Che, el comienzo de una nueva etapa

La llegada del Che a Bolivia marcó una nueva etapa revolucionaria en la que esta vez se involucraba con el país andino.

El 3 de noviembre de 1966 la ciudad de La Paz, Bolivia, disfrutaba de un bello día primaveral. Los mercados exhibían hermosos damascos, duraznos y ciruelas que se disputaban las amas de casa, entusiastas de las mermeladas. Pero el in­ternacionalista cubano Harry Villegas (Pombo) estaba to­talmente desapercibido del excelente clima. Desde el 28 de octubre, en que preparó el maletín del Che, solo le preocupaba la llegada de su jefe y el inicio de la insurrección popular armada en el país andino.

Por aquellos días La Paz tenía aspecto de ciudad provinciana, con apenas poco más de diez salas de cine y el mayor teatro de la nación. Enclavada en una imponente depresión a la que nombran La Hoyada, a 3 400 metros de altitud, rodeada de montañas, desde donde descienden tres ríos que arrastran barro y, en ocasiones, minúsculas partículas de oro, puede contemplarse a lo lejos el majestuoso monte Illimani.

Pombo todavía lo ignoraba pero ese día había descendido de una nave en el aeropuerto citadino el comerciante uruguayo Adolfo Mena González, quien portaba un pasaporte que lo acreditaba como oriundo de Montevideo, de 45 años de edad, y una credencial otorgada por la Dirección Nacional de Informaciones de la Presidencia de la República de Bolivia, que lo identificaba como un enviado especial de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuya presencia en el país se debía a la realización de un estudio sobre las relaciones económicas y sociales presentes en las zonas rurales.

Los funcionarios aduanales que le atendieron vieron ante sí a un individuo que no era muy alto, ni fornido ni delgado, de hombros encorvados y prominente calvicie. En su rostro, enmascarado tras espejuelos de gruesos lentes que supuestamente le permitían soportar una aguda miopía, sobresalían la dimensión de su nariz y el mentón. Nadie podía adivinar en él los rasgos que la célebre foto de Korda habían dado a conocer en todo el orbe.

Después de los trámites de rigor, el visitante marchó a registrarse en el hotel Copacabana, frente a María Auxiliadora y a pocos pasos de la Plaza del Estudiante, al final de El Prado, en pleno centro paceño. Esa noche Mbili (el internacionalista cubano José María Martínez Tamayo) le comunicó a Pom­bo y a Tuma (Carlos Coello, también cubano), que el Che ya se hallaba en Bolivia.

Se decidió que Ramón (seudónimo del Guerrillero Heroico) viajara en un primer yipi con Tuma y Pacho (el cubano Alberto Fernández Montes de Oca) a la finca de Ñacahuasú, a 100 metros del caudaloso río, la cual fuera adquirida por los revolucionarios bolivianos para que sirviera de sitio de concentración de los integrantes de la futura guerrilla. En un segundo yipi marcharían horas después Pom­­bo y Bigotes (el boliviano Jorge Vázquez Viaña).

A miles de kilómetros de allí, los cubanos Leonardo Tamayo (Urbano) e Israel Reyes (Braulio) no podían imaginar ante la fría temperatura existente en Checoslovaquia que en La Paz hubiera tan buen tiempo. Las horas de los últimos días habían pasado lentamente, en la espera del cable del Che que les autorizara a viajar desde el país centroeuropeo a Bolivia. Todo lo contrario de meses atrás, que transcurrieron tan rápidos mientras se entrenaban en la zona montañosa de Cayajabos (Pinar del Río), tras haber dado su disposición de luchar en cualquier parte del mundo donde hubiera una injusticia.

Allí practicaban constantemente el tiro. Caminaban mucho día y noche y sus espaldas alzaban mochilas con más de 80 libras de peso. Aunque desconocían el destino de la misión, los instructores les alertaban de su geografía difícil e inhóspita y que, por lo tanto, había que prepararse para lo peor. En cada parada, como ejercicio práctico, desarmaban y armaban la mochila, para así acostumbrarse a reaccionar con rapidez ante cualquier sorpresa.

En Bolivia, tras dos días de viaje agotador, ambos yipis se juntaron en el punto del cruce del Río Grande. Relata Pombo en su diario: «Después de buscar el ingreso del camino que conduce a la finca, nos detenemos en un remoto lugar en el poblado de Gutiérrez, donde Mongo (Che), mientras comíamos, se presenta a Bigotes y le informa de su decisión de venir a Bolivia, porque es el país con las mejores condiciones como base para la guerra de guerrillas en el continente».

El Guerrillero Heroico le explicó a Vázquez Viaña: «No podemos darnos el lujo de soñar con una revolución solo en Bolivia sin tener por lo menos una revolución en un país costero, en toda América Latina. Si eso no sucede, esta revolución será aplastada». Le aseguró además que vino para quedarse y que la única forma en que saldría del país sería muerto o abriéndose paso a tiros por la frontera.

Bigotes se mostró dispuesto a colaborar con el Che, independientemente de la postura que asumiera el Partido Comunista Boliviano, donde militaba. La dirigencia del PCB se mostraba vacilante, pero según explicó Vázquez Viaña, los más jóvenes, como Coco e Inti Peredo, eran partidarios de la lucha armada.

 

Horas después, al anochecer, Che abrió su agenda alemana y en la hoja correspondiente al 7 de noviembre, inició su diario con las siguientes palabras: «Hoy comienza una nueva etapa» (Granma).

Fuentes consultadas
Testimonios de Harry Villegas y Leonardo Tamayo, recogidos por los colegas Alicia Elizundia y José Mayo. Textos periodísticos de Roberto Varona Fleitas y Lupe Cajías.

Etiquetas
Categoría
Eventos