El Monumento que eleva un mensaje de emancipación africana desde Dakar

Un hombre africano alza en uno de sus brazos a un bebé que señala al futuro, al mar, -y coincidentemente a América-; mientras la mujer es asistida con fuerza dejando atrás un pasado de ignominia y sometimiento, según nos explicó uno de los guías. Es una familia renaciendo desde un montículo de piedra, consciente de que mirar atrás es el único modo de intuir los retos del futuro. Es una advertencia, un darse cuenta, un proseguir el camino largamente torcido por la colonización, y enderezado con lucha y tenacidad. 

Así se ve desde la carretera el imponente Monumento al Renacimiento Africano: casi 50 metros de altura que difunden al mundo, y sobre todo a occidente, que la independencia tiene el justo valor del humanismo negado durante siglos de esclavitud e ignominia. Cuando se erigió en 2010, hacía medio siglo que Senegal había conseguido su salida del colonialismo francés. Y desde arriba, justo en la cabeza del hombre, la clara visión de una ciudad que se construye, crece, se desarrolla de manera constante y emergente.

Pensamos entonces en José Martí y aquella definitiva frase de que “la esclavitud de los hombres es la gran pena del mundo”. Inmenso dolor de generaciones que vieron partir a sus hijos a través de una isla cercana. Espíritus nobles que sin importar sus raíces, jerarquías, saberes y fortalezas, fueron trasplantados hacia las colonias americanas de Francia, Portugal o España.

El Museo tiene el alma de la esperanza, del deseo de prosperar, de cómo se puede vivir en armonía con los que antaño los obligaron al sometimiento y el dolor. Es un escalón superior y fundamental del ser humano que vislumbra su porvenir tomando del pasado las justas experiencias, donde nadie quiere volver, pero de las que todos beben el saber y la idiosincrasia.

Luego de casi 200 escalones y una veintena de descansillos, al fin irrumpimos en la base, en el principio del todo que se eleva varios pisos, -15 para ser exactos-. Y otra vez Martí, esculpido por el imprescindible Alberto Lescay, significando que aquella otra “Patria” forma parte de la misma “Humanidad”. Un busto donde se advierte que la semilla africana dio razón y sentido a lo que somos y construimos.

Estábamos dentro de las 7000 toneladas del colosal monumento, número infinitamente inferior a los hombres, mujeres y niños que un día llegaron a América a poblar de sueños, lucha y talentos el presente. Mar por medio, seres sin nombre, guerreros, transportadores de esencias.

Salimos del Monumento al Renacimiento Africano más conscientes de cómo Cuba no solo contribuyó a darle paz y estabilidad a los hermanos del continente que dio origen al hombre mismo, sino que además, nuestros pensadores y hacedores de la vida, constituyen referente de cercanía y batalla por la dignidad del hombre africano. Luther King tuvo un sueño, Ghandi una razón, Arafat un compromiso; y Martí, el convencimiento de que "Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro” según escribió en su artículo “Mi Raza”. Evocamos también aquello de que “El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos”. Vivimos al Apóstol todo el tiempo.

Descendimos de regreso los 198 peldaños, sabiendo que en Dakar también vive una parte insoslayable de Cuba, que celebra la vida y rinde homenaje a los que con su brazo y acción dieron motivo y fundamento a este merecido renacer.   

 

 

 

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