A propósito de la Jornada por la Cultura cubana: El Habano, una obra de arte colectiva.

Por: Javier Dómokos Ruiz, Embajador de Cuba en Marruecos

El mes de octubre marca dos fechas importantes dentro de la historia de Cuba: el inicio de las Guerras de Independencia y la Jornada por la Cultura Nacional. La historia sería mucho más larga e interesante de contar. Sin embargo, conviene recordar en pocas palabras que el 10 de octubre de 1868 marca el inicio de las guerras contra la colonización española, con el primer llamamiento lanzado por Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua.

El 18 de octubre de 1868 se inició la toma de la ciudad de Bayamo por parte del Ejército Libertador, y el día 20 a las 23:00 horas las autoridades españolas firmaron su rendición.

Entre gritos de alegría por la victoria, la multitud repetía una y otra vez una conocida melodía. Muchos de los manifestantes exigieron la letra. Perucho Figueredo luego cruzó las piernas en la silla de su caballo y comenzó a escribir la letra de la música que había compuesto un año antes. Así nació el Himno Nacional de Cuba.

En este hermoso día 20 de octubre de 1868, la música, la poesía, el arte y la rebelión se unieron. Cultura y Nación. Un momento histórico en Bayamo, la ciudad que luego prefirió ser incendiada antes que entregada al enemigo. El Himno Nacional de Cuba es una expresión directa de nuestra cubanía, y en sus palabras contiene muchas de nuestras esencias.

En memoria de este hecho, el 20 de octubre fue declarado Día de la Cultura Cubana. Cuba celebra hoy su cubanía (que no es lo mismo que cubanidad). Es una celebración que va más allá de aplaudir haber nacido en una isla, rodeados de mar, sino que celebramos nuestra identidad, nuestros valores y nuestra universalidad.

Y es precisamente el Habano, la parte más universalmente conocida de esta “cubanía”. Él forma parte de nuestra cultura e identidad nacionales. Los historiadores aseguran que cuando llegaron los colonos españoles, los nativos ya estaban acostumbrados a fumar buen tabaco el cual asociaban con sus ritos y ceremonias religiosas.

Luego, con la colonización, los españoles introdujeron el Habano en Europa y fue allí donde comenzó la historia de su universalización hasta nuestros días. Han pasado muchas cosas desde entonces, pero no hay duda de que el tabaco cubano es reconocido como el mejor del mundo por los fumadores más exigentes.

Si fumar es un placer para el cubano, entonces es un acto tan importante que lo incluye en su religión y en sus manifestaciones artísticas. La economía y la sociedad cubanas se desarrollaron a medida que el tabaco ganaba popularidad y prestigio en todo el mundo.

Más que una línea económica, el tabaco representa un arte con manifestaciones en la arquitectura, el diseño, las expresiones religiosas y en general en la vida de las personas.

Si visitamos una fábrica de tabacos, podemos ser testigos de una tradición única en el mundo: “las lecturas de tabaquería”. Hacer un buen Habano solo es posible con manos expertas. Es un trabajo duro que requiere horas de estar sentado para realizar una acción repetitiva. Por ello, los cubanos encontraron la manera de suavizar las largas jornadas laborales gracias a un lector en vivo.

La tradición de leer en voz alta en las fábricas de tabaco comenzó a mediados del siglo XIX. Obras de Victor Hugo como “Los miserables” o “El conde de Montecristo” de Alexandre Dumas han sido leídas en numerosas ocasiones.

Cuando a los torcedores les gusta la obra que está leyendo el lector, le agradecen golpeando su banco de trabajo con la "Chaveta" (una especie de cuchillo que usan para cortar la hoja de tabaco y también para enrollarla), y cuando no, tiran la herramienta al suelo mostrando así el desinterés del texto que ha elegido.

Esta tradición fue declarada por la UNESCO como patrimonio cultural de la nación, en noviembre de 2012, debido a los valores tradicionales originales que conserva hasta el día de hoy.

Cada Habano tiene unas características muy específicas que lo definen: los anillos que rodean el puro, llamados “Vitolas”, y las etiquetas que adornan las cajas. En principio, estos representan la garantía de la calidad del producto y adornan el tabaco. De hecho, es por dos razones que los productores se han visto presionados a utilizar litografías en sus tabacos: para protegerlos de la falsificación y para decorarlos.

Los cubanos se enorgullecen de la belleza de las litografías, que a menudo representan costumbres locales y, a veces, inspiración extranjera. Se han convertido en íconos culturales cubanos, reconocibles como algo autóctono y típico de Cuba.

Más de 500 años de historia pesan mucho en la cultura de un pueblo y el Habano sigue siendo uno de nuestros productos más emblemáticos en el mercado internacional.

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