A Miguel lo conocen porque es un excelente estomatólogo. Sabe de albañilería, mecánica, electromedicina… Y hubo un día en que le salvó la vida a un delfín.
Cada año, miles de extranjeros visitan las playas de Guardalavaca, uno de los principales destinos turísticos del país. Muchos se alejan de la nieve que cubre sus casas para reencontrarse con el sol de nuestro archipiélago.
Pero estos viajeros no solo buscan un clima cálido, algunos piensan en su salud como máxima. Lograr la plena satisfacción de estos pacientes es el objetivo que cumple Miguel Rodríguez Garrido en sus consultas estomatológicas.
Miguel nació y vive en Banes. Trabaja en la Clínica Internacional de Guardalavaca desde 1997. Atiende anualmente a más de 1 400 turistas. Domina el idioma inglés, el francés y elementos básicos del alemán. Su profesionalidad, más sus conocimientos sobre la cultura cubana y las peculiaridades de otros países, han convertido a este médico en uno de los más solicitados en el territorio.
–Por lo general, las personas les temen a las consultas con el dentista, ¿cómo maneja esta situación?
–La primera impresión de los pacientes debe ser acogedora. Nuestra sala de espera está decorada con cuadros de Cosme Proenza y Adrián Cuba, además de disponer de plantas ornamentales y muebles confortables.
«Cuento con dos compañeras excelentes: Nora y Magdalena, mis asistentes. Ellas son muy amables y profesionales, siempre están atentas a las necesidades de los pacientes».
–¿Cuáles son los tratamientos de mayor demanda?
–Las restauraciones dentales, la rehabilitación protésica, el blanqueamiento y la profilaxis (limpieza general de los dientes); este último, es el inicio de otros tratamientos, ya que los pacientes vienen en busca de embellecer sus dientes y, en ese instante, les detecto otros problemas que los soluciono durante su estancia.
–La provincia de Holguín se destaca por sus atenciones médicas a extranjeros drogodependientes, ¿cuál es su vinculación a este empeño?
–Debo resaltar la calidad de las comunidades terapéuticas: Villa Quinqué y Villa Cocal, lugares donde los equipos médicos ejercen con excelencia su profesión para rehabilitar a los pacientes.
«Luego, una vez que avanzan en su tratamiento, se preocupan por su apariencia física, que fue dañada por el uso de sustancias tóxicas y sus dentaduras sufrieron mucho. ¡Ese es mi momento de prestar ayuda! Algunas de estas personas me han dicho que, al ver sus dientes sanos, se sienten con deseos de volver a apostar por la vida».
– ¿Cómo es la anécdota del delfín…?
–Aquel día recibí una llamada del Acuario Bahía Naranjo. Me dijeron que un importante delfín mular, llamado Bía, tenía un trauma en su boca que le impedía comer. Fui a examinarlo. Después de una difícil captura por sus entrenadores, diagnostiqué que tenía dañados cinco de sus 98 dientes, los cuales se desplazaron con fractura de huesos.
«Según las características de la lesión, consideré que fue causada por un golpe fuerte, ocasionado por algún artefacto que confundió al capturar pescados o al realizar algún juego.
«Operé la zona afectada y tuve buenos resultados. Días más tarde, Bía volvió a realizar sus espectáculos, para alegrar a sus entrenadores y visitantes».
Miguel agradece a la odontología por darle la posibilidad de conocer a su mujer: la estomatóloga de su vida; por compartir juntos dos regalos: unos niños que nunca olvidan el cepillado dental. ¿Cómo podrían hacerlo?
Fuente: Periódico Granma.