Santiago de Cuba.–A medida que el sol iba retratándola en la escultura que la consagra como Madre de la Patria y Madre Ceiba, Mariana Grajales Cuello recibía ante el monumento funerario que guarda sus restos en el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, el homenaje por el aniversario 126 de su desaparición física.
«Es el tributo –diría Rosmery Santiesteban Lago, segunda secretaria de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en la nación– que todos, y en especial las mujeres, estamos obligados a rendirle por su ejemplo para nuestras familias, por sus valores, por el legado de patriotismo más necesario que nunca frente a la arremetida del imperio».
Además de la ofrenda floral colocada al pie de su tumba en nombre de su pueblo, mujeres, hombres y jóvenes estudiantes depositaron flores, que se unieron al rosal que crece abonado por tierra del Majaguabo, donde envió a 12 de sus hijos, y se unieron ella y su esposo, para la contienda libertadora.
De su grandeza escribió José Martí: «¿No fue sangrándole los pies, por aquellas veredas detrás de la camilla de su hijo moribundo, hecha de ramas de árbol? ¡Y si alguno temblaba, cuando iba a venirle al frente el enemigo de su país, veía a la madre de Maceo con su pañuelo a la cabeza, y se le acababa el temblor!».
«Con su pañuelo de anciana a la cabeza, con los ojos de madre amorosa para el cubano desconocido, con fuerza inextinguible, en la mirada y en el rostro todo, cuando se habla de las glorias de ayer, y de las esperanzas de hoy…», logró así verla Martí, en Kingston, Jamaica, poco antes de morir el 27 de noviembre de 1893.
Treinta años después la Patria acogió sus restos, convertidos en símbolo, para en justo homenaje compartir el lugar que merece con el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, Martí y el invicto Comandante en Jefe Fidel Castro, en el altar de los fundadores de la nación.
Fuente: Periódico Granma.