El Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), es el órgano encargado, por la carta de la entidad mundial de naciones, de garantizar la estabilidad y la paz en un planeta que hoy ve amenazada la armonía y la concordia entre los países que lo pueblan, tras 73 años de existencia del organismo con asiento en Nueva York.
Rusia ocupa desde el pasado 1ro. de junio la presidencia rotatoria del más importante órgano de la ONU, cuya vocación pacifista ha estado sesgada por los intereses de las grandes potencias, que tienen el privilegio de ser miembros permanentes de esa institución y al propio tiempo el de vetar, por encima de una abrumadora mayoría, las resoluciones que allí se presentan. El mismo día de su asunción, el ente recibió la resolución presentada por Kuwait, que insta a la consideración de medidas para garantizar la seguridad y protección de los civiles palestinos y solicita un informe del Secretario General sobre un posible mecanismo de protección internacional.
Diez de los 15 miembros del Consejo la apoyaron, entre ellos tres permanentes, China, Rusia y Francia, cuatro se abstuvieron y Estados Unidos la hizo fenecer al hacer uso de su derecho al veto, anunciado desde el día anterior y en consonancia con su postura, pues se recoge que de las 81 resoluciones que ha vetado, 43 han sido sobre el tema relacionado con Israel. Es la segunda vez que su actual embajadora ante Naciones Unidas, Nikki Haley, levanta el brazo para respaldar a Israel. La anterior fue en diciembre pasado, cuando su país se quedó solo ante una Resolución que rechazaba la presencia de la embajada norteamericana en Jerusalén.
Esa del último mes del 2017 fue una franca violación de lo acordado en el Consejo. En aquel momento, el embajador sueco ante la ONU, Olof Skoog, recordó la resolución 2334, del 23 de diciembre del 2016, la cual destaca que el Consejo de Seguridad «no reconocerá ninguna modificación de las fronteras establecidas el 4 de junio de 1967» y entiende que «todo lo concerniente a Jerusalén debe ser convenido por las partes mediante negociaciones».
Pero si es MADE IN USA, las violaciones no son una rareza. El español Javier Jiménez Olmos, doctor en Paz y Seguridad Internacional, y autor del blog del mismo nombre, en un artículo titulado La Guerra de Irak, refiere que el 14 de febrero del 2003 el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no votó una resolución favorable a la invasión, a pesar de las presiones que hicieron sobre algunos miembros no permanentes del Consejo. Kofi Annan, entonces secretario general de la ONU, dijo: «la invasión fue un acto ilegal que contraviene la Carta de Naciones Unidas. La decisión de Washington de invadir Irak sin el respaldo del Consejo de Seguridad y sin mayor apoyo internacional, trajo dolorosas lecciones».
Parafraseando al poeta, Estados Unidos no mira a la ONU ni la escucha.
Rusia más las decisiones de la ex URSS, es la que más ha ejecutado la prerrogativa del veto, seguida de Estados Unidos. Cada uno tiene dos grandes periodos, el del gigante euroasiático en franca etapa de Guerra Fría, mientras el Polifemo de América fue exponencialmente mayor desde 1970 a 1991, cerrando el último tercio con alguna paridad, propio de un retorno a la Guerra Fría, o lo que es igual a más inseguridad internacional.
Desde febrero del 2009 existen negociaciones para reestructurar el Consejo de Seguridad. Precisamente el país presidente, en voz de su canciller Serguei Lavrov, en marzo de este año, afirmó que «lo más importante es aumentar la representación de países en desarrollo y estamos dispuestos a considerar cualquier opción. No creo que sea posible expandir el Consejo de Seguridad de la ONU si ese paquete no incluye el tema de la representación africana». Un mes antes, el 7 de febrero, Cuba abogó mediante su embajadora en la ONU, Anayansi Rodríguez, por una reforma genuina y profunda que convierta al Consejo en un órgano democrático, representativo, eficaz y transparente.
Urge sí, porque la paz garantiza el más sagrado derecho humano, el de la vida. En el propio hemiciclo de la Asamblea General de la ONU, nuestro Fidel se dejaba escuchar el 12 de octubre de 1979 con estas palabras: «Digamos adiós a las armas y consagrémonos civilizadamente a los problemas más agobiantes de nuestra era. Esa es la responsabilidad y el deber más sagrado de todos los estadistas del mundo. Esa es, además, la premisa indispensable de la supervivencia humana».