Pretoria, 28 de octubre de 2020.- En el marco de la jornada por los héroes cubanos Camilo (Camilo Cienfuegos) y Che (Ernesto Guevara) compartimos el escrito que nos envió el amigo Nicolas Wolpe, director del museo histórico sudafricano “Lilies Lief” sobre su experiencia cuando visitó el Memorial del Ernesto Guevara en la provincia cubana de Villa Clara donde descansan los restos del guerrillero heroico.
Me invitaron en 2012 a pasar un par de semanas en Cuba visitando lugares y lugares de interés histórico, para tener una idea y experiencia de cómo los cubanos preservaron, protegieron y aseguraron que los lugares de interés y monumentos históricos permanecieran como atributos clave y relevantes de la construcción social y la forma de vida.
Después de mi visita al sitio conmemorativo de Ernesto "Che" Guevara, escribí el siguiente artículo:
El mito del Che: un hombre del pueblo
15 de abril de 2012
Cuando nos acercábamos al impresionante Monumento al Che, mi traductor y guía turístico se volvió hacia mí con un aire de orgullo y alegría y dijo que aparentemente esta imagen del Che, que aparece en todos los artefactos vendidos, es tan reconocible como la marca Coca Cola.
Sin embargo, cuántos de nosotros realmente conocemos, entendemos y apreciamos este carácter revolucionario excepcional. El Che, que nació en Argentina en 1928 y se graduó como médico, fue fotógrafo, aventurero, romántico y, en esencia, luchador por la libertad, la justicia y la igualdad.
En diciembre de 1951, con su amigo Alberto Granado, se embarcó en un viaje en moto por Sudamérica, en La Poderosa, en una bicicleta lejos de ser segura y en forma, que empacó eventualmente durante su viaje.
El viaje lo llevó a adentrarse en los interiores de la miserable desesperación de las personas que habitaban esas tierras. Las experiencias y el impacto del viaje fueron vívidamente y en prosas convincentes capturadas y articuladas en El Diario de Motocicleta de Ernesto ‘Che’ Guevara. El libro demuestra y destaca su habilidad sutil y elocuente para capturar la belleza del paisaje, los sentimientos y las dificultades y el dolor de aquellos que encontró. “La pobre se encontraba en un estado lamentable, respirando el olor acre del sudor concentrado y los pies sucios que llenaban su habitación, mezclado con el polvo de un par de sillones, los únicos artículos de lujo en su casa. Además de su asma, tenía una afección cardíaca”.
Encontré mi visita al monumento de Santa Clara y el Che, construido de manera hermosa y elocuente, a tres horas al este de La Habana, una experiencia verdaderamente humilde, emotiva y evocadora. Fue impresionante.
La lucha y toma de Santa Clara y la voladura de la vía férrea por su destacamento fue el acontecimiento más decisivo y culminante de la Revolución Cubana. Impidió que Batista, el dictador cubano, enviara suministros y tropas a Santiago de Cuba, lo que efectivamente permitió a Fidel tomar la ciudad y declarar la victoria en el nuevo año de 1959.
El memorial que consiste en un impresionante muro que representa varias imágenes del Che tomando a Santa Clara, una estatua y debajo un museo que contiene artefactos, documentos y fotografías de su vida, es poderoso, evocador y te atrae a su vida como una aventura revolucionaria apasionada y comprometida.
Junto al Museo se encuentra el Mausoleo donde descansan sus restos junto con otros 32 compañeros revolucionarios que lo siguieron a Bolivia. El Mausoleo, aunque sombrío, está decorado con mucho gusto y es inmensamente evocador, imponente y tranquilo.
A través de su serenidad y tranquilidad, captura la esencia, el significado y el compromiso de este verdadero revolucionario, quien fue impulsado por un deseo, una necesidad y una firme creencia de que el mundo podría ser un lugar mejor y más humano para todos. Es un poderoso recordatorio de una persona con un profundo sentido de pasión y deseo de justicia.
Fue una experiencia tan inspiradora y humilde. Tuve el sentimiento y el sentido de su vida, su viaje y sueños que finalmente llevaron la vida de esta persona talentosa a un final trágico y prematuro. Su ejecución en Bolivia, también todos los intentos y propósitos, puso de relieve la intolerancia y el miedo que podrían evocar los ideales, las creencias y la pasión de una persona por la igualdad social universal que resonó y conectó con un pueblo que buscaba consuelo y un sentido de esperanza, para sacarlos de sus cadenas de opresión, servidumbre, desesperación y la espiral de la pobreza perpetua.
Su mera presencia literalmente traía esperanza donde había desesperación, creencia donde había vacío y la sensación de un mañana más brillante. El Che, que fue el apodo que le dieron sus Compañeros Revolucionarios Cubanos, era una persona de intelecto, convicción, una persona que simbolizaba, representaba, encapsulaba y personificaba a un puritano romántico del siglo XIX, que soñaba con cambiar el mundo para el bien de todos.
El Che siguió su pasión, creencias y convicciones y el memorial en Santa Clara da vida a esta persona especial única, que se ha convertido en un ícono internacional. Perderse la visita a Santa Clara sólo privará a uno de un elemento clave de la rica, diversa y estimulante herencia e historia de Cuba, que tan elocuentemente se captura, se cuenta y trae vida. Cuba es su historia y su historia es Cuba.