Buenos Aires, 14 de octubre de 2025. Silvio Rodríguez volvió a Buenos Aires después de siete años y construyó una noche mágica a base canciones, memoria y emociones
El cantautor cubano Silvio Rodríguez se presentó este sábado en el primero de sus shows en el Movistar Arena de Buenos Aires (continúa este domingo habrá un tercer show el 21 de este mes), convocando a un público ávido de canciones simbólicas y textos sociales que pintaron la realidad de América Latina durante las últimas cuatro décadas. Pero hubo mucho más que eso. Fue el encuentro de una gran familia que no se veía desde hacía siete años.
Acompañado por un grupo de eximios músicos, Silvio desgranó canciones nuevas junto a clásicos de su enorme repertorio (tiene compuestas y grabadas más de 600 canciones) ofreciendo un recital pleno de musicalidad y por supuesto, emociones a flor de piel.
Un poco de historia
En el frondoso árbol genealógico de la canción contemporánea americana la Nueva Trova ocupa sin dudas un lugar de mucha importancia. Esta corriente surgida en la isla de Cuba a fines de los 60’, y de la mano de la revolución encabezada por Fidel Castro en 1959, proponía una música con sabores del trovadorismo, el bolero y los sones más tradicionales de ese país. Pero los textos desnudaban conflictos sociales y denunciaban injusticias sufridas por obreros y trabajadores dentro de los sistemas sociales de corte capitalista.
Influenciados notoriamente por artistas estadounidenses como Woody Guthrie, Joan Báez y Bob Dylan, los integrantes de la Nueva Trova encontraron un lenguaje propio teñido tanto de protesta como de una poética romántica de alto vuelo. Al mismo tiempo comenzaba a tejerse (y extenderse) una red artística de características similares en los cuatro puntos cardinales del continente, que encontró tal vez un impulso mayor a partir del nefasto Plan Cóndor, en 1975.
Desde Chile llegaban los ecos de Violeta Parra y Víctor Jara. Perú hacía su aporte con Nicomedes Santa Cruz y Susana Baca poniendo el foco en el rescate de los valores afro-peruanos, México descollaba con Oscar Chávez y Amparo Ochoa. Brasil partía de su Movimiento Tropicalista para desarrollar un estilo de manifiesto más directo en la corriente MPB (Música Popular Brasilera) con obras monumentales como Construcción (Chico Buarque), Clube da Esquina (Milton Nascimento) o el primer álbum de Secos y Molhados, y desde Uruguay tronaban las denuncias de la mano de artistas como Daniel Viglietti, José “El Sabalero” Carbajal y Los Olimareños.
Por supuesto que Argentina no se quedaba atrás. En 1963 nacía el Movimiento del Nuevo Cancionero, encabezado por Oscar Matus, Armando Tejada Gómez y una jovencísima Mercedes Sosa, que se sumaba a voces más antiguas como las de Atahualpa Yupanqui, César Isella o Jorge Cafrune, entre muchos otros.
Dentro de este escenario de efervescencia ya a nivel mundial (recordemos el Mayo Francés de 1968 o el Movimiento Hippie como reacción a la guerra de Vietnam) dos prolíficos artistas cubanos salían a la palestra con sus valijas cargadas tanto de versos rebeldes como de historias de amores tiernos: Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Autores de bellísimas canciones emblemáticas que prácticamente dieron la vuelta al mundo y se convirtieron en clásicos, ellos fueron la cara visible de una época y un contexto fundamental y fundacional en la segunda mitad del Siglo XX.
Fuente: CubaDebate