Un diálogo de verdades: el encuentro entre el embajador cubano y el profesor Robert E. Bartholomew.

Wellington, 27 de abril de 2025 - La tarde era lluviosa y cargada de expectación cuando el embajador de Cuba, Luis Ernesto Morejón Rodríguez, se reunió con el profesor Robert E. Bartholomew en un café de Auckland. El académico, conocido por su labor como sociólogo y experto en enfermedades psicogénicas, llegaba con un ejemplar de su obra más reciente bajo el brazo: Havana Syndrome: Mass Psychogenic Illness and the Real Story Behind the Embassy Mystery and Hysteria.

El intercambio fue cordial, pero cargado de la intensidad que solo acompaña a aquellos encuentros donde la historia reciente pesa sobre cada palabra. Desde agosto de 2017, los medios de comunicación han relatado episodios en los que diplomáticos estadounidenses y canadienses en La Habana denunciaron síntomas físicos alarmantes: daño cerebral, mareos, confusión. Las descripciones alimentaron una narrativa de ataque que escaló hasta afectar las relaciones diplomáticas entre naciones.

Bartholomew, sin embargo, propone en su libro una interpretación radicalmente distinta. Basándose en un exhaustivo análisis histórico y científico, sostiene que el "Síndrome de La Habana" es, en realidad, un caso clásico de enfermedad psicógena de masas. Durante el encuentro, explicó que su investigación rastrea fenómenos similares a lo largo de los siglos: desde los pánicos provocados por ciertos sonidos en el siglo XVIII, hasta brotes contemporáneos de histeria colectiva, donde las creencias y el contexto social desencadenan síntomas reales en ausencia de una causa física externa.

El profesor describió cómo, a lo largo de once capítulos, su libro expone no solo los eventos en Cuba, sino también decenas de ejemplos históricos de condiciones psicosomáticas, incluso explorando teorías sobre el papel de los insectos en estos fenómenos. Subrayó, además, que para él este caso no es únicamente un asunto científico, sino también una cuestión de justicia con la verdad y de lucha contra la manipulación política.

La presencia de un embajador cubano en esta conversación no era trivial: Bartholomew reconocía que su trabajo también desafiaba estereotipos y percepciones internacionales sobre Cuba, mostrando cómo, en medio de tensiones políticas, la sugestión puede ser tan poderosa como cualquier arma.

El encuentro cerró con un apretón de manos firme y una promesa de seguir dialogando. En tiempos donde la desinformación viaja rápido y las narrativas oficiales se solidifican con facilidad, aquel diálogo fue un recordatorio de que la búsqueda de la verdad —basada en el rigor histórico y científico— sigue siendo un acto de valentía.

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