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Se fue el "maestro" de la diplomacia cubana y figura clave en las relaciones con Estados Unidos.
El 1 de mayo, Ricardo Alarcón, dos veces representante de Cuba ante las Naciones Unidas, presidente durante mucho tiempo de la Asamblea Nacional del país y artífice de las relaciones cubano-estadounidenses durante décadas, murió en La Habana a la edad de 84 años. Hablamos de él y de una entrevista de 1997 que nunca apareció en los medios búlgaros.
Kadrinka Kadrinova 2 de mayo de 2022
Ricardo Alarcón. Foto: havana-live.com
Muchos medios internacionales, especialmente cubanos y estadounidenses, dedican hoy extensos artículos a quien falleció el 1 de mayo en La Habana, a sólo 20 días de cumplir 85 años, el icónico "pilar" y "maestro" de la diplomacia cubana, Ricardo Alarcón Quesada. Representó a Cuba en la ONU en dos períodos clave (1966-1978 y 1990-1992), fue por poco tiempo ministro de Relaciones Exteriores, luego presidió la Asamblea Nacional de Cuba durante casi 20 años, y fue considerado la mayor autoridad en la construcción de las complejas relaciones cubano-estadounidenses a lo largo de décadas, contribuyendo a la resolución de numerosas crisis.
Tuve la suerte de conocer a Alarcón en persona: lo entrevisté en La Habana en 1997, cuando presidía el Parlamento cubano y era oficialmente la figura más importante en Cuba después del presidente Fidel Castro.
En ese momento, Cuba ya había superado su "Período Especial" más dramático: los años inmediatamente posteriores al colapso de la Unión Soviética y del antiguo campo socialista, cuando la “Isla de la Libertad” fue abandonada por sus antiguos socios. Sin petróleo soviético, sin mercados y sin ayuda del CAME, Cuba luchaba por la supervivencia... Muchos, entonces, no dudaron que Cuba "caería en cualquier momento". Pero Cuba no cayó. A pesar de privaciones severas en momentos en que había electricidad solo dos o tres horas al día, sin transporte público en La Habana por falta de combustible, cuando la gente caminaba kilómetros o montaba bicicletas para ir a trabajar, y se cultivaba para comer espinaca y cebolla en macetas en los balcones, o se asaban cáscaras de toronja con pimienta negra. A pesar de todo ésto, el pueblo cubano también resistió esta vez.
En paralelo, y con el objetivo de reactivar la economía cubana, comenzaron a aprobarse leyes que favorecían la inversión extranjera, poniendo énfasis en el desarrollo del turismo con la participación de inversionistas extranjeros. Pero siempre con una participación mayoritaria del Estado cubano. Y Cuba comenzó a estabilizarse, gracias en gran parte a un vivo interés en sus oportunidades turísticas de parte de grandes empresas en Canadá y también de la UE.
Los adversarios procedentes de organizaciones radicales de emigrados de Miami, por supuesto, contra-atacaron de inmediato, incitando a cometer frecuentes violaciones del espacio aéreo cubano con aviones pequeños, estimulando todo tipo de provocaciones y alentando a los cubanos a abandonar la isla y a emigrar ilegalmente a los Estados Unidos en botes y balsas. prometiéndoles que serían apoyados por la organización “Hermanos al Rescate”. Fue esa misma organización la que dirigió aviones hacia el espacio aéreo cubano, aparentemente, para evitar que muchas personas arriesgaran sus vidas en alta mar a bordo de peligrosas embarcaciones caseras.
Todo ello cuando seguían vigentes tres acuerdos migratorios firmados en 1984, 1994 y 1995 entre Estados Unidos y Cuba, y que mantienen su vigencia en la actualidad. Ricardo Alarcón participó directamente en la redacción y firma de esos acuerdos. Las actividades de “Hermanos al Rescate”, en realidad, estaban dirigidas a sabotear esos acuerdos, cometiendo actos que violaban gravemente el Derecho Internacional con constantes violaciones del espacio aéreo cubano. Finalmente, después de repetidas advertencias, el 24 de febrero de 1996, Cuba derribó dos aviones pertenecientes a dicha organización, lo que costó la vida a cuatro pilotos, todos ciudadanos estadounidenses de origen cubano.
Esta provocación sirvió de pretexto para que el entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, firmara un decreto el 12 de marzo de 1996, promulgando otra ley de sanciones anticubanas, aún más drástica. Se le conoce como la Ley Helms-Burton (llamada así por el senador y congresista que la presentó). Esta ley fue presentada y modificada en 1995. La ley impuso nuevas y duras sanciones a Cuba, golpeando a los inversionistas extranjeros interesados en acceder a la economía cubana. Debido al fuerte descontento provocado en Canadá y en la UE, Clinton suspendió la aplicación del Título III de esta ley; considero la disposición más férrea de la Helms-Burton. Esa suspensión fue renovada por todos los sucesivos presidentes estadounidenses a lo largo de los años. Sin embargo, en 2019, Donald Trump re-activó la aplicación del Título III; la disposición más restrictiva de la Helms-Burton, buscando "detener" a todos los socios extranjeros de Cuba y socavar su economía.
Ese 1996, cuando entró en vigor el paquete de sanciones contenido en la Ley Helms-Burton, fue un año difícil para Cuba. Al mismo tiempo, su principal socio europeo, España, cambió de gobierno.
En general, 1996 y 1997 fueron años de graves pruebas para Cuba, su diplomacia y su economía. Pero precisamente porque se trataba de Cuba, se movilizó también otro factor importante que siempre ha sido una fuerza especial de ese país: la solidaridad internacional. Fue en 1997 cuando la “Isla de la Libertad” organizó un evento internacional a gran escala, cuya celebración habría sido impensable en países mucho más ricos. Reviviendo la tradición de los Festivales Mundiales de la Juventud y los Estudiantes, que se suspendieron después de los cambios de 1989, La Habana fue sede del 14º Festival consecutivo de este tipo en agosto de 1997. En diez días, la ciudad acogió a más de 11 000 jóvenes y estudiantes de 131 países, la mayoría de los cuales pagaron su pasaje para reunirse bajo el cielo cubano con la tradicional consigna de solidaridad antiimperialista, paz y amistad.
Y lo más impresionante: los invitados fueron alojados en casas de familias cubanas, de gente común y corriente, para compartir la vida de los cubanos, sin maquillaje ni rodeos.
Por supuesto, cada una de estas familias recibió cupones adicionales de alimentos y bebidas para sus invitados. El cabeza de "mi familia de acogida”; una pareja de ancianos cuyo hijo vivía en Miami, estaba muy feliz de que yo no bebiera cerveza. Y las soberbias latas de cerveza Bucanero quedaron sólo para él…
Sí, debo agregar aquí que luego de mi primer viaje periodístico a Cuba allá por 1984, el XIV Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en 1997 fue el motivo de mi segunda visita a este país en un período ya mucho más diferente.
Por aquel entonces yo trabajada en el diario "24 horas". No podía soñar con un viaje editorial a Cuba! Pero la incansable “cubana búlgara” Teresita Capote, entonces Encargada de Negocios de la Embajada de Cuba en Bulgaria, organizó un concurso periodístico de publicaciones con temas cubanos. El ganador sería incluido en la delegación de jóvenes búlgaros que se preparan para partir hacia el Festival en la “Isla de la Libertad”. La delegación estaba formada, por supuesto, por representantes de las dos organizaciones de jóvenes socialistas existentes en ese momento en nuestro país. Gané el concurso y me incluyeron en el grupo, que incluía a otro periodista, del diario "Duma".
Un día contaré una historia aparte sobre nuestro viaje a Cuba en esa época, que fue toda una aventura. Teníamos algunos patrocinadores modestos, pero aún teníamos que buscar las vías más baratas para viajar. La aerolínea nacional cubana, Cubana, tenía programados vuelos chárter para los delegados europeos, pero salían de Roma. Para llegar allí, primero tomamos un tren a Budapest, donde hicimos transbordo a otro tren a Eslovenia, desde donde teníamos que llegar a Roma. Pero esto era en la época anterior a la adhesión de Bulgaria a la UE, y para entrar en Italia necesitábamos visas italianas. El cónsul italiano en Sofía había cometido un error técnico en nuestros visados. Así que en la ciudad eslovena de Cezana, en la frontera con Italia, nos bajaron del tren…
La próxima vez les contaré los detalles. Lo importante es que a pesar de todas las vicisitudes, logramos llegar a Roma, tomar el avión de "Cubana", y aterrizar en La Habana. Y allí nos sumergimos de inmediato en la auténtica realidad cubana (después del largo viaje tuvimos que esperar unas horas más para ducharnos, porque recién llegamos por la tarde y los tanques de agua se rellenan por la mañana - así que parte del delegación fue a darse un baño nocturno en la piscina cercana), pero todo en el ambiente único de solidaridad internacional con Cuba, que fue la principal energía de aquella fiesta.
Hubo coloridos desfiles internacionales por La Habana, conciertos y fiestas hasta la madrugada, conferencias y conversatorios en el Palacio de Congresos, encuentros con personalidades de Cuba y del mundo. Y hubo un exaltado mitin en la famosa escalinata de Universidad de La Habana donde Fidel Castro vino a hablar…
Entre los muchos eventos seleccionados por el grupo de periodistas tuvimos la oportunidad de conocer y entrevistar al Presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, Ricardo Alarcón.
La sala de reuniones no era grande. Éramos, quizás, una docena de personas. En honor a Bulgaria (o quizás más bien a Teresita Capote, que, por desgracia, ya no está entre nosotros…), ambos periodistas búlgaros estábamos entre los pocos invitados. Alarcón hizo una presentación general en la que describió de manera breve pero muy específica la situación actual de Cuba, incluyendo todos los daños adicionales que la Ley de sanciones estadounidense "Helms-Burton" pretendía infligirle al país.
Lo más interesante para todos los periodistas era entender cómo la “Isla de la Libertad” lograría continuar su propio camino de desarrollo en un ambiente tan hostil y si aquella apertura a la inversión extranjera en el turismo (todos vimos en La Habana el recién inaugurado nuevo hotel Meliá-Cohíba, construido por los españoles), en medio de los objetivos de la Helms-Burton, no sería algo así como un intento de Cuba de aplicar el "estilo chino" en su economía.
Alarcón habló en detalles sobre este tema. Explicó qué establecía exactamente la ley cubana sobre la inversión extranjera y resaltó que Cuba tenía su propio camino al Socialismo sin tener que copiar modelos extranjeros. Al mismo tiempo, subrayó que la economía debía ser flexible y buscar formas nuevas y más eficientes, dependiendo de las circunstancias en las que se encontrara el país.
Recuerdo que en las discusiones durante el Festival de la Juventud muchos delegados, especialmente representantes de movimientos y organizaciones revolucionarias latinoamericanas, se enzarzaron en feroces debates sobre si la Revolución cubana estaba traicionando sus ideales al introducir mecanismos de mercado en su economía y al atraer inversionistas extranjeros. Se expresó la preocupación de que la desigualdad también estaba comenzando a infiltrarse en la sociedad cubana: los trabajadores en empresas mixtas y en el turismo estaban siendo mejor pagados que otros trabajadores. Por supuesto, también le pregunté a Alarcón sobre eso.
Me miró muy serio y respondió: "¿Tenemos otra opción en medio de este brutal bloqueo estadounidense? La otra es morir heroicamente de hambre. Es mejor estar vivos y tener algo para apoyar nuestra atención médica y educación gratuitas. Nuestra gente lo entiende muy bien, se lo aseguro”.
Él estaba en lo correcto. Durante mis siguientes viajes a Cuba, en 2008, 2012, 2016, 2018 y 2019, vi un país mucho más desarrollado, avanzando con el modelo que se fijó entonces. Lo he descrito en todos mis artículos y publicaciones.
Pero mi entrevista con Alarcón en 1997, que trataba sobre esos primeros pasos de Cuba en esa nueva dirección, nunca vio la luz en Bulgaria. Cuando regresé de Cuba, le ofrecí publicar trabajos al Editor Jefe, en “24 horas”. Algunos de mis artículos vieron la luz. Uno de ellos fue un trabajo conjunto sobre el Festival de la Juventud y la delegación búlgara, y el otro fue una conversación con dos de los hijos del Che Guevara: con Aleidita y Camilo. Mi tercera sugerencia fue la entrevista con Alarcón. Pero un autoproclamado "monumento al periodismo búlgaro" lo desestimó diciendo: "Vamos, cubanos!". Y agregó: "Qué sabrán ellos? Bueno, yo me fui de "24 horas" después de esa notable conversación.
Hoy, en memoria de Alarcón, muchas de las principales publicaciones y agencias mundiales escriben con respeto. Reuters , uno de los favoritos del “monumento al periodismo búlgaro” del que les hable, calificó a Alarcón como "una de las personas más influyentes de Cuba" y "una figura clave en las relaciones cubano-estadounidenses". El País recuerda que Alarcón fue presidente del Consejo de Seguridad de la ONU en 1990 y 1991, y que fue por su iniciativa que se votó por primera vez la resolución de la Asamblea General de la ONU sobre el levantamiento del bloqueo estadounidense, que Cuba ha venido presentando desde entonces, y que anualmente cuenta con el apoyo de una abrumadora mayoría de la comunidad internacional. “Maestro de la diplomacia cubana”, así se refirió a él su alumna y figura destacada en las relaciones cubanoamericanas, Josefina Vidal, viceministra de Relaciones Exteriores de Cuba. “Gran patriota y brillante diplomático de la Revolución cubana, que la defendió con pasión y sólidos argumentos, despertando orgullo en nuestro pueblo”, dijo el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, al honrar la memoria de Ricardo Alarcón.
Rindo también mis respetos a la memoria de esta brillante persona con quien tuve la fortuna de comunicarme y que dejó una profunda huella en el destino de Cuba, un pequeño país con un lugar relevante en la Historia mundial, gracias al carácter de su gente y de sus hijos, como Alarcón.