Malabo. 26 de julio. Es difícil describir cuanto orgullo sentimos al escuchar de las autoridades ecuatoguineanas valoraciones que resaltan la profesionalidad, la consagración y el coraje de nuestros médicos y profesionales de la salud, que enfrentaron la pandemia de COVID 19 en estas tierras hermanas. Fue una explosión de sentimientos donde se mezclaron gratitud, honor, ética y por supuesto Fidel, pues todo ocurrió en el acto por el Día de la Rebeldía Nacional, en el que despedimos a la Brigada Henry Reeve después de 2 años de intensa labor y a otros colaboradores de la Brigada Médica Cubana, que estuvieron desde el minuto cero en las zonas rojas de todas las regiones del país.
Estremecía ver la emoción en los rostros de los protagonistas de esas hazañas, de cuyas dimensiones épicas quizás ellos no sean conscientes, cuando con una humildad conmovedora, recibían diplomas de reconocimiento, después de haber escrito, en algunos casos con su propia vida, sus Moncadas por un mundo mejor. En sus ojos humedecidos, por dejar un pueblo que salvaron y que los adoptó como hijos, por la cercanía del abrazo a la familia y por el gusto que se siente cuando se ha hecho un bien, se leía la proeza. Esos ojos, a los que con riesgo de contaminarse, muchas veces despojaron de las gafas protectoras empañadas por el vaho para poder atender sin barreras a los pacientes que agonizaban, son y serán siempre los ojos de Abel, aquellos que el odio arrebató convirtiéndolos en cañones de futuro. Con ellos miramos los agradecidos el porvenir de la Patria, con ellos apuntaremos el fusil contra quien intente arrebatárnosla.
Con batallas como estas, libradas por nobles hijos de Cuba para salvar vidas en cualquier parte del mundo, se esculpe la historia de la nación más solidaria del planeta, convertida en referente de paz y amor entre los pueblos y que seguirá pariendo corazones para saldar su deuda con la humanidad.