Palabras de la destacada escritora cubana Sonia Rivera Valdés en el Grupo de Amigos del Español de las Naciones Unidas.

20 de febrero de 2023

Charla a Embajadores Grupo de Amigos del Español

Buenos días. Muchas gracias por esta invitación, que me honra, a su Excelencia, Pedro Luis Pedroso, Embajador de Cuba ante las Naciones Unidas, y agradezco la asistencia de los Embajadores Representantes del Grupo de Amigos del Español.

El multilingüismo está reconocido por la Asamblea General de las Naciones Unidas como un valor básico de la organización que contribuye al logro de sus objetivos.

La importancia de tratar de prevenir la extinción, aún de las lenguas que cuentan con un número reducido de hablantes, está ampliamente aceptada y divulgada por los lingüistas más reconocidos. Con cada idioma que muere se pierde un caudal de conocimiento humano. Kenneth Hale, el lingüista y activista profesor de MIT, que hablaba más de 50 idiomas y a quien Noam Chomsky llamó “una verdadera voz para aquellos que no la tienen”, afirmó repetidamente: “la pérdida de un solo lenguaje es como dejar caer una bomba en el Louvre”. Sin embargo, de las casi 7,000 lenguas que aún se hablan en el mundo se estima que cerca de la mitad habrá muerto para finales del siglo 21. 

Para la mayoría de los hablantes de español, una lengua que se encuentra entre las cinco primeras habladas en el mundo, una de las seis lenguas oficiales de las Naciones Unidas y la segunda lengua hablada en los Estados Unidos, lo más probable es que nunca haya sido objeto de preocupación cómo sería ser la última persona que habla su lengua.

Y es cierto, una o un hablante de español no tiene que preocuparse porque su lengua, en su esencial unidad, muera, pero en el mundo existen veintiún países cuya lengua oficial es el español y algunos más donde se habla extensamente, incluyendo los Estados Unidos. Y los hablantes de cada uno de esos veintiún países cuyo idioma oficial es el español se expresan de acuerdo a la variante del español de su país, y dentro de su país cada cual habla de acuerdo a una multiplicidad de factores que han influido en la conformación del modo en que se expresa. Y quienes entendemos que es así tenemos la responsabilidad de aceptar como buena cada una de las variantes de la lengua, y tratar de comprender el porqué de las variaciones de la norma académica en ciertos grupos de la población.

Yo he enseñado español, tanto lengua como literatura, por más de cuarenta años en York College, una de las sedes de CUNY, la Universidad de la Ciudad de Nueva York. York College está situada en South Jamaica, en el distrito de Queens, uno de los lugares del mundo donde se habla una mayor diversidad de idiomas. Con frecuencia he tenido en una clase estudiantes provenientes, ellos o sus familias, de doce, trece, quince nacionalidades distintas de Latinoamérica y el Caribe. Por lo tanto, la norma en esas clases era tener representación de cada uno de los dialectos del español hablado en esos países. Esto representaba una diversidad de maneras de expresarse de las que, definitivamente, aprendí más de lo que enseñé porque no es solamente el dialecto del español hablado en cada país, son los subdialectos de la lengua de acuerdo a la región de donde procedía la o el estudiante y, entre otros factores, el grado de escolarización del entorno donde nació y creció. Hay que recordar que muchos de nuestros estudiantes “han llegado a las aulas de la universidad por los caminos más incómodos de la vida”, expresó de manera acertada Paquita Suárez Coalla, profesora de Borough Community College en un artículo que publicó en España sobre su experiencia como profesora de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.

Julián Marías, el filósofo español, en su discurso de ingreso a la Real Academia Española de la Lengua, el 20 de julio de 1965, expresó lo siguiente: “La lengua es la primera interpretación de la realidad; o si se prefiere, una de las formas radicales de instalación del hombre en su vida…Cada lengua revela, y en cierto modo realiza, un temple vital… La historia de cada lengua es el depósito de las experiencias históricas de un pueblo, precisamente en cuanto ser vividas e interpretadas desde ese temple originario, que es el núcleo germinal o principio de organización de la lengua”.

 El lenguaje define el mundo que nos rodea. Es parte integral de nosotros, nos define, La importancia de expresarnos en la forma en que sentimos ser nosotras mismas, o nosotros mismos, quedó para mí más clara que en ningún estudio que hubiera podido haber realizado en una ocasión en que, recién empezado el semestre académico pedí a mis estudiantes de una clase de composición que escribieran sobre su experiencia durante su primer curso en la escuela primaria. Una de las estudiantes, segunda generación de una familia dominicana de El Cibao, República Dominicana, tenía un excelente promedio general en sus clases en inglés. Su comunicación en español era fluente, por lo tanto, no había tomado los cursos elementales. Pues esta estudiante no hizo su tarea, algo inusual en su conducta. Pidió hablarme después de clases. Me dijo que no podía escribir en español algo creativo, no le salía, decía ella. Tuvimos varias conversaciones sobre el tema, para mí era insólito que no pudiera hacerlo, era capaz de tomar un dictado o de hacer un examen de gramática y obtener una buena nota. Lo peor era que no sabía cómo ayudarla. Una semana después de haber sido asignada aquella tarea, se acercó a mí: “Profesora, ¿puedo escribir en cibaeño?” me dijo.  Por supuesto, le contesté, escríbelo en cibaeño. Yo sabía que se refería a escribir en la misma forma en que hablaba, pero no sabía cómo iba a ser exactamente. En la próxima clase me entregó dos páginas en las que relataba, de manera clara y precisa, sus emociones y su frustración durante el primer grado de escuela primaria. La primera oración decía: “Nadie entendía en mi casa por qué me quemei en primei grado si yo sabía hablar inglés”. Característica de algunos habitantes de El Cibao es cambiar la sílaba er por ei al final de una palabra. Y también en el medio de la palabra, como decir taixi en vez de taxi. Le di buena nota en la tarea y de ahí partimos para enseñarla a expresarse por escrito en español normativo. Y a mí aquella situación me hizo ser mejor maestra, y estar más capacitada para realizar la labor pedagógica que las circunstancias requerían.

El español es el idioma oficial de Cuba desde la llegada de los españoles a finales del siglo XV. La variedad del idioma hablada en la isla es un subdialecto del español caribeño, en el cual las lenguas de los aborígenes americanos mantienen su presencia, sobre todo en sustantivos como ajiaco, guanábana, guacamayo, jimaguas para decir gemelos, iguana, maní, yuca, etc.

La presencia genética de los aborígenes en la población cubana en la actualidad, de acuerdo a los estudios de ADN que se han realizado, abarca el 8% de la población, lo que desmiente el mito de que habían sido extinguidos. Además, estos estudios en la actualidad son muy limitados. Hay que esperar a que se amplíen para tener cifras más precisas.

 En este momento se están realizando diversos esfuerzos porque su presencia tenga la relevancia que merece. Casa de las Américas fundó en el año 2011 el Programa de Estudios sobre Culturas Originarias de América, presidido por Jaime Gómez Triana, vicepresidente de Casa de las Américas.  El programa organiza cada dos años el Coloquio Internacional de Estudios sobre Culturas Originarias de América. El de este año se tituló Pueblos Indígenas: memoria, comunicación e idiomas.

Otro esfuerzo de Casa de las Américas fue el de publicar, en coedición con Mario Picayo y la Editorial Campana, el libro Panchito, Cacique de Montaña: Testimonio guajiro-taino de Francisco Ramírez Rojas (Editorial Campana 2017, Nueva York), escrito por José Barreiro. El libro, traducido al inglés y también publicado por la Editorial Campana se ha usado como texto en cursos universitarios en los EE.UU. En este momento está terminada, aún no publicada, una novela gráfica escrita por Mario Picayo sobre la participación de aborígenes cubanos en las tres guerras de independencia (1868-1898) y centrado en la historia del Regimiento Hatuey integrado en su mayor parte por aborígenes, indios taínos, como prefieren llamarse ellos, que vivían en la zona oriental de Cuba durante la llamada Guerra Necesaria de 1895.

Como resultado de las múltiples migraciones se han usado en Cuba otras lenguas en determinados grupos, como el gallego, el asturiano, el chino, el creole haitiano y otros. Por supuesto, una multitud de cubanismos se han creado en estos siglos. La presencia del inglés, el árabe, el francés, y otros idiomas, están presentes en el habla del cubano, a veces sin darnos cuenta de que son asturianismos, anglicismos, galicismos, etc. Por ejemplo, hasta hoy en día se dice paraván, con el significado de biombo, un galicismo directo de “paravent”, adaptado ortográficamente.

Una característica que considero relevante por singular es el uso de dígole y díceme, en vez de le digo y me dice. Esos verbos con los pronombres enclíticos son formas correctas, pero arcaizantes, que se supone se usen si deseamos hacer uso de un lenguaje culto. Sin embargo, nosotros las usamos de manera conversacional y quienes más las usan piensan, al darse cuenta de que lo han hecho, que es incorrecto y tratan de evitarlas de ser posible.

Numerosos vocablos que hemos compartido con otros países latinoamericanos en décadas pasadas no se escuchan actualmente en Cuba, como chamuyar, que aún se usa en Sur América, y si te gustan los tangos, como a mí, lo escuchas con frecuencia. 

La gran migración china del siglo XIX y principios del XX, ha repercutido en nuestra cultura de diversas maneras. Además de estar presente genéticamente y de la popularidad de la comida chino cubana, hay quienes veneran a San Fancón, inexistente en el santoral católico. Fue un general chino que murió allá por el 220 AD, y en China lo convirtieron en dios bajo el nombre de Guan Gong y variantes de ese nombre en otros países asiáticos. En Cuba es San Fancón.

La presencia africana es fundamental de la identidad cultural cubana.  En este momento existen numerosos y valiosos estudios sobre nuestra herencia lexical africana, sobre todo del carabalí, el bantú y el yoruba. No obstante, en muchas ocasiones los africanismos no ocupan la posición que les corresponde en la lengua de Cuba por razones de prejuicio socio-racial. Algunas de las contribuciones lingüísticas de las lenguas africanas forman parte de la liturgia religiosa afro-cubana, pero la mayoría pertenece al habla cotidiana.

Yo, por supuesto, también soy producto de mi circunstancia y puesto que es la que mejor conozco voy a hablarles un poco de ella. Crecí en una familia de lengua florida, y pienso que la variedad y riqueza del lenguaje en que me crie contribuyó no poco a que en vez de sentirme agobiada por la diversidad e irregularidades del español de mis estudiantes me sintiera motivada a aprender de ellos y a ayudarlos a expresarse usando distintos registros del habla.

 Mi madre, mi abuela y mis tías hablaban un español de gran variedad dialectal, muy rico en expresiones populares cargadas de esa sabiduría que ayuda a sobrevivir tiempos difíciles. Mi padre era más mesurado, pero cantaba tangos, con sus expresiones en lunfardo, y era ducho en contar fábulas y cuentos portadores de enseñanzas morales y prácticas.

Mi madre no conoció a sus padres. Fue colocada a la edad de dos años, en 1919, en la Casa de Maternidad y Beneficencia de La Habana, el orfanato oficial desde el siglo XVIII hasta que fue cerrado después de 1959. En el orfanato vivió hasta los siete años, cuando un señor asturiano de 68 años y su esposa, de 36, la llevaron a vivir a su casa, en el pueblo de Güines. La criaron, casi como su hija, pero no le dieron su apellido, por eso ella continuó llamándose Angela Valdés. Todos los niños que entraban en La Beneficencia llevaban ese apellido.  La esposa de don Isidoro murió muy joven y él a los ochenta años. Mi madre vivió en Güïnes hasta que él falleció.

El haber sido criada por Isidoro Fernández dejó en ella hondas huellas en su manera de hablar. Decía palabras y usaba expresiones que no eran de. uso frecuente entre quienes nos rodeaban.  Lo más característico que recuerdo, porque escucharlo, y yo decirlo, era común en mi casa, y no lo escuchaba fuera de allí, era el uso del gerundio preposicional: “En llegando Teresa comenzamos a comer” o “en comiendo nos vamos al cine” eran frases comunes en su boca y después en la mía, o decir “a prima” para referirse a las primeras horas de la noche. También era frecuente escucharla, en momentos de disgusto, referirse a ella misma como “menda” o “mangui”, palabras provenientes del caló de los gitanos españoles. Esas no sé cómo llegaron a ella, pero se decían en Cuba.

De la otra parte Estefanía, mi abuela paterna, era hija de inmigrantes de Islas Canarias. Sus padres habían sido vegueros tabacaleros y su orgullo era su hermano Santiago, el mambí, que lucho en la guerra de independencia contra España en 1895. Mi abuela y sus hijas, mis tías, contaban historias de manera muy expresiva y tenían un sentido del humor que les permitía reírse de ellas y así consolarse y sobrellevar las numerosas vicisitudes que les había tocado vivir.  De sus bocas solía escuchar expresiones como: “Aviados estamos con maridos como este “, para decir qué mal estaban ante determinada situación, o “para este viaje no se necesitan alforjas”, para decir que la ayuda ofrecida no representaba ninguna ventaja. Mi padre decía con frecuencia un refrán cuyo significado ha sido enigmático para mí hasta el presente, una de las razones porque solo se lo escuchaba decir a él: “A mí no me criaron con leche prestada” Lo he encontrado en el Internet en Colombia y en Venezuela. Sin embargo, aunque no comprendo bien el origen de la expresión, a veces la uso, con alguien de confianza, en situaciones en que se me ha pedido hacer algo engorroso y me han dicho que lo haga solo si quiero, y he contestado: Claro que voy a hacerlo, a mí no me criaron con leche prestada. En el Diccionario mayor de cubanismos, publicado en la Universidad Palacky de Olomouc, en Checoeslovaquia, está la expresión de la siguiente manera: “No pesa ni cien libras, parece que lo criaron con leche prestada”. Parece que el origen de esta frase está en la segunda parte de El Quijote, en boca de Sancho Panza.

Decía Alfonso Reyes, el escritor mexicano que fue nominado cinco veces para el Premio Nóbel de Literatura: “Si a los cultos estuviera confiado dar el aliento a los idiomas todavía estuviéramos hablando en latín”. Las expresiones de la lengua coloquial representan el vigor de la lengua de un pueblo, pero como todo lo que vive muere para dar paso a nuevas expresiones, por eso es importante que aparezcan, al menos algunas ellas, en las obras literarias.  La preservación de estas expresiones contribuye al conocimiento de la historia de cada época. Hay diccionarios de americanismos, de mexicanismos, de cubanismos etc., pero en la literatura renacen, cobran vida. Por ejemplo, la palabra paraván, aparece en la novela El siglo de las luces, de Alejo Carpentier. Ahí podemos ver cómo se usaba. A prima noche aparece en novelas de Benito Pérez Galdós y de Emilia Pardo Bazán

En mi casa, cuando yo era niña, se utilizaba la expresión “lavar la loza[EDM1] ” con más frecuencia que fregar, como generalmente se dice hoy en día. Más tarde, comencé a decir fregar y pasaron los años, pero un día recordé aquella expresión y la escribí en mi novela Rosas de abolengo. En el año 2013 fui invitada a una conferencia en Limoges, Francia, y al llegar allá Ramón Martí Solano, profesor de lingüística del Departamento de Inglés, poco después de presentarnos mencionó cuánto le había gustado encontrar la expresión “lavar la loza” en mi novela, le había recordado la lengua de su casa en Murcia.

Motivada por su comentario comencé a investigar en Cuba, a nivel de amistades, quienes la recordaban y para mi sorpresa nadie la recordaba de primera mano. Me dijeron que su mamá o su abuela, o unos amigos, siempre de lugares fuera de La Habana, Pinar del Río, Las Villas, Santiago de Cuba, si la recordaban. En términos de literatura, Vicente Blasco Ibáñez, valenciano, la usa en su novela La bodega, en 1905, y Julio Cortázar la usa en 1964 en su cuento Final del Juego. En el Internet aparece como de uso actual en Colombia y en Chile.

 Otra historia interesante sobre este tema fue la que me ocurrió con la frase “día de agua”, sinónimo de “día de lluvia”. La escuchaba decir con suma frecuencia cuando era niña, sin embargo, hace unos años me di cuenta de que no la escucho ahora en Cuba. Entonces la incluí en el título de un cuento: “Todo comenzó un día de agua”, se titula la historia, que es parte de un libro titulado Cuéntame una historia. Ocho que pueden ser novela. Y comencé a preguntar a mis amigos de Cuba y a los que hablan español aquí. Y en Nueva York la única persona que la reconoció fue Paquita, mi amiga asturiana y me dio un ejemplo de su uso: “Vaya día de agua que hizo ayer”. Comencé a preguntarme si sería una expresión asturiana que mi madre usaba debido a su crianza, Pues sucede que en aquellos días viajo a La Habana, y estando allí Silvio Rodríguez nos invita, a unos amigos y a mí a almorzar, y durante aquel almuerzo nos regala su más reciente CD: Amoríos, y en ese CD hay una canción titulada “Día de agua”, cuya letra habla de un hombre que está viendo la lluvia caer a través del cristal de su ventana y describe el paisaje.

 Y al fin una persona me dijo en Cuba que recordaba. Una persona cuyos correos fueron para mí, y los míos para ella, solaz y consuelo durante la peor época de la epidemia de Covid.

Georgina Herrera, la gran poeta cubana me dijo: no solo lo recuerdo, lo uso siempre que el día amanece lluvioso.  Georgina Herrera, mi gran amiga, murió el 13 de diciembre de 2021. Además de ser una de las grandes poetas que ha dado Cuba, autora de una poesía profunda y clara, era un repositorio del lenguaje conversacional cubano. A ella acudía cada vez que recordaba una palabra o una expresión que había sido popular en la década de los cuarenta o los cincuenta del siglo veinte y después olvidada. Con ella recordaba poemas viejos y sentimentales, esos que están llenos de sabiduría y bondad humana, como “Garrit”, de Juan de Dios Peza, “Un duro al año”, de Eusebio Blasco o “Los zapaticos de rosa de José Martí”. Y a modo de ofrenda, con un poema de Georgina Herrera voy a terminar esta charla, Este es un poema del que yo solía decirle que si me preguntaban de momento cuál era mi poema favorito de cuantos he leído, y he leído bastantes, el primero que mencionaría sería el que voy a leer aquí, y en el que usa la palabra mudada, nuestra manera de decir mudanza.

 

  Viviendo en casa  grande 

Se ha hecho la mudada,

La casa grande es como

Un chal enorme, ahogando

Más que cubriendo al pequeñito.

Y resulta que sobra casi todo.

Basta esta habitación,

La barandita que da a la calle,

La habitación para los sueños

Más que para dormir

Y el balcón breve

Para ponerme triste por las tardes.

No quiero, no necesito más. El resto

Para los que respiran y no les basta el aire,

Para los que no llegan jamás a ningún sitio

A pesar de tanto camino entre los dedos.

Sí, el resto, toda la casa grande yo la cedo

A los que nada,

A los que nunca,

A los que nadie.

 

 

 

 

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