La Habana, 20 de octubre de 2016.- Diversas demarcaciones en toda Cuba celebran hoy el día de la cultura, marcado por el aniversario 148 de la primera ocasión que se escuchó en plaza pública el himno nacional.
Sin embargo, anterior a esta fecha, son varias las jornadas que se dedican a celebrar la cultura nacional aprehendida como un amasijo de heredades tan diversas como las variaciones de un haz de luz que atraviesa un prisma
La propia insularidad ha sido, más que condición geográfica, la génesis de la cultura y la identidad nacionales, signadas desde la migración constante allende los mares y luego de sus propios hijos.
De las culturas aborígenes quedaron algunas de sus palabras, incluido el apelativo de la nación, que de a poco se mezclaron también con las prácticas de los españoles y los africanos.
La rumba pervivió entonces como el deseo profano de divertirse de los hombres y mujeres negros, al tiempo que la poesía dejaba los románticos palacios y jardines europeos para dejar sus versos en las costas irregulares y en los valles al interior de la isla antillana
Azuzados por las gestas de Latinoamérica, y por las tantas iniquidades que roían el espíritu insular, los cubanos finalmente se alzaron en armas el 10 de octubre de 1868, abalanzándose sin éxito sobre la demarcación de Yara, y días después, sobre Bayamo, también en el oriente del país, y que sí consiguieron libertar.
Poco más de un año antes, en medio de la actividad conspirativa, el abogado Pedro -Perucho- Figueredo era apremiado por sus conocimientos musicales para que compusiera un aria que, con el signo de La Marsellesa y la inspiración de la nueva nación y de la villa que la acogía, terminó nombrándose La Bayamesa.
De vuelta al 20 de octubre de 1868, y enardecidos por la liberación a manos de las huestes insurrectas, el pueblo exigió la letra al compositor, que recién hacía su entrada en la demarcación, y calcó las dos primeras estrofas que minutos después se transformaban en canto encendido.
Esa noche singular significó el reconocimiento colectivo de valores compartidos como resistencia y humanismo, creatividad e ingenio; de un carácter voluntarioso, obstinado, jubiloso y territorialmente universal.
Casi siglo y medio después, las jornadas de celebración devienen exaltación de un proceso en permanente construcción y transformación, y que alcanza dimensiones elocuentes, sobre todo desde el triunfo revolucionario de 1959.