Uno de los mitos más persistentes en torno a las relaciones entre Cuba y Estados Unidos es el que culpa a Fidel Castro de ser el gran obstáculo para la normalización bilateral. Según esta narrativa –alentada por los enemigos de la Revolución–, el conflicto comenzó con el triunfo revolucionario de 1959 y se alimentó exclusivamente de la radicalidad del nuevo gobierno. Pero esta versión omite por completo una verdad esencial: la confrontación entre ambos países no nació en 1959, sino de la contradicción histórica entre los afanes de dominación de Estados Unidos sobre Cuba y la voluntad inquebrantable del pueblo cubano de ser libre y soberano.
La hostilidad, por tanto, precede a Fidel. Y paradójicamente, fue él mismo uno de los principales interesados en encontrar una vía de entendimiento con Estados Unidos, sobre bases de respeto mutuo y autodeterminación. Así lo demuestra su viaje a Washington en abril de 1959, apenas tres meses después del triunfo de la Revolución.
A diferencia de los mandatarios de la República neocolonial, Fidel no llegó a EE.UU. buscando dinero ni favores. Viajó para explicar los caminos que tomaría la Revolución y buscar un diálogo directo con el pueblo y el gobierno estadounidenses. Fue invitado por la Sociedad Americana de Editores de Periódicos, que deseaba escuchar de primera mano al joven líder cubano. Pero la administración de Dwight D. Eisenhower recibió la visita con desconfianza y frialdad.
De hecho, según consta en las actas del Consejo de Seguridad Nacional, el propio Eisenhower preguntó si no se podía negar la visa a Fidel. Finalmente, evitó todo encuentro con él y delegó la incómoda tarea de recibir al líder cubano en el vicepresidente Richard Nixon y el secretario de Estado Christian Herter.
Nixon no desperdició la ocasión para mostrarse arrogante e intransigente. Durante su entrevista con Fidel, en la que intentó darle lecciones sobre cómo gobernar, dejó entrever el rechazo visceral de Washington hacia un proceso que no comprendían ni toleraban. Años más tarde, en sus memorias, Nixon confesó que salió de aquella reunión convencido de que Estados Unidos debía actuar con urgencia para derrocar al gobierno revolucionario.
Lo más revelador es que todo esto ocurrió antes de que Cuba estableciera relaciones con la URSS, antes de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria, y antes de cualquier medida que afectara realmente los intereses económicos de Estados Unidos en la Isla. Es decir, la hostilidad no respondió a acciones de la Revolución, sino al simple hecho de que un país latinoamericano osara tomar un camino independiente y justo.
Y sin embargo, incluso el propio Nixon, pese a su antipatía y sus prejuicios, no pudo evitar reconocer la estatura política de Fidel Castro.
RICHARD NIXON ( Ex presidente de los Estados Unidos)
“Debemos estar seguros de un hecho: Fidel Castro posee esas cualidades indefinibles que le permiten ser un líder de hombres. Independientemente de lo que pensemos de él, será un factor clave en el desarrollo de Cuba. Tiene la potestad del liderazgo.”
Informe de Richard Nixon al presidente Eisenhower –publicado años más tarde– después de la entrevista sostenida con Fidel Castro, 20 de abril de 1959
Con información del artículo de Cubadebate “Fidel Castro y la normalización de las relaciones con Estados Unidos” por Elier Ramírez Cañedo, publicado el 9 de agosto de 2017.