71 UNGA/ Intervención de la Embajadora Ana Silvia Rodríguez Abascal, Representante Permanente Alterna de Cuba ante las Naciones Unidas en el Evento Especial de la AGNU en tributo al líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz.

Señor Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas,

Secretario General,

Excelencias,

Distinguidos delegados y delegadas,

Amigas y Amigos:

En nombre del Presidente Raúl Castro Ruz, del pueblo de Cuba y de su gobierno y de los familiares, trasladamos nuestro más  sentido agradecimiento por su asistencia a este evento conmemorativo especial dedicado a homenajear la vida y obra del Presidente de la República de Cuba por varias décadas y, por siempre, Comandante en Jefe de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz.

En particular quisiera agradecer su presencia al Presidente de la Asamblea General.

De igual forma, acogemos con  profunda gratitud todas las muestras de condolencias, solidaridad y apoyo que hemos recibido. Llegue especialmente nuestro reconocimiento a aquellos que viajaron a Cuba para acompañarnos en los momentos más tristes y a los que cruzaron el umbral de nuestra Misión para plasmar sus sentimientos en el Libro de Condolencias.

Ya en fecha tan temprana como 1960, en su primera comparecencia ante este organismo mundial, Fidel afirmaba: “Las guerras, desde el principio de la humanidad, han surgido, fundamentalmente, por una razón: el deseo de unos de despojar a otros de sus riquezas.  ¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desaparecido la filosofía de la guerra!   ¡Desaparezcan las colonias, desaparezca la explotación de los países por los monopolios, y entonces la humanidad habrá alcanzado una verdadera etapa de progreso!

Esta sala lo escuchó afirmar en el año 1979, como Presidente del Movimiento de Países no Alineados que “El ruido de las armas, del lenguaje amenazante, de la prepotencia en la escena internacional debe cesar. Basta ya de la ilusión de que los problemas del mundo se puedan resolver con armas nucleares. Las bombas podrán matar a los hambrientos, a los enfermos, a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia.”

Y cómo podrían olvidarse sus proféticas palabras en la Cumbre de Río de Janeiro en 1992, aún lejana la toma de conciencia sobre los efectos del cambio climático, cuando afirmó: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”.

En 1995, en este mismo recinto, afirmó que: “Queremos un mundo sin hegemonismos, sin armas nucleares, sin intervencionismos, sin racismo, sin odios nacionales ni religiosos, sin ultrajes a la soberanía de ningún país, con respeto a la independencia y la libre determinación de los pueblos, sin modelos universales que no consideran para nada las tradiciones y la cultura de todos los componentes de la humanidad, sin crueles bloqueos que matan a  hombres, mujeres y niños, jóvenes y ancianos, como bombas atómicas silenciosas.” Y añadió: “Queremos un mundo de paz, justicia y dignidad, en el que todos, sin excepción alguna, tengan derecho al bienestar y la vida”.

También lo escuchó, en el año 2000, cuando subrayó que: “Cualquiera comprende que el objetivo fundamental de las Naciones Unidas, en el siglo apremiante que comienza, es el de salvar al mundo no sólo de la guerra sino también del subdesarrollo, el hambre, las enfermedades, la pobreza y la destrucción de los medios naturales indispensables para la existencia humana. ¡Y debe hacerlo con premura antes de que sea demasiado tarde!

El sueño de alcanzar normas verdaderamente justas y racionales que rijan los destinos humanos, a muchos les parece imposible. ¡Nuestra convicción es que la lucha por lo imposible debe ser el lema de esta institución que hoy nos reúne”!

Señor Presidente:

Una vez más muchas gracias a todos por sus conmovedoras palabras y solidaridad.