Los enredos de la política estadounidense hacia la Isla

Como ha sucedido durante los últimos 40 años, el presidente de los Estados Unidos renovó el martes pasado la vigencia de la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917, que en la actualidad solo se aplica a Cuba.

Resulta un contrasentido que Wa­s­hington continúe, al menos en los documentos, calificando a La Haba­na de «enemigo», justo cuando am­bos países buscan avanzar hacia la normalización de sus relaciones.

¿Cómo entender que Barack Oba­ma visite la Isla y pida «dejar el pasado atrás», para luego renovar una ley con toda la retórica de la Guerra Fría que se sustenta en los intereses de «seguridad nacional» de los Estados Unidos?

Obama, ni ningún presidente a partir del demócrata William Clin­ton, no tiene la potestad de eliminar de­finitivamente el bloqueo, que después del 12 de marzo de 1996 quedó codificado por la Ley Helms-Burton.

Si bien es cierto que las propias autoridades norteamericanas han di­cho que cambian los métodos, pero no los objetivos de su política hacia Cuba, el propio Obama llamó al Con­greso para que trabajara en la eliminación del bloqueo, como parte de los cambios anunciados el 17 de diciembre del 2014.

Entonces, ¿por qué no deja de renovar la Ley de Comercio con el Enemigo?

El bloqueo es una compleja madeja seudolegal integrada por distintas normas con diferentes jerarquías, que van desde simples proclamas hasta otras de mayor rango como disposiciones gubernamentales y leyes.

La Ley de Comercio con el Ene­migo es el eslabón original de la compleja armazón de esa política de agresión contra Cuba. Fue la base legal en la que se sustentó la Proclama Presidencial 3447 emitida por John F. Kennedy en febrero de 1962, la cual decretó la suspensión del comercio como arma de asfixia económica contra la joven Revolución cubana.

Cuando la Helms-Burton codificó el bloqueo, también preservó la autoridad presidencial de autorizar licencias para hacer determinadas excepciones.

Aunque los trasfondos legales son difusos incluso para los entendidos, la clave del asunto radicaría en que unas legislaciones se sobreponen sobre las otras a lo largo de los años, pero no se anulan. De tal manera que aún están en vigor los estipulados de la Ley de Comercio con el Enemigo, de la Ley deAsistencia al Exterior de 1961 y de la Ley de Administración de las Ex­portaciones de 1979, las mismas que empoderan a los departamentos del Tesoro y de Comercio para manejar la aplicación del bloqueo en la práctica, mediante los sistemas de normativas conocidos como las Re­gulaciones para el Control de los Ac­tivos Cu­banos y las Regulaciones para la Administración de las Expor­taciones.

Aunque parezca contradictorio, a través de la renovación de la Ley de Comercio con el Enemigo, los voceros del gobierno de Obama señalan que se están defendiendo las prerrogativas ejecutivas del Presidente respecto a Cuba y la posibilidad de continuar usándolas.

En cualquier caso, que Obama tenga que recurrir a una ley de 1917 para dar pasos elementales entre dos naciones vecinas, es una prueba más de que la política de Estados Unidos hacia Cuba tiene un siglo de retraso.

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Bloqueo