Fragmento del discurso de Carlos Fernández de Cossío, Director General de Estados Unidos del MinRex , en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”

Evento: "Las relaciones Cuba-Estados Unidos: las Elecciones de Medio Término y la Administración de Donald Trump" (CIPI)

Un evento como este brinda la oportunidad de verlos a ustedes acercarse con honestidad a los factores que influyen en la relación bilateral entre Cuba y los Estados Unidos. Permite despejar la bruma de la propaganda y escuchar el juicio reflexivo de personas que con rigor y sinceridad intelectual procuran explicar la esencia de un vínculo tan conflictivo.
Se reúnen aquí anualmente verdaderos especialistas en la materia. Algunos han dedicado largos años e incluso décadas al esfuerzo, debatiendo muchas veces desde posiciones ideológicas distantes unas de otras. Muchos lo han hecho con un compromiso ostensible a favor de la idea de que es posible alcanzar la convivencia pacífica y respetuosa entre nuestros dos países, a pesar de las diferencias existentes.
A nombre del Ministerio de Relaciones Exteriores, los saludo a todos.
Cualquier observador puede constatar que los vínculos bilaterales entre Cuba y los Estados Unidos marchan hacia un mayor deterioro. La orientación que oficialmente le ha querido dar el actual gobierno en Washington, se dirige en ese rumbo. Los pasos que da, los pronunciamientos que emite y los funcionarios que designa en puestos clave son todos indicadores de ese propósito.
El bloqueo económico se ha recrudecido en áreas específicas, especialmente en el sector financiero. Se ha ido consolidando como el factor definitorio de la relación bilateral. Junto a los programas de subversión política, respaldados por decenas de millones de dólares del presupuesto federal de los Estados Unidos, plantea el desafío más retador para cualquier perspectiva de mejoramiento en el mediano plazo.
Sobreviven las relaciones diplomáticas formales, con la existencia de Embajadas y canales oficiales de comunicación, lo que no se puede subvalorar. También perdura cierta dosis de cooperación bilateral en temas de mutuo interés, pero muy por debajo de lo que es posible y de lo que es necesario.
Los temas en los que más intercambio y más resultados hemos tenido en el último año son los relacionados con la cooperación en materia migratoria y en el área de aplicación y cumplimiento de la ley, a la que se dedica un panel en estos días.
En materia migratoria, Cuba viene cumpliendo al pie de la letra sus obligaciones con los acuerdos firmados y está convencida de que con los compromisos ya asumidos, si se cumplieran bien, nuestros países pudieran garantizar con resultados mejores el objetivo de una migración regular y segura.
Desafortunadamente, no observamos igual grado de responsabilidad de parte de los Estados Unidos. Vemos en su comportamiento incumplimientos injustificados de obligaciones asumidas El importante compromiso de otorgar un mínimo de 20 mil visas al año, fue incumplido en el último año fiscal.
En cuanto a la aplicación y el cumplimiento de la ley, en el último año ha habido hechos de cooperación sin precedentes entre nuestros dos países, lo que constituye demostración de lo que es posible lograr.
Se han dado varios casos de entregas a las autoridades de los Estados Unidos de prófugos de la justicia sobre los que pesan órdenes de captura. Se enjuició en Cuba y se sancionó con años de cárcel a un individuo cubano, autor de un crimen de sangre en los Estados Unidos, para cuyo procesamiento judicial se contó con la cooperación activa y presencial de las fuerzas del orden y la justicia de los Estados Unidos. Se trabaja en función de otros casos similares.
Ha habido intercambio de información sobre temas sensibles e importantes, incluyendo traslado de información en tiempo real.
Lo cierto es que Cuba, con su estabilidad política, económica y social, y con su fortaleza institucional en la aplicación y el cumplimiento de la ley, representa un baluarte que contribuye a la protección y la seguridad regional incluyendo de la frontera sur de los Estados Unidos en lo que refiere al crimen organizado, el narcotráfico, el tráfico de personas, el contrabando de distinto tipo, la actividad criminal en su conjunto y el terrorismo.
Otras áreas de cooperación que aún persisten con actividades concretas, como agricultura, salud, educación, medio ambiente, ciencia y tecnología, muestran crecientes señales de falta d ausencia apoyo del gobierno de Estados Unidos . Todas se desenvuelven muy por debajo de su potencial real.
Lo que resulta perturbador es que se detectan con creciente evidencia intenciones de fabricar o manipular acontecimientos para generar situaciones de crisis, algunas de ellas de peligroso largo alcance. Me referiré a varios ejemplos.
El más notorio, es el de los supuestos incidentes de salud reportados por diplomáticos de los Estados Unidos en Cuba.
Se utilizó ese pretexto para expulsar sin justificación alguna a varios de nuestros diplomáticos de la Embajada de Cuba en los Estados Unidos, para reducir unilateralmente la presencia de personal diplomático estadounidense en La Habana, incluido el dedicado a la actividad consular, y para dejar de prestar servicios consulares, con el correspondiente perjuicio a decenas de miles de ciudadanos cubanos que dependen de esos servicios.
Hace dos días, como paso adicional y con el mismo pretexto, el gobierno estadounidense anunció el cierre permanente de su oficina de servicios de inmigración y ciudadanía, la que, en términos prácticos, llevaba más de un año cerrada.
Se aprovechó también el hecho para emitir alertas de viaje contra nuestro país, para reducir o dificultar los intercambios bilaterales y para lanzar una campaña de calumnias contra el cumplimiento riguroso por parte de Cuba de nuestras obligaciones con la Convención de Viena y la protección y garantía a la seguridad de los diplomáticos de cualquier país en el nuestro.
Es importante recalcar los hechos. Tan pronto se nos comunicó la primera noticia por parte del entonces Encargado de Negocios, el gobierno cubano la asumió con extrema seriedad. Movilizó al personal de alta calificación requerido para determinar la veracidad y el origen de lo planteado, y propuso al gobierno de los Estados Unidos cooperar en la búsqueda de respuesta.
Sin embargo, el manejo del tema por parte del Departamento de Estado ha tenido desde su inicio un enfoque acusador.
Debo enfatizar que, a pesar de las declaraciones públicas de funcionarios del gobierno estadounidense, de su uso irresponsable y calumnioso del término “ataques” y de versiones tendenciosas publicadas por la prensa, la verdad es que hasta el día de hoy, no hay siquiera evidencias ni explicaciones apegadas a la ciencia que confirmen la existencia de hechos de salud motivados por la presencia en Cuba de diplomáticos de los Estados Unidos. Con esa conclusión coincidieron las agencias especializadas de los Estados Unidos con las que hemos podido intercambiar en un clima de cooperación y confianza. Funcionarios del Departamento de Estado nos han confirmado en intercambios oficiales que no tienen evidencias de ataque alguno.
No se trata de que dudemos de que funcionarios diplomáticos estadounidenses o sus familiares puedan haber sufrido dolencias que se detectaron durante su estancia en Cuba, lo que lamentaríamos y nos solidarizaríamos, pero ello no asegura que el origen de la dolencia se deba a la estancia de esos funcionarios en Cuba. No hay dato ni argumento que confirme si quiera que algo haya ocurrido en este país.
Sin acceso a los que reportaron las afecciones de salud, a sus historias clínicas, a la naturaleza real de los padecimientos, a los diagnósticos primarios, a las pruebas de laboratorio, de imágenes y otras, es difícil llegar a conclusiones y es irresponsable acusar a Cuba.
Por otro lado, las versiones sobre ataques sónicos, contaminación viral, daños cerebrales producidos por ondas micro, infra o ultra sónicas, que el Departamento de Estado ha manejado sin recato alguno, han quedado todas descartadas o cuestionadas por la comunidad científica, como lo han quedado las versiones aún más atrevidas sobre el uso de armas sónicas o armas de micro ondas.
El propio Secretario de Estado Michael Pompeo declaró en junio de este año y cito: “la naturaleza precisa de las lesiones sufridas por el personal afectado, y si existe una causa común para todos los casos, aún no se ha establecido”.
Se trata de un asunto extremadamente sensible. Nuestro gobierno entiende y comparte la preocupación que pueda existir entre las personas que reportaron estar afectadas y entre las autoridades que velan por la seguridad de su personal en la Embajadas, específicamente el Departamento de Estado.
Lo que resulta sorprendente e irritante es la manipulación política y oportunista con que se abusa de un tema de tal significación, con acusaciones infundadas, falta de cooperación, ocultamiento de información y pobre disposición real a encontrar una respuesta creíble y definitiva sobre la base de la cooperación conjunta.
¿Qué razón puede explicar que el gobierno de Estados Unidos se niegue, desde el inicio, a cooperar en la búsqueda de respuesta sobre un tema que se presenta como de máxima prioridad?
¿Qué lo impide, cuando sobran los ejemplos de intercambio productivo y de buena fe, con resultados positivos, en áreas de gran sensibilidad?
¿Por qué el Departamento de Estado no escuchó la recomendación del FBI de pasar el tema del Centro de control de enfermedades de Atlanta, el que tiene experiencia de cooperación con Cuba?
Todo lo dicho y publicado hasta ahora descansa en versiones no confirmadas de lo que se dice reportaron varios diplomáticos, a cuyos testimonios no se tiene acceso directo, y en las hipótesis de un grupo limitado de médicos utilizados por el Departamento de Estado, las que han quedado seriamente cuestionadas por el método científico utilizado para llegar a ellas y por la manera en que desafían los diagnósticos conocidos sobre la materia.
En Cuba no se ataca ni se permite que nadie ataque a diplomático alguno de país alguno. No existe en lo absoluto y ni siquiera se conoce de la existencia en algún lugar del mundo de armas capaces de producir los efectos que varios funcionarios y expertos estadounidenses dicen estar reconociendo.
Puedo asegurar que no es Cuba.
En un área totalmente distinta, el Departamento de Estado decidió hace pocos meses manipular sin razón alguna un asunto corriente de la práctica diplomática bilateral. Notamos la preocupación creciente de nuestros interlocutores en los Estados Unidos por la supuesta negativa de Cuba a otorgar las visas que se necesitan para el funcionamiento de la Embajada estadounidense en La Habana. Se trata de las visas que requieren los diplomáticos de ambas Embajadas para poder cumplir sus funciones. Contrario a nuestro deseo, nos sentimos obligados a dar una explicación pública para evitar confusiones y demostrar que no es Cuba la responsable del problema.
Quien escuche con atención los pronunciamientos públicos del gobierno estadounidense referidos a Cuba, no podrá dudar de las intenciones desesperadas de una camarilla empeñada en avanzar con celeridad hacia un escenario de confrontación.
El pasado 1 de noviembre, el Asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca se refirió a Cuba con un lenguaje extremadamente agresivo e irrespetuoso. Mencionó la existencia de una “troika de la tiranía” y un “triángulo del terror” en nuestro hemisferio. Acusó a Cuba de cometer “ataques crueles” contra diplomáticos de los Estados Unidos y lanzó la advertencia de estarnos responsabilizando por los problemas de la región, específicamente de los asuntos internos de Venezuela y Nicaragua.
Se ha llegado a usar la mentira más despiadada cuando, en complicidad con la OEA, se alega que personal del gobierno cubano practica la tortura en países hermanos. No es Cuba quien tiene un record documentado con el ejercicio de la tortura, práctica que repudiamos de la manera más absoluta, ni es en Cuba donde altos funcionarios de gobierno aun defienden públicamente ese crimen oprobioso.
El propio Asesor de Seguridad Nacional amenazó también con impulsar la aplicación del Título III de la ley Helms-Burton, opción que hoy parece estar sobre la mesa. De concretarse esta intención, generaría miles de demandas ante el sistema judicial estadounidense en violación del Derecho Internacional; castigaría a quienes se sienten motivados y con derecho a establecer vínculos comerciales con Cuba, y agregaría obstáculos aparentemente insuperables para quienes defienden y aspiran a una relación más constructiva.
Todo esto ocurre en el período en que más estadounidenses y, sobre todo, más cubanoamericanos viajan a Cuba, en que más interés y contacto real se desarrolla entre nuestras sociedades respectivas. Sucede cuando en los Estados Unidos, desde el Congreso, desde autoridades regionales, desde sectores muy diversos se ratifican los sentimientos a favor de una relación constructiva.
No se trata de falta de comunicación, ni ausencia de canales de diálogo, pues estos existen oficialmente.
Tampoco se trata de falta de información sobre las preferencias de la mayoría de los estadounidenses o de los cubanos allí residentes. Hay suficientes datos estadísticos para argumentar que la voluntad de la mayoría, en ambos países, incluyendo los emigrados cubanos, es contraria al bloqueo económico y a favor de la normalización.
No se puede decir que carecemos de una agenda bilateral o de suficientes elementos con los cuales diseñarla.
No puede alegarse falta de conocimiento sobre la posición de Cuba, pues nuestro gobierno la ha trasladado oficial y públicamente de modo reiterado. El pasado 1 de noviembre el Ministro Bruno Rodríguez Parrilla expresó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas y cito:
“Tenemos disposición para la convivencia pacífica, dentro de las profundas diferencias que existen con el Gobierno de los Estados Unidos, basada en el respeto mutuo, la igualdad soberana y el beneficio de ambos pueblos”.
Cabe entonces, en un ejercicio de esta naturaleza, en que se profundiza el tema a la luz de las recientes elecciones de medio término en los Estados Unidos, que preguntemos a los expertos:
¿Por qué y cómo es posible actuar con tanto divorcio de la voluntad popular?
En Cuba, estamos actualmente enfrascados en el proceso de reforma de la Constitución,
ha convocado la atención y la motivación de todo el país durante los últimos meses, y que ha contado con la participación de miles de cubanos que viven en el extranjero. Es un ejercicio de gran envergadura, dirigido a acomodar nuestra carta magna al futuro que diseñamos democráticamente cuando en el año 2016 definimos la conceptualización del modelo de desarrollo socialista y la estrategia hacia el año 2030.
Les deseo éxito en las deliberaciones y aspiramos a seguir aprendiendo del aporte individual y conjunto de todos.

Foto: Johana Tablada de la Torre

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Relaciones Bilaterales