La puesta en escena de “La Clemencia de Tito” en el Centro Kennedy para las Artes no solo llevó a las tablas estadounidenses una versión cubana de la ópera de Mozart, sino que propició una oportunidad para el intercambio entre el Lyceum Mozartiano de La Habana y la Universidad de Georgetown. El vínculo entre ambas instituciones data del año 2017, en un contexto de acercamiento político bilateral. Su vigencia en un escenario completamente diferente y, a todas luces, adverso, es reflejo del alcance del arte y la fuerza de los lazos que a su amparo se generan.
Precisamente, el papel de la música en las relaciones internacionales se estudia como parte del programa de la Escuela de Servicio Exterior perteneciente a la Universidad de Georgetown. Originalmente concebida para abordar la utilización del jazz como instrumento de la diplomacia estadounidense, esta clase, según su profesor, Will Layman, se ha propuesto un objetivo más amplio: discernir cómo y por qué la música es un lenguaje universal. Es en esa visión abarcadora que se inserta el interés por la música cubana como un ejemplo de integración de culturas.
En el marco de este intercambio -promovido desde sus orígenes por el profesor Angel Gil-Ordóñez-, en la mañana del 19 de febrero miembros del Lyceum Mozartiano ofrecieron un recorrido por la historia de la música cubana. A la explicación de José Antonio Méndez Padrón, director de la Orquesta del Lyceum, se sumaron las interpretaciones de jóvenes artistas de la institución.
Por espacio de hora y media, la audiencia conoció sobre el surgimiento de ritmos cubanos, cómo estos han sido continuamente enriquecidos por influencias foráneas y el contexto histórico, las cualidades que los definen y sus principales exponentes. Se habló del guaguancó, la rumba, el danzonete, el chachachá y el mambo. Se escuchó una pastorela, una contradanza, un son, una conga e, incluso, una samba-son.
La disertación y las interpretaciones motivaron la curiosidad de los estudiantes. Por un lado, indagaron acerca de la importancia de “sentir la música” al interpretar ritmos cubanos y, por otro, se interesaron por la versatilidad de los artistas, a raíz de que estos percutieran sus instrumentos de cuerdas. Además, preguntaron acerca del impacto de la Revolución en la vida cultural de Cuba.
Al encuentro asistió el Embajador de la Isla en Washington D.C., José Ramón Cabañas. En sus palabras, invitó a los presentes a comprender las sociedades desde el arte, al ser esta la manifestación más fiel del sentir de los pueblos. Además, abordó la trascendencia de los vínculos culturales en la historia común de Cuba y Estados Unidos, para lo cual se apoyó en los orígenes del jazz, así como en la celebración de sendos Festivales de Jazz en New Orleans en 2017, y de Artes en el Centro Kennedy, al año siguiente; ambos, con un eje común: Cuba.
Esta experiencia confirma una vez más que las puertas que la política se empeña en cerrar, pueden constituir obstáculo pero no freno para dos pueblos que se miran, se escuchan y se entienden.
Tomado de la página del Lyceum Mozartiano de La Habana