Intervención del ministro de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, en el debate general de la Conferencia Ministerial del Grupo de los 77 más China

«Alcanzar los ODS abordando los desafíos actuales y construyendo la resiliencia contra las futuras crisis». Nueva York, 15 de diciembre de 2022

Señor Presidente,

Distinguidos invitados,

Los desafíos y aspiraciones comunes que motivaron la fundación de este Grupo, hace casi seis décadas, conservan hoy marcada vigencia.

Contrario a la Agenda 2030, el Sur continúa siendo el último eslabón del desarrollo global. Paradójicamente, somos la fuente principal de materias primas, productos básicos y fuerza de trabajo a nivel mundial, pero se nos excluye del desarrollo tecnológico y el progreso.

Representamos a los más endeudados, aquellos que tienen que gastar hasta el 14% de sus ingresos solo para pagar intereses asociados a la deuda externa, cuyo monto principal ha sido pagado ya varias veces, mientras los países más ricos incumplen su compromiso de destinar al menos el 0,7% de su Producto Nacional Bruto a la Ayuda Oficial al Desarrollo.

Somos despojados por un sistema que concentra el 38% de las riquezas en manos del 1% más poderoso, mientras condena al 50% de la población mundial a sobrevivir con apenas el 2% de estas riquezas generadas y somete a más de 700 millones a la pobreza extrema.

Dos mil 300 millones de personas sufren hoy de inseguridad alimentaria moderada o grave, acentuada por un patrón desigual de recuperación tras la pandemia de la COVID-19. De no corregirse el rumbo, el Objetivo de Hambre Cero habrá quedado solo en una promesa política y en los sueños frustrados de los más de 670 millones de personas que pasarán hambre en 2030. Se trata de una cifra similar a la del 2015, precisamente cuando se estableció el objetivo de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición para fines de esta década en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Señor Presidente,

Alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible requiere voluntad política real de los países desarrollados, que son los que cuentan con los recursos y tienen además el deber histórico de aportarlos.

No puede justificarse ni ética, ni moralmente, la inexistencia de financiamiento imprescindible para hacer frente a los retos en materia de desarrollo, cuando se destinan montos multimillonarios para financiar las guerras y la carrera armamentista.

En 2021, cuando eran más necesarios que nunca los recursos para la recuperación después de la pandemia, el gasto militar mundial continuó creciendo hasta el máximo histórico de 2,1 billones de dólares. Fue el séptimo año consecutivo bajo esta tendencia a derrochar recursos imprescindibles para la vida dedicándoloes a sembrar la destrucción y la muerte.

Mientras tanto, el Sur lleva sobre sus hombros el lastre de la pobreza, el subdesarrollo, la deuda y siglos de explotación colonial y deformaciones estructurales. Sostiene, además, la carga de los compromisos incumplidos por una minoría acaudalada, responsable de las asimetrías actuales.

Señor Presidente:

Los esfuerzos nacionales en el cumplimiento de la Agenda 2030 y la Agenda de Acción de Addis Abeba deben ser respaldados con acciones concretas en materia de acceso a mercados, financiamiento en condiciones justas y preferenciales, creación de capacidades, transferencia de tecnologías y cooperación Norte-Sur.

Es necesaria la instrumentación de un mecanismo multilateral de renegociación de deudas soberanas que permita obtener un tratamiento justo, balanceado y orientado hacia el desarrollo.

Deberá substituirse en ese camino, al menos reformarse de manera profunda, la arquitectura financiera internacional, en manos de un pequeño club, que margina a los países en desarrollo, los cuales reclaman justamente una mayor representación y voto en los principales mecanismos de gobernanza económica global.

Es un sistema rehén de políticas unilaterales, como lo demuestra el ilegal y genocida bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de los Estados Unidos a Cuba hace más de seis décadas.

Las graves tensiones que hoy enfrentan los sistemas alimentarios y energéticos a nivel mundial, no pueden atribuirse exclusivamente a factores coyunturales. Son la expresión de una crisis sistémica, generada por los irracionales e insostenibles patrones de producción y consumo. Sus soluciones, por tanto, deben ser estructurales y sistémicas.

No debe aplazarse la acción internacional de enfrentamiento al cambio climático, como tampoco debe convertirse en una carga adicional imposible de asumirse por nuestros países, sin la debida cooperación, apoyo y provisión de financiación por parte de los países desarrollados.

Urge proporcionar financiamiento fresco, adicional, predecible y adecuado para hacer operativo el fondo de pérdidas y daños, recientemente aprobado en la 27 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP-27).

Debe entenderse el indispensable trato especial y diferenciado hacia los países en desarrollo como un acto de elemental justicia y una obligación histórica, no como un ejercicio de caridad o asistencialismo.

Señor Presidente,

Los retos actuales en materia de desarrollo exigen de nuestro Grupo fortalecer como nunca antes el espíritu de lucha y unidad para alcanzar nuestras legítimas demandas.

Hagamos sentir nuestra voz como una sola. Multipliquemos la solidaridad y cooperación frente a la coerción, el unilateralismo y el egoísmo. Reivindiquemos los sueños de prosperidad y justicia social de nuestros pueblos y hagámoslos realidad.

No seamos simples espectadores de nuestro destino. La humanidad necesita que actuemos. Las generaciones futuras lo agradecerán.

(Cubaminrex)

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