Resulta imprescindible reconocer el valor del trabajo del profesor e historiador italiano radicado en Estados Unidos, Piero Gleijeses, cuya obra ha contribuido a esclarecer con rigor y honestidad el papel de Cuba en la política internacional, especialmente durante los años más intensos de la Guerra Fría.
Gleijeses es profesor de política exterior estadounidense en la Escuela Paul H. Nitze de Estudios Internacionales Avanzados (SAIS) de la Universidad Johns Hopkins. En su libro Conflicting Missions: Havana, Washington, and Africa, 1959–1976, documenta con una seriedad académica incuestionable la participación de Cuba en África, particularmente en Angola, Mozambique y otros escenarios donde nuestros médicos, maestros y combatientes internacionalistas se sumaron a las luchas anticoloniales de los pueblos africanos. Su investigación desmonta mitos y tergiversaciones construidas por décadas desde centros de poder interesados en reducir la política exterior cubana a los estrechos marcos de la confrontación Este-Oeste.
A través de fuentes desclasificadas, entrevistas y testimonios de protagonistas directos, Gleijeses demuestra que la intervención cubana en África no respondió a órdenes externas ni a ambiciones geoestratégicas, sino al profundo compromiso ético y político de la Revolución Cubana con las causas de los oprimidos. Fidel Castro, en su liderazgo, concibió esa solidaridad no como una dádiva, sino como un deber revolucionario y profundamente humano.
Frente a quienes han pretendido minimizar o distorsionar nuestro papel en la historia, la investigación de Gleijeses ofrece una mirada matizada, bien documentada y profundamente respetuosa, que reivindica la coherencia entre los principios proclamados por Cuba y su actuar internacional.
Retornamos Gleijeses hoy, 18 de julio, Día Internacional de Nelson Mandela y 107 Aniversario del Natalicio de este líder africano imprescindible y no por simple coincidencia. En un artículo publicado en el periódico cubano Granma, el 13 de mayo de 2003, el profesor declara:
“Lo que dice Misiones en conflicto es estrictamente la verdad pero es una verdad que le duele a muchísimos aquí y es muy lindo –sobre todo en un momento tan triste en que la arrogancia imperial de los Estados Unidos parece no tener límites– que a través de mi libro se oiga la voz de Mandela: ¿Qué país tiene una historia de mayor altruismo que la que Cuba, encabezada por Fidel Castro, puso de manifiesto en sus relaciones con África?”
Fidel y Mandela: una amistad sellada por la dignididad
Cuando Nelson Mandela fue liberado en 1990, tras 27 años de prisión, el mundo celebró el fin de una de las injusticias más infames del siglo XX. Pero en medio de esa ovación global, Mandela reservó un reconocimiento especial para un amigo: Fidel Castro, el líder de la Revolución Cubana.
Aquella amistad no nació de gestos diplomáticos ni de cálculos estratégicos. En los años más oscuros del apartheid sudafricano, cuando muchos gobiernos poderosos aún cortejaban al régimen racista de Pretoria, Cuba apostó su sangre y su destino por la libertad de África.
Desde mediados de los años 70, Cuba envió decenas de miles de combatientes internacionalistas y médicos a Angola, en apoyo al Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), que enfrentaba tanto a fuerzas internas como a la invasión del ejército sudafricano. Fue una de las expresiones más audaces del internacionalismo cubano. Y fue también un punto de quiebre histórico.
La victoria en la batalla de Cuito Cuanavale, en 1988 —considerada por Mandela como “el punto de inflexión en la lucha para liberar a nuestro continente y a nuestro pueblo del azote del apartheid”—, no solo obligó a Sudáfrica a retirarse de Angola. También precipitó el fin de su ocupación de Namibia, y empujó a la élite blanca sudafricana a sentarse a negociar el desmantelamiento del régimen segregacionista.
Por eso, cuando Mandela salió de prisión, uno de los primeros viajes internacionales que quiso hacer fue a Cuba. En julio de 1991, bajo una lluvia de abrazos y aplausos en La Habana, Mandela habló con el alma y Fidel lo abrazó como a un hermano. Fue un encuentro entre dos gigantes de la historia, pero también entre dos hombres que creían en la justicia más allá de las fronteras, que entendían el poder del ejemplo y del sacrificio.
El respeto fue siempre mutuo. Mandela, incluso como presidente de Sudáfrica, defendió a Cuba frente a las críticas de Occidente. Se negó a aceptar que la amistad de su pueblo estuviera condicionada por la presión de los poderosos. Fidel, por su parte, admiraba la dignidad inquebrantable del líder sudafricano y su capacidad de convertir el sufrimiento en reconciliación.
Más que una anécdota histórica o un gesto político, la amistad entre Fidel y Mandela es un símbolo.
En declaraciones durante una conferencia de prensa conjunta con el entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, en Ciudad del Cabo, Sudáfrica el 27 de marzo de 1998, Madiba expresó sobre el líder histórico cubano:
Fidel Castro es uno de mis grandes amigos. Me encuentro orgulloso de encontrarme entre aquellos que apoyan el derecho de los cubanos a elegir su propio destino. Las sanciones que castigan a los cubanos por haber elegido la autodeterminación se oponen al orden mundial que queremos instaurar. Los cubanos nos facilitaron tanto recursos como instrucción para luchar y ganar. Soy un hombre leal y jamás olvidaré que, en los momentos más sombríos de nuestra patria, en la lucha contra el apartheid, Fidel Castro estuvo a nuestro lado.