El 26 de septiembre se celebra esta efeméride dedicada a tomar conciencia, educación y conocimientos públicos acerca de la amenaza que las armas nucleares representan para la humanidad. Se realizan diversas actividades con el objetivo de prohibirlas y eliminarlas de manera total.
Fue instituido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 2013, movilizando los esfuerzos internacionales para conseguir un mundo libre de armas nucleares.
Era el 6 de agosto de 1945, sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, un avión bombardero estadounidense Boeing b-29, bautizado Enola Gay, deja caer la bomba atómica «Little Boy». El artefacto hizo estallar una carga de 15 000 toneladas de tnt, que devastó un rango de 13 kilómetros cuadrados. Al menos 70 000 personas murieron ese mismo día, cifra que fue aumentando hasta más de 105 000 fallecidos por causa de la exposición a la radiación que sufrieron los sobrevivientes.
Tres días después –el 9 de agosto– la «hazaña» norteamericana tuvo como presa la ciudad de Nagasaki. La segunda bomba nuclear «Fat Man», lanzada por el avión b-29 «Bockscar», dejó de manera instantánea 120 000 muertos. Antes de finalizar 1945, ya la cifra de fallecidos en ambas ciudades se elevaba a 246 000.
Fijémonos bien. En ambos casos fue Estados Unidos el fabricante de las bombas, de cuyas industrias salieron los aviones que las llevaron hasta la lejana nación asiática. Fueron los causantes de la muerte de cientos de miles de seres humanos.
Se han cumplido 73 años de aquellos actos salvajes y todavía hoy no han sido castigados sus ejecutores; la humanidad no ha podido resolver el tema del desarme nuclear.
Abolir los arsenales nucleares sería el mayor regalo que las potencias con ese tipo de armas harían a la comunidad internacional y, en primer lugar, a los que deben dar continuidad a esa lucha incansable de la que se burlan los que amenazan con estallar nuevas ojivas sobre otros escenarios.
Durante las más de siete décadas de aquel genocidio nuclear, miles han sido los congresos, conferencias, reuniones de todo tipo que, ya sea en el marco de la onu o en los más disímiles escenarios, han debatido sobre este tema, o más bien, sobre la necesidad imperiosa del desarme nuclear.
Fidel Castro, el visionario político de los siglos xx y xxi, advirtió muchas veces sobre el peligro nuclear. Recurrió a citas de Albert Einstein, como aquella de que: «El poder desencadenado del átomo lo ha cambiado todo excepto nuestras formas de pensar, y es por ello que avanzamos sin rumbo hacia una catástrofe sin precedentes».
Y coincidió también el líder cubano con lo dicho por el legendario científico: «No sé qué armas se utilizarán en la Tercera Guerra Mundial, pero en la Cuarta Guerra Mundial usarán palos y piedras». Sabemos lo que quiso expresar, y tenía toda la razón, solo que no existirían ya quienes manejen los palos y las piedras, agregó Fidel el 15 de octubre del 2010.
Expresó también en esa ocasión: “Hoy existe un riesgo inminente de guerra con empleo de ese tipo de armas y no albergo la menor duda de que un ataque de Estados Unidos e Israel contra la República Islámica de Irán, se tornaría, inevitablemente, en un conflicto nuclear global.
Los pueblos están en el deber de exigir a los líderes políticos su derecho a vivir. Cuando la vida de su especie, de su pueblo y de sus seres más queridos corren semejante riesgo, nadie puede darse el lujo de ser indiferente, ni se puede perder un minuto en exigir el respeto a ese derecho; mañana sería demasiado tarde…”
En esa ocasión concluyó:…”Tengamos el valor de proclamar que todas las armas nucleares o convencionales, todo lo que sirva para hacer guerra, deben desaparecer…”
Cuba frente a las armas nucleares:
El Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares fue suscrito por el ministro cubano de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, el 20 de septiembre del 2017, junto a representantes de otros 41 Estados.
Hasta ese momento, Cuba había sido el quinto país en ratificar el convenio. Sin embargo, solo podía entrar en vigor una vez que 50 naciones hubiesen completado sus procesos nacionales de ratificación.
En febrero del 2018, la representante permanente cubana ante la onu, Anayansi Rodríguez, depositó el Instrumento de Ratificación de ese tratado en una ceremonia oficial. Cuba se ponía a la vanguardia en el rechazo a esas tecnologías bélicas, cuyo uso podría conllevar al fin de la especie humana.