El 19 de mayo no es una fecha cualquiera en la historia de Cuba. Hace exactamente 130 años, en un paraje de la actual provincia de Granma, José Martí cayó en combate en Dos Ríos, sellando con su sangre la coherencia de una vida dedicada por entero a la libertad. Aquel día de 1895 se produjo el nacimiento simbólico de una figura que ya no pertenecía solo a su tiempo, sino a todos los tiempos de la patria.
Más allá del homenaje, este aniversario es también un llamado a repensar el legado martiano desde el presente. ¿Qué significa hoy “ser cultos para ser libres”? ¿Cómo se defiende la justicia en un mundo globalizado y profundamente desigual? Martí, que advirtió con lucidez sobre los peligros del imperialismo, sigue guiándonos ante los retos y desafíos del presente y el futuro de la patria.
Su escultura ecuestre frente a la Embajada de Estados Unidos recuerda sus palabras como un faro moral: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”. Y allí, su imagen permanece erguida, vigilante y firme.
A 130 años de su caída, José Martí no descansa en el bronce ni en los libros. Vive en la conciencia crítica de su pueblo. Vive en los niños que recitan sus versos sin saber que en ellos también va cifrada una ética de la vida. Vive en los que estudian, crean y luchan por una Cuba próspera, independiente y soberana. Martí no murió en Dos Ríos. Martí sigue andando.