Desde el inicio de la pandemia de la COVID-19 se creó el mecanismo Covax (Fondo de Acceso Global para Vacunas), una iniciativa que perseguía un noble objetivo: dar un acceso justo a las vacunas contra la mortal enfermedad a todos los países, y proporcionárselas gratuitamente a las naciones más pobres.
Parecía la solución ideal contra un virus del cual se conocía muy poco. Sin embargo, a más de un año de enfrentamiento, Covax no ha funcionado como se esperaba. Mientras los países ricos acumulan hasta cinco veces la cantidad de dosis que requiere su nación, el 98 % de la población de los países de bajos ingresos sigue sin vacunar.
Esa plataforma ha proporcionado el 5 % de las vacunas administradas en el mundo, y recientemente anunció que no cumplirá su objetivo de 2 000 millones para 2021, según el diario español El País.
Según un informe de la Oficina de Periodismo de Investigación (TBIJ, por su sigla en inglés), el cual analiza documentos confidenciales, los países han recibido los suministros del inmunógeno con meses de retraso o con poca antelación, lo cual ha sumido las campañas de vacunación en el caos y, en ocasiones, ha retrasado la administración de la segunda dosis.
En algunos casos, las vacunas con fecha de caducidad muy corta fueron devueltas o desechadas cuando los gobiernos no pudieron distribuirlas a tiempo. Este es el caso de Haití, nación que tuvo que devolver al mecanismo miles de dosis de vacunas fabricadas por la empresa estadounidense de biotecnología Moderna, las cuales caducaron en noviembre último, debido a que las autoridades sanitarias haitianas no han podido implementar una campaña masiva para inmunizar a la población.
Porque Covax, ingenuamente ambicioso, pensó en dar el antígeno a las naciones pobres, pero olvidó el egoísmo de los que asumen la salud como mercancía o que los países pobres ni siquiera tienen un sistema de Salud efectivo como para garantizar una campaña de vacunación eficaz.
Desde su creación, Covax estaba destinado al fracaso, pues afirmaba que podría ponerse en funcionamiento contando «con suficiente voluntad política y financiación del sector público».
Sin embargo, carecía de ambas cosas, pues se necesitaba la cooperación de los gobiernos ricos, muchos de los cuales emprendieron una desleal carrera para obtener más dosis de las necesarias; además de que esos gobiernos se mantienen renuentes a liberar las patentes para la producción del antígeno.
Y por si fuera poco, los países ricos prometieron donar a Covax 785 millones de dosis, pero según datos reunidos por Our World in Data solo ha llegado el 18 %.
Lo que empezó como un proyecto de solidaridad terminó siendo una operación basada en la caridad, que no ha cumplido sus promesas.
Ahora muchos países esperan por dosis que no llegarán, y que no tienen formas de obtener. Covax demostró cuán necesario es implantar un orden mundial más justo y equitativo, con el que quizás hubiésemos controlado la pandemia más rápido.