Por Angel Villa Hernández
Aunque algunos se aventuren a renegar vehementemente de la globalización, los seres humanos de diferentes latitudes convergen en tradiciones y modos de hacer semejantes, que cada vez les acercan más y más.
El 28 de septiembre, para los cubanos constituye un día de celebraciones en el barrio debido al surgimiento, en 1960, de los Comités de Defensa de la Revolución. En la víspera, como es tradición, se organiza la fiesta en cada cuadra, a partir de los aportes de los cederistas. El barrio se engalana, vibra la música –en unos lugares con más decibeles que en otros--, pero al final se festeja por la unidad y la defensa de la Revolución.
En otra geografía (Etiopia), como diría Alexis Schlachter, la víspera del 28 de septiembre también constituye un día de festejo, aunque por motivos religiosos: allí se celebra a la Cruz, que en idioma amárico se denomina Meskel, tradición emanada del descubrimiento de la verdadera cruz por la emperatriz romana Elena en el S IV n.e. En la noche del 27 de septiembre, se reúnen los vecinos en cada cuadra para degustar de comidas y bebidas aportadas por cada casa; también hay música y juntos queman una pira de madera y heno. La dirección del humo saliente indica si el año recién comenzado según el calendario etíope, será bueno o malo (nótese que el año nuevo se inició en Etiopia el 12 de septiembre, de acuerdo con el Calendario Juliano que aún prevalece para ellos). El barrio también se adorna y el 28 de septiembre tienen lugar multitudinarias y coloridas concentraciones públicas de los feligreses de la iglesia ortodoxa etíope para celebrar el Día de la Cruz.
Así se verifica, que por razones diferentes, cubanos y etíopes celebran el advenimiento del 28 de septiembre en el marco de la familia del barrio. Los cubanos que trabajan y residen en Etiopia asisten a una especie de “Meskel cederista”, al observar cómo la población local renueva sus tradiciones y entre ellos, se brinda por la Revolución.