Señor Presidente:
La implementación de la Declaración y el Plan de Acción, acordado en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y otras Formas conexas de Intolerancia, siguen siendo una deuda para las Naciones Unidas y su sistema de derechos humanos.
El racismo continúa entronizándose como rasgo distintivo de la vida política y social en muchos países, algunos de los cuales suelen emplear este consejo como aula de clases, para dar lecciones a otros, sobre democracia y derechos humanos.
Es hora de que la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y los mecanismos bajo la misma dejen de tratar estos temas de manera parcial y maniquea.
Puede una sociedad considerarse democrática cuando su sistema de justicia y aplicación de la ley siguen patrones raciales, cuando las comunidades negras, aborígenes o de otras etnias no tienen representación en la vida política y económica, o donde no tienen acceso a los procesos de toma de decisión y a los distintos niveles de gobierno y administración estatal?
Es tiempo ya de que las Naciones Unidas reconozcan que el colonialismo, el neocolonialismo, y el actual orden económico y político internacional, que dilapida las riquezas de la mayor parte del mundo están sustentados también sobre concepciones profundamente racistas y supremacistas.
Lamentablemente, algunos de los países cuya situación de derechos humanos es objeto de examen en el Consejo de Derechos Humanos son el resultado de ese propio sistema racista y de explotación y de sojuzgamiento de unas sociedades por otras.
Los actuales discursos de odio en la plataforma de partidos y líderes políticos, así como en las redes sociales son expresión de un pensamiento claramente antidemocrático.
Muchas gracias.
(Cubaminrex-Misión Permanente de Cuba ante los Organismos Internacionales con sede en Ginebra)