Ellos son la esperanza del mundo.

Todos saben que no hay nada más importante que los niños y las niñas, pues, como dijera José Martí, ellos son la esperanza del mundo, y la esperanza se cuida para que mantenga su verde intenso. Y de optimismo este país, por fuerza, sabe demasiado.

El sol se levanta en el cielo felicísimo. Un gallo canta su alegría a lo lejos, con las consabidas respuestas de otros gallos. Los zunzunes revolotean en la ventana de Pelusín del Monte, mientras el perro Gruñón y el gato Chilingo, desde su rincón casero, se preguntan qué sucede de raro esta mañana.

Doña Pirulina, la abuela del títere nacional, está parada en la puerta del cuarto de su nieto con un vaso de jugo de mango entre las manos, esperando que este despierte; pero Pelusín, remolón, no abre los ojos, pues sabe que el horario de las teleclases aún no comienza.

Bebita Turulata, su vecina, le envía un cohete de papel por encima de la cerca donde se enreda el coralillo rosado. En otro momento, Bebita hubiera ido con Gelasito Tirabeque y Tontolina Perendengue a despertar a Pelusín con una buena canturía; pero ella respeta el distanciamento social, en tanto exista la pandemia del coronavirus, y sabe que hay que dejar la juntamenta para otra ocasión. La abuela Pirula insiste: –¿Y este niño niñote no se va a levantar, mira que  la esbelta palma real llama a fiesta y los sinsontes están trinando un zapateo cubano? ¡Niñito, que estamos a 1ro. de junio!

Por la cabeza de Pelusín pasan todas las fechas importantes. Se levanta de un tirón. Le da un beso a la viejita más linda del batey, se toma de un solo sorbo el jugo de mango bizcochuelo, se pone la guayabera, se anuda al cuello el pañuelo que fue verde y ahora es rojo rojísimo, se calza su sombrero de yarey. Le da de comer al puerquito cebón, le echa maíz a la gallina pinta que tiene diez pollitos nuevos, caprichosamente azules, le pone yerba fresca a la vaca Pomposa, toma la guitarra que le regaló Dora Alonso, la escritora más querida por las niñas y niños de Cuba, se sube al techo, y canta su felicidad para todos:

¡Aún no ha llegado julio / aunque ya esté su fragancia, / porque es 1ro. de junio, / Día Mundial de la Infancia!

Y un montón de banderas cubanas se alzan optimistas en los techos de las casitas aledañas a Tres Ceibas, la finca donde vive Pelusín. Todos saben que no hay nada más importante que los niños y las niñas, pues, como dijera José Martí, ellos son la esperanza del mundo, y la esperanza se cuida para que mantenga su verde intenso. Y de optimismo este país, por fuerza, sabe demasiado.

Pelusín se ríe a carcajadas sin dejar de arrancarle acordes a su guitarra, y la risa clara y transparente halla su eco por toda la Isla, desde el Cabo de San Antonio a la Punta de Maisí.

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