Por: Vilma Thomas Ramírez, Embajadora de Cuba en Etiopía
La lucha contra el terrorismo se ha vuelto una de las preocupaciones más importantes de las Naciones Unidas, que ha adoptado varias resoluciones en la materia. Los integrantes de la comunidad de naciones se han unido en la condena rotunda al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones y coinciden en que para su erradicación no pueden prevalecer los dobles raseros, la manipulación, el oportunismo político, ni la selectividad.
De ahí que sea un imperativo responder al fenómeno del terrorismo de manera coordinada y coherente, tanto a nivel nacional y regional como internacional.
El ataque terrorista perpetrado contra la Embajada de Cuba en Washington DC, el pasado 30 de abril de 2020, volvió a mostrar al mundo el peligro que representa ese flagelo y la necesidad de dar una respuesta enérgica a quienes perpetran o alientan acciones de este tipo. Más de 30 disparos realizados contra la sede diplomática cubana con la intención de matar, hechos por un atacante armado de un fusil de asalto AK-47, no dejan duda alguna de la gravedad del hecho y sus posibles consecuencias.
No hay terrorismo bueno y terrorismo malo, el terrorismo es todo igual; tampoco hay terrorismo explicable y terrorismo inexplicable, de ahí que la condena al terrorismo debe ser unánime y categórica. Los hechos terroristas, vengan de donde vengan, y cualquiera que sea su causa, son actos criminales de lesa humanidad.
Cuba, que ha sido víctima de decenas de actos terroristas, a lo largo de más de 60 años, ha solicitado una vez más que haya un pronunciamiento enérgico frente a este hecho, por parte del Gobierno de Estados Unidos, país donde tuvo lugar el incidente, y una condena inequívoca de acciones de este tipo contra Cuba.
Lamentablemente, hasta la fecha, y en contradicción con su propia retórica antiterrorista, el gobierno de los EEUU no se ha pronunciado respecto a este grave incidente, ni ha reconocido o denunciado públicamente el carácter terrorista de ese ataque contra la Embajada cubana en su territorio. Tampoco ha compartido con las autoridades cubanas toda la información recopilada sobre el mismo.
El peligro que representa la ausencia de pronunciamientos enérgicos frente a estos hechos se ha hecho evidente cuando, tras el atentado terrorista contra la Misión Diplomática de Cuba en Washington, se han producido amenazas contra la integridad de diplomáticos y Embajadas cubanas en los propios Estados Unidos, así como en México, Costa Rica, Antigua y Barbuda, Canadá, Chipre, Austria y Angola, todo lo cual se ha informado a los respectivos gobiernos.
Con independencia de las divergencias entre Cuba y Estados Unidos, de sobra conocidas, el Gobierno de Cuba ha reiterado su disposición de avanzar en la colaboración bilateral con ese país, en el combate contra el terrorismo y en los esfuerzos conjuntos de aplicación y cumplimiento de la ley.
Dicha voluntad de cooperación se basa en la postura consistente defendida por Cuba de profundo rechazo y condena a todos los actos, métodos y prácticas terroristas, en todas sus formas y manifestaciones por quien quiera, contra quien quiera y donde quiera que se cometan, sean cuales fueren sus motivaciones, incluidos aquellos casos en los que hay Estados directa o indirectamente involucrados.
Cuba continuará exhortando a Estados Unidos y a los países genuinamente comprometidos con los esfuerzos mundiales contra el terrorismo a alzar su voz en contra de actos, como el perpetrado contra la Embajada cubana en Washington DC.
No condenarlo, equivale al silencio cómplice y la tolerancia, los cuales, en un mundo interconectado, como el que vivimos, nos pone a todos frente a un peligro de consecuencias incalculables.