El Ministro hondureño que estudió en la ELAM

«Venir a estudiar a Cuba, en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) fue la mejor decisión y la mejor experiencia de mi vida. Fue el principio de todo», afirma con orgullo el doctor Luther Castillo Harry, quien hoy es secretario de Estado en el Despacho de Ciencia y Tecnología (Senacit) de la República de Honduras.

Para las personas como él, que nacen de los cimientos en los que se alza la dignidad, y se crean su sendero a golpes de sacrificio, aferrarse a la única oportunidad para lograr los sueños es vital.

Siempre quiso estudiar Medicina, confiesa, y Cuba, esta Isla que es suya y de todos a la vez, le brindó la opción de salvar vidas, de viajar y contribuir en la formación de nuevos médicos, de regresar a su país y construir un espacio de «ciencia y conciencia».

UNA HISTORIA SIN LÍMITES

Aquel niño de San Pedro Tocamacho, en Honduras, comunidad rural sin luz eléctrica, primer egresado de la Universidad de Harvard en su país, rememora las largas caminatas de tres horas para asistir a la escuela, y reconoce que los talentos no solo están en las grandes urbes: «En tierra adentro, hay muchos niños y niñas que, si les hubieran dado la oportunidad, serían grandes profesionales».

En marzo de 1999, año de inauguración de la ELAM, Luther llegó al aeropuerto de La Habana. Recuerda cada gesto de los profesores que allí estuvieron, con los brazos abiertos, como el más tierno símbolo de bienvenida y que, a partir de ese instante, se convirtieron en familia.

«La promoción de la beca en aquellos años estaba marcada por la propaganda amarillista, pero la realidad fue muy distinta. Aprendimos el concepto de solidaridad que impregna al pueblo cubano, que no se enseña en una cátedra, sino que es práctica constante en la actitud de ese profesor que te da todo lo que sabe y te investiga lo que no conoce, cuestiones opuestas al sistema neoliberal.

«La ELAM es una historia exitosa. Si bien vinimos a la Isla a formarnos como hombres y mujeres de ciencia, concluimos la etapa rebasados de humanismo».

Son alrededor de 31 000 graduados, de más de 120 países, que han forjado una hermandad. «Donde sea que nos encontremos, si decimos que somos egresados de la ELAM se genera una fraternidad mundial inigualable.

«Muchos de los que ahora somos científicos o directivos, fuimos vidas salvadas por la Revolución Cubana, una proeza que solo un hombre como el Comandante en Jefe Fidel Castro pudo visualizar en el siglo XX», dijo Luther, y enumeró los logros que «nunca serían posibles si no fuera por la oportunidad de estudiar en la ELAM».

EL FIDEL QUE YO CONOCÍ

Ayudarlo a fundar el primer hospital con servicios gratuitos en Honduras, realizar las correcciones de su discurso, hablar de lo cotidiano, cenar juntos y preocuparse como un padre, todo lo hizo Fidel.

Quizá desde lo externo sería complejo entender cómo un hombre, Presidente de un país que presenta complejidades, que está bloqueado y que debe encontrar alternativas, pueda detenerse a conversar con un muchacho de apenas 18 años, relata.

Bien sabe Luther que el Fidel que él conoció depositó en los estudiantes de la ELAM la vena de la revolución, de que forjar médicos y no bombas es principio intachable. 

Luther lo recuerda como si fuera ayer: «El Fidel que yo conocí es un hombre con un nivel de sensibilidad humana altísima. Con él compartí muchas horas de charla y me invitaba a las comparecencias.

–Si volviera a nacer ¿vendría a Cuba y estudiaría nuevamente en la ELAM?

–Sí. Convivir con los cubanos fue una escuela, me dio la entereza y la determinación. Lo que hago por mi país y por el mundo, actualmente, es gracias a esa escuela que hoy celebra los 25 años de los primeros egresados. Sin duda este es el mejor regalo.

(Tomado de Granma)

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