2014, en que el presidente Barack Obama reconoció el fracaso de la política seguida contra Cuba, son muchos en el mundo los que creen que ya el bloqueo es cosa del pasado. La realidad es que se mantiene.
Las presiones económicas se habían iniciado desde el triunfo contra la tiranía batistiana en enero de 1959; poseen una finalidad política, la destrucción de la Revolución; se han aplicado contra todas las esferas de la vida económica y social por 11 sucesivas administraciones; se han realizado no solo desde territorio estadounidense, sino desde todos aquellos países con algún tipo de relación con Cuba; han atraído a esta genocida política a sus aliados en todo el mundo; así como se han aplicado en sistema con otras numerosas acciones, para provocar efectos más devastadores.
Al iniciarse este tipo de acciones contra Cuba, Estados Unidos controlaba la exportación y los diferentes canales de comercialización azucarera; nacionales suyos poseían alrededor de un millón 200 000 hectáreas de las mejores tierras; controlaban directamente los servicios de electricidad y telefónicos, el abastecimiento de combustible, el crédito bancario, y parte importante de las pocas industrias existentes. Hacia Estados Unidos se dirigía el 60 % de las exportaciones, y de allí provenía entre el 75 y el 80 % de las importaciones. Se repetía la lucha entre Goliat y un pequeño David antillano que luchaba por lograr su independencia política y económica y alcanzar la justicia social.
En documento de julio de 1959, de la Oficina de Asuntos Económicos Regionales del Departamento de Estado, se puntualizaba que «con la firma de la Ley de Reforma Agraria se mostró claramente que nuestra esperanza original era vana: el gobierno de Castro no es del tipo que merezca salvarse». Dentro de las medidas a aplicar, se mencionaban ya las de guerra económica, y algunas, por ejemplo la no devolución de fondos robados por personeros del régimen batistiano, se habían comenzado a aplicar desde los primeros instantes posteriores al triunfo.
En abril de 1960, como parte de las acciones que culminaron con la invasión por Bahía de Cochinos el año siguiente, el subsecretario de Estado Lester I. Mallory puntualizó aún más la finalidad política perseguida: «debilitar la vida económica de Cuba [...] a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno».
En la también fracasada Operación Mangosta, de 1962, se pretendió lograr un alzamiento popular contrarrevolucionario, y en sus documentos programáticos se decía que aquella sublevación requería «… un movimiento de acción política fuertemente motivado y arraigado en Cuba [...] La acción política será apoyada por una guerra económica que induzca al régimen comunista a fracasar en su esfuerzo por satisfacer las necesidades del país [...]».
Una de las 14 medidas de presión económica comenzadas a aplicar entonces, la 11, fue la que hoy, con rechazo, recordamos: tomar como pretexto la preparada expulsión de Cuba del concierto regional, durante la VIII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA, realizada en Punta del Este, Uruguay, en enero de 1962, para establecer el bloqueo económico. La respuesta cubana, apenas una semana después, la recordamos con orgullo: la Segunda Declaración de La Habana.
Desde entonces han ido de la mano las estrategias políticas más amplias para destruir la Revolución y las presiones económicas que trajesen consigo la mayor inestabilidad interna y un ansiado y nunca conseguido levantamiento popular contrarrevolucionario.
Continuaron el legado de Dwight D. Eisenhower y John F. Kennedy las administraciones de Lyndon Johnson, Gerald Ford y Richard Nixon. Durante la administración de James Carter se flexibilizaron algunas de las medidas existentes, aunque no alcanzaron logros significativos. Al final de su mandato se promulgó una de las leyes importantes en el entramado del bloqueo, la Ley de Administración de las Exportaciones, de 1979. Fueron muy agresivas las administraciones de Ronald Reagan (años 80) y George Bush (que en 1992 aprobó la Ley Torricelli, que prohíbe el comercio cubano con subsidiarias en terceros países de empresas estadounidenses) o la de William Clinton, que legó para la posteridad, en 1996, la Ley Helms-Burton, y con ello el traslado al Congreso de las facultades para el levantamiento del bloqueo, y la prohibición de transacciones en las que intervengan propiedades estadounidenses nacionalizadas en Cuba; así como la Ley de Reforma a las Sanciones y de Expansión del Comercio, del 2000, que prohibió los viajes con fines turísticos a Cuba y el otorgamiento de créditos federales y privados a Cuba y la obligación de pagar en efectivo y por adelantado las limitadas ventas de alimentos que se autorizaron entonces. Las ofensivas anticubanas de la administración de W. Bush, de los años 2004 y 2006, en mucho recordaron la beligerancia de los primeros años de la década del 60. Otro tanto podría decirse de la implacable persecución de las finanzas cubanas durante la administración Obama. El costo del bloqueo para Cuba se ha estimado en 125 873 millones a precios corrientes (cifras dadas a conocer en Informe del Minrex al Secretario General de la ONU del 2016), lo que se eleva a 753 688 millones tomando en cuenta la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional.
La guerra económica se concentró en sus primeros momentos en lo comercial, y a partir de las Regulaciones de Control de Activos Cubanos (julio de 1963) fueron congelados los activos cubanos en bancos estadounidenses y se inició la persecución de las transacciones financieras de la Isla con terceros países en dólares estadounidenses o a través del sistema bancario rectorado por ellos.
Las medidas contra instituciones o personas de terceros países que se relacionan con Cuba o instituciones cubanas son acciones extraterritoriales que a fuerza de repetirse se convierten en normales. La multa aplicada el 30 de junio del 2014 al banco francés BNP Paribas, por un valor de 8 970 millones de dólares, así lo atestigua.
La guerra económica se realiza en cualquier país donde pueda existir un interés nacional o labore un nacional cubano. El Comité de Conferencias del Congreso aprobó, en octubre de 1989, que se incrementase a la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento de Tesoro en 40 nuevos empleados y una asignación extra de dos millones de dólares, en aras de incrementar la persecución contra Cuba a escala planetaria.
Las medidas del bloqueo económico, comercial y financiero se han tornado mucho más agudas cuando se han aplicado en sistema con otras acciones. En una denominada «Política encubierta y programa integrado de acción contra Cuba», aprobada por el presidente Kennedy el 18 de junio de 1963, se expresaba que las medidas económicas estadounidenses abiertas, en conjunción con obstaculizaciones económicas encubiertas, causarían un efecto adverso en la economía cubana, con un máximo impacto si se combinaban con las acciones de sabotaje. A un agente de la CIA que laboraba en la refinería Ñico López, en noviembre de 1964 le instaban a informar las necesidades de «repuestos críticos» así como quiénes eran los fabricantes, cómo se embarcaban y recibían en Cuba, explicando que requerían esos datos «para el bloqueo efectivo del suministro de partes críticas». La sección 108 de la Ley Helms-Burton prácticamente eleva a la categoría de ley el espionaje sobre la economía cubana.
Los historiadores del futuro mostrarán asombro al constatar que una guerra tan colosal haya sido enfrentada y vencida exitosamente por el país pequeño y empobrecido contra el que se ha aplicado durante tan largo periodo de tiempo. Ha podido hacerse así, contando con José Martí, que dijo que un principio justo desde el fondo de una cueva es más poderoso que el más fuerte de los ejércitos, así como durante la mayor parte de este tiempo con la guía del Comandante en Jefe Fidel Castro, que aglutinó al pueblo en la defensa de sus valores más sagrados, en aras de enfrentar y vencer las intenciones desestabilizadoras de los enemigos de la nación.
* Investigador del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana. Autor de Bloqueo. El asedio económico más prolongado de la historia.