Raúl Roa García, magisterio y combate.

A 40 años de su deceso el 6 de julio de 1982, todavía vive en la memoria de sus contemporáneos y de nacidos después, cubanos y latinoamericanos, el batallar del llamado Canciller de la Dignidad, Raúl Roa García, en defensa de la Revolución Cubana en las tribunas de la ONU y el mundo.

Roa falleció en La Habana, su ciudad natal, tras haber cumplido una fecunda existencia como combatiente revolucionario, estudiantil y luego profesor de la Universidad de La Habana, y como intelectual militante y diplomático vinculado a las causas más justas y progresistas, con el ideario marxista-leninista y martiano.

El calificativo de marras lo definió todavía en vida y en pleno ejercicio de sus responsabilidades como Ministro de Relaciones Exteriores. Hacía justicia al modo vertical y valiente con que respondía a los ataques y mentiras emitidos por personeros estadounidenses y sus acólitos contra Cuba.

Desde muy joven Roa se distinguió por su personalidad brillante. Y en la diplomacia pudiera decirse que sentó cátedra, con un estilo muy directo, convincente y desbordante que robaba inmediatamente la atención de los auditorios.

No tenía deslices. Inquieto y lenguaraz, el Canciller era además siempre culto y de verbo afilado, ingenioso y aderezado por su humor criollo, mordaz muchas veces, sin que nada ni nadie lo acallara cuando de la defensa de la Revolución Cubana y de la soberanía de la Patria se trataba. Esto le hizo ganar una creciente admiración entre varios de sus colegas extranjeros.

El hoy legendario diplomático vio la luz el 18 de abril de 1907, en tiempos muy difíciles e inciertos pues la potencia norteña había vuelto a intervenir y ocupar el país, amparada por la Enmienda Platt impuesta a la Constitución de la república subordinada a sus intereses desde 1902.

Procedía de una familia de gran tradición patriótica, que en la etapa de las luchas independentistas dio una contribución combativa.

En consecuencia, desde joven se puso al servicio de las luchas por la justicia social, con devoción, entusiasmo y gran fervor. También lo distinguía desde entonces su gran sentido del humor, su irreverencia, ánimo siempre juvenil y afán descomunal por la adquisición del conocimiento humanístico. Con tales ingredientes se hizo una personalidad sobresaliente, de ideología transformadora y revolucionaria.

Entonces no por casualidad llegó a la teoría del marxismo-leninismo, lo cual le permitió convertirse en un combatiente de primera línea y anti imperialista, que en 1959 fue designado para representar a Cuba dentro de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Roa entró desde el primer día a los foros de la OEA sin ocultar su desconfianza ante el prontuario de esa institución, que no tardó en calificar más adelante como Ministerio de Colonias. Cuánta razón había y hay todavía en esa aseveración –definición esencial, mejor dicho-. Quién lo duda.

Hoy como ayer, nada ha cambiado, la razón de ser de ese ente apunta a servir a los intereses de la dominación imperial, nunca a la justicia social y soberanía de los pueblos.

De modo que un sinfín de planes abyectos, hostiles y agresivos han emanado de sus sentinas desde entonces contra Cuba y otras naciones hermanas decididas a ser soberanas.

Por eso la mayor de las Antillas abandonó sus foros en tiempos de Roa, para no regresar jamás.

Siempre será necesario para los cubanos, diplomáticos, intelectuales o no, volver a Roa García no solo como homenaje merecido a su persona, sino a su vez como deber leal con nuestra historia.

El ministro o profesor que muchos conocieron en su madurez como escritor, político, diplomático e incombustible polemista, nunca dudó en participar en marchas y mítines de protesta siendo todavía adolescente y joven estudiante, en la lucha contra el tirano Gerardo Machado, en los años posteriores al 1930.

Algo más sobre su inquieta juventud. Tuvo el privilegio de ser uno de los fundadores del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) y asistió en punta a sus movilizaciones, pero abandonó esa organización más tarde por divergencias ideológicas, para fundar con Gabriel Barceló, Pablo de la Torriente Brau y otros el Ala Izquierda Estudiantil (AIE).

Graduado de doctor en Derecho en 1935, en ese año publicó Bufa subversiva, compilación de su obra más relevante hasta ese momento. Ya en 1940 obtuvo una cátedra en la capitalina Universidad.

En la también llamada casa de altos estudios había un ambiente que no agradaba para nada a Roa, cuando fungió allí como profesor. Se trataba de la práctica humillante del llamado “bonche” y el pandillerismo, algo contrario a la ética del joven, quien se dedicó a combatirlos con su verbo agudo y siempre valiente.

El primer tomo de Historia de las Doctrinas Sociales, de su autoría, fue publicado en 1949 y a este lo siguieron otras dos recopilaciones de sus trabajos en 1950 y 1953.

En la etapa de los 50, durante la dictadura batistiana, se incorpora de manera militante a la Resistencia Cívica, un movimiento con presupuestos éticos y morales muy cercanos a la organización del Movimiento 26 de Julio.

Mantenía su accionar político a la par que el intelectual. Por ello escribió nuevas obras como En pie (1959), más tarde Retorno a la alborada (1964), La Revolución del 30 se fue a bolina (1968) y El fuego de la semilla en el surco (1981), entre otras muestras de su creación fecunda.

Después de su nombramiento como embajador ante la OEA, en diciembre de 1959 fue designado Ministro de Relaciones Exteriores. Luego, siendo representante de Cuba ante la ONU, escribió igualmente otra página de honor en su ejecutoria de persona fuera de serie.

Su estreno como Canciller fue inolvidable, pues dio en la ocasión una merecida respuesta a una nota prepotente e irrespetuosa del embajador estadounidense.

Puntualizamos que el sobrenombre de Canciller de la Dignidad lo recibió a partir de una reunión de la OEA realizada en Costa Rica, en 1960. Cuando se convenció de que los justos reclamos de Cuba nunca iban a ser atendidos, se levantó y dijo que se iba con su pueblo, y junto a ellos también se marchaban los pueblos del continente.

Fue memorable la contundente respuesta al jefe de la delegación norteamericana, Adlai Stevenson, durante los días de la invasión a Playa Girón. El caso es que Roa dejó literalmente atónito al sujeto al desmontar con hechos verídicos su arsenal de mentiras, y así denunció ante el orbe que la agresión mercenaria había sido organizada y entrenada por la CIA.

Mucha tela por donde cortar, y sobre todo aprendizaje, nos ofrece la vida de combate de nuestro Raúl Roa García, siempre recordado y respetado.

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