Por: Victorino García Martínez.
Como homenaje al 45 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Etiopía, quiero exponer mi sencillo testimonio y algunas memorias, de una parte importante del comienzo de los lazos fraternales y solidarios entre nuestros dos países. Este primer testimonio lo nombro “Los primeros Cubanoetíopes y los Etiocubanos”, debido a que fuimos los primeros en establecer relaciones de pueblo, con los militares y población de este hermano país. En los primeros días del mes de mayo del año 1977, llegamos a Etiopía un pequeño grupo de especialistas y asesores militares cubanos con el objetivo de apoyar a ese hermano país, que estaba siendo agredido por su vecino Somalia, como ya se conoce. De esa forma, formamos parte de los fundadores de la Misión Militar Cubana en Etiopía que comenzaba a crearse. A los pocos días de ese propio mes y con el compañero Coronel en aquel momento, hoy General de Brig(r), Miguel Lorente León al frente (que ya se encontraba allí), nos trasladamos hacia la región desértica y portuaria de Assab, que actualmente pertenece a Eritrea, donde comenzamos a preparar y entrenar a los primeros tanquistas etíopes en tanques Soviéticos T-34. El Coronel Lorente, fue para nosotros un Jefe respetado, querido, valiente y audaz, que nos libró de eventuales riesgos y peligros que afrontamos durante aquella difícil misión, aislados y a cientos de kilómetros de Adis Abeba. Para los meses de mayo y junio de 1977, la situación estratégica y militar de la nación estaba muy compleja, principalmente porque el país combatía en dos frentes de guerra y había sufrido mucho desgaste de sus fuerzas armadas. Urgía la preparación y entrenamiento de esas tropas para que entraran de inmediato en Combate. El campo de entrenamiento era en pleno desierto de Assab, arena por doquier, con un calor intenso, temperatura ambiente diaria a más de 40 grados, las instalaciones (aulas, tancódromo y campo de tiros) improvisadas, pero con profesionalidad acorde a las circunstancias. Nada de eso impidió el exitoso cumplimiento de la misión, porque, aunque éramos muy jóvenes, estábamos inspirados en las enseñanzas de nuestro eterno Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y los principios de solidaridad de nuestra Revolución. Las condiciones en el terreno eran difíciles para todos, porque los etíopes también resistían firmemente junto a nosotros la intensidad de los entrenamientos y dieron muchas muestras de valor, inteligencia y cooperación, en función del cumplimiento de los objetivos. Nos entendíamos con el apoyo de los valerosos traductores de inglés y mímica. Establecimos excelentes lazos de compañerismo y solidaridad con los jóvenes militares etíopes, los cuales, debido a su interés, disciplina e inteligencia, asimilaron pronto la técnica de combate, las clases y los entrenamientos. También con ellos aprendimos mucho sobre su vida, sus familias y costumbres, las tradiciones de lucha del pueblo etíope y hasta a pronunciar muchas palabras en Amariñya cuancua, (buenas y malas). Una vez concluida su preparación, los primeros tanquistas partieron hacia el frente a defender su patria, nos consta que todos ellos lucharon heroicamente, libraron intensos y violentos combates, así como lograron detener a los invasores. En dos ocasiones, el presidente Mengistu Haile Mariam nos felicitó personalmente con un estrechón de manos por el trabajo realizado. Muchos niños etíopes, hijos o familiares de esos tanquistas que entrenamos, formaron parte de los primeros Etiocubanos que viajaron a Cuba para estudiar, acogidos como hijos, los cuales actualmente son hombres y mujeres, excelentes profesionales, que trabajan para ayudar al desarrollo de su Patria en diferentes ramas de la sociedad.
A mediados del mes de julio de 1977, se nos incorpora en Assab, otro grupo igual de compañeros nuestros tanquistas y como segundo jefe el compañero Coronel(r). Carlos Pando Hernández, (ya fallecido), de quien guardamos muy buenos recuerdos por su firmeza y valor. En esta ocasión, preparamos y adiestramos otras unidades de tanquistas en los tanques T-55 con igual intensidad de entrenamiento y resultados, gracias al trabajo de asesores como Raúl López, Manuel Ríos, Bernabé Figueroa y otros, apoyados por la ardua labor que desarrollaron los combatientes traductores, Rene Mesa, José Donate, entre otros. Al finalizar el curso esas unidades se incorporarían también de inmediato al frente de combate. Acto seguido realizamos una extraordinaria e inolvidable acción combativa, porque recibimos la orden de trasladar los más de 30 tanques T-55, desde Assab, hacia el frente de Dire-dawa, en el Ogadén, alrededor de 500 kilómetros, casi la mitad por sus propios ejes. Quien conozca el terreno, los tanques, la distancia y la trayectoria de ese viaje, podrá imaginar lo vivido en esos tres días. Además, durante la travesía de ese agotador y peligroso camino, a la altura de la región de Deder, afortunadamente y como grata sorpresa, encontramos a dos doctoras cubanas, fundadoras de la Brigada de la cooperación de salud, que nos asistieron y compartimos una taza de café a lo cubano, en ese apartado lugar de la geografía etíope.
La mayoría de los integrantes de este primer grupo de asesores cubanos, en los meses siguientes, continuamos preparando unidades de tanquistas etíopes y especialistas, en los Centros de entrenamiento de Nazaret (actual Adama) y en Hollota, lo que constituyó el fortalecimiento de “El puño de acero blindado” de las valientes Fuerzas Armadas Etíopes, unido a la valiosa contribución de los hermanos Soviéticos. Sería históricamente injusto que se ignore y omita esta importante parte de la misión, por parte de cronistas, periodistas e historiadores.
En el mes de enero, ya con la experiencia acumulada y el tiempo en el país, me incorporo a las tropas cubanas que recién llegaban a solicitud del gobierno etíope, para unirme a la histórica Operación “Protesta de Baraguá”, participando en varias acciones y misiones combativas con el 1er. Batallón de la Heroica 3ra. Brigada de Tanques, desde el comienzo hasta el final de la guerra, pero de todo ello escribiré en próximas partes de estas memorias y testimonios de la Epopeya de Etiopía. Me fue otorgada la condecoración “Sello de Combate del Campo de Batalla”.
Sirva este testimonio, como sentido homenaje de recordación a todos los compañeros combatientes que ya no están entre nosotros.