El Código Sí [es político].

Toda reforma legal es un acto político en tanto encarna intereses asociados al ejercicio del poder a nivel social. El Código de las Familias, que se someterá a referendo mañana, es la encarnación normativa de la voluntad política del Gobierno, del Partido y de la sociedad cubana representada por los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Mañana se celebrará un referendo histórico para Cuba. El camino ha sido largo: una lucha que duró meses por incluir la figura del matrimonio igualitario en la Constitución que terminó en armisticio, extensos debates sobre si era legítimo o no someter a votación derechos de semejante naturaleza, una prolongada consulta popular en la que todos pudieron dar su opinión, veinticinco versiones del mismo proyecto.

Mañana, por fin, se decide el Sí o el No: aprobar de una vez un Código de las Familias más justo, moderno e inclusivo o postergar esa conquista social.

Los ataques al Código han sido numerosos y ha campeado la tergiversación de su contenido para tratar de motivar un voto negativo mayoritario. Viejas tácticas, como la usada en la infame Operación Peter Pan, fueron resucitadas y se volvió a difundir la noción falsa y muchas veces malintencionada de que a los padres se les arrebataría todo derecho, vínculo o ascendencia sobre sus hijos.

También se hizo común el absurdo argumento de que, al reconocer formas disímiles de organización familiar, el Código se erigía en instrumento para adoctrinar a las nuevas generaciones y destruir a la «familia tradicional», como si la ley pretendiera imponer un modelo cuando en realidad lo que pretende es validar nociones más heterogéneas de la vida privada de las personas; nociones que no inventa, porque hace tiempo existen, que apenas reconoce y les brinda necesario amparo legal.

Ante semejante asedio se ha alzado una campaña a favor del Código, desde las instituciones y organizaciones políticas, pero también espontáneamente desde la sociedad civil. La defensa más eficaz ha sido, por supuesto, con la verdad: divulgar los conceptos y categorías que enarbola la nueva ley, desmontar las calumnias alrededor de su contenido, sensibilizar a la gente con los aportes y avances si se llegara a aprobar. Se le ha llamado, con justeza, un «Código de los afectos», una norma que cumple a cabalidad con el principio martiano «con todos y para el bien de todos». Y lo es, sin duda alguna.

Sin embargo, hay una línea discursiva que propugna la aprobación de este proyecto asumiendo que no es político. Así, con todas las letras: «el Código no es político». Se fundamenta ese discurso aludiendo a que la norma beneficiará, tanto a personas de izquierda como de derecha, que sus ventajas no distinguen entre comunistas y liberales, que su impacto social no discriminará en función de ideologías o posturas. Y todo eso también es cierto, sin duda alguna, pero lo es, precisamente, porque el Código sí es político.

Toda reforma legal es un acto político en tanto encarna intereses asociados al ejercicio del poder a nivel social. El Código de las Familias, que se someterá a referendo mañana, es la encarnación normativa de la voluntad política del Gobierno, del Partido y de la sociedad cubana representada por los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular; y es el resultado de una pugna mucho más prolongada, que excede a la discusión por el Código, y que es la muy política pugna por transformar la sociedad.

Dar el Sí por el Código es también aprobar el trabajo de personas muy comprometidas con el presente y futuro de Cuba, personas que trabajaron imbuidas del más auténtico espíritu revolucionario, siempre dispuesto a «cambiar todo lo que debe ser cambiado».

La aprobación del Código de las Familias sería (será) un hecho político, sería (será) vindicar una visión específica de nuestro país, un proyecto de nación más humano y más decente. Y ese proyecto está integrado de manera indisoluble con el ideal socialista que debemos defender: la misoginia, la homofobia, la discriminación y la intolerancia son valores contrarrevolucionarios. Y de eso tampoco puede haber duda alguna.

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