Intervención de Ana Teresita Gonzàlez Fraga, viceministra de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, en el Consejo Político Extraordinario del ALBA-TCP. Managua, Nicaragua, 14 de noviembre de 2019.

Compañero Denis Moncada, ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua

Compañeros cancilleres y jefes de delegaciones de los demás estados miembros del ALBA-TCP

Nos reunimos en este Consejo Político del ALBA-TCP cuando Estados Unidos incrementa la agresividad y la injerencia en los asuntos internos de nuestros países.

El arsenal completo de acciones descarnadas de guerra no convencional se ha desplegado con toda su fuerza y se aplica día y noche.

Son palpables los intentos por transformar a la América Latina y el Caribe de una Zona de Paz en un área de influencia y control de los Estados Unidos, subordinada a sus intereses, casi siempre bañados en sangre

Los modelos neoliberales se han venido actualizando unas veces de forma abierta y otras de forma solapada mientras aumentan la desigualdad, la pobreza y los índices de violencia y criminalidad en nuestra región. Los pueblos lo han advertido.
Tras el golpe de Estado en Bolivia, tras cada ruptura del orden constitucional, tras cada gobierno despótico, tras todas las tiranías, está, invariablemente, la mano del gobierno de Estados Unidos, empeñado en restablecer a cualquier precio el imperio de la Doctrina Monroe sobre los pueblos de Nuestra América.

Los que aquí estamos y los que no son parte del ALBA, pero sí de  nuestra región, conocemos perfectamente que en nombre de esa doctrina se ha invadido países, impuesto cruentas dictaduras, desatado bloqueos genocidas, han sido asesinadas o desaparecidas cientos de miles de personas, se limitaron la independencia, la soberanía y la libre determinación de nuestras naciones, y se destrozaron nuestras economías y postergó nuestro desarrollo.

El golpe de Estado en Bolivia es expresión de esa ofensiva brutal que hoy combina, además, cruentas medidas económicas, políticas y diplomáticas con una guerra mediática sin cuartel, fundada en acusaciones falsas y calumnias despreciables, las cuales sirven, además, para judicializar a líderes y organizaciones políticas.

Nuestra Alianza, fundada por Chávez y Fidel para fomentar la solidaridad, la cooperación y la complementación entre nuestros países, tiene la obligación de condenar enérgicamente el golpe de Estado contra el Presidente constitucional de Bolivia, nuestro entrañable hermano Evo Morales Ayma.

A Evo, que lideró un verdadero Proceso de Cambio en su país, que devolvió la esperanza a los pueblos originarios excluidos y postergados por más de cinco siglos de saqueo y explotación, y que fue solidario como pocos con todos nosotros, le debemos hoy nuestro más irrestricto apoyo y solidaridad.
Todo lo que se diga acerca de lo acontecido en Bolivia debe ser para denunciar y desenmascarar a los golpistas que no solo desconocieron los resultados de las elecciones, sino los nobles y desinteresados esfuerzos del presidente Evo por mantener la paz social en su país.

Además del papel conductor de Estados Unidos en el zarpazo, hay que denunciar a una oposición mercenaria, antidemocrática, violenta y racista, que anunció con antelación que desconocería los resultados electorales y enarboló como bandera el odio contra los pueblos originarios y pisoteó su dignidad y sus símbolos sagrados.

Incendiaron y saquearon casas de dirigentes de movimientos sociales, de miembros del gobierno, legisladores y líderes originarios, sembrando el terror para impedir la movilización popular en defensa del gobierno constitucional depuesto.
Los líderes e integrantes del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) han sido sometidos a una cacería política y a una brutal represión por parte de grupos paramilitares, causando numerosos muertos, heridos y lesionados. Ni las mujeres ni los niños han sido excluidos de la barbarie.

Mientras morían bolivianos; mientras se destrozaban propiedades, allanaban y saqueaban viviendas de líderes indígenas y del MAS; mientras se apresaba a funcionarios públicos; mientras se difamaba y perseguía a Evo Morales; mientras se ignoraba el llamado del Canciller de México de respetar la inviolabilidad de las sedes diplomáticas extranjeras, fue evidente el escandaloso silencio de la  Organización de Estados Americanos y de su indigno Secretario General.

Por eso hay que denunciar con todas las fuerzas a la impresentable OEA, que nuevamente se desnuda como lo que siempre ha sido: brazo ejecutor de la política y las decisiones estadounidenses, instrumento de su doctrina Monroe. Su conducta, en esta ocasión, sienta graves y peligrosos precedentes que alertan de su mala fe.

La OEA es responsable principal del ataque a la institucionalidad boliviana, del desconocimiento grosero a la voluntad del pueblo boliviano que había ratificado en las urnas el apoyo a su presidente Evo en las elecciones generales del 20 de octubre. Con su informe sesgado, manipulador y confuso, publicitado al margen de los acuerdos firmados con el gobierno boliviano, la OEA contribuyó al caos. Su acción nefasta fue la orden que esperaban los grupos más violentos para atacar.

Pero si fue grave esa conducta, peor fue la actitud asumida después de consumado el golpe. Los flamantes defensores del orden democrático y las libertades, en especial ese personaje podrido que dirige a la OEA, no solo no condenaron la ruptura constitucional, ni la violencia y terror desenfrenados, sino que se han atrevido a apoyar la legitimación de dichas acciones.

Compañeros:

El golpe no fue solo contra Evo y contra la Bolivia plurinacional, bolivariana, digna. Ha sido un asalto a todos los pueblos originarios de Nuestra América, a sus campesinos, obreros y organizaciones sociales y populares que vieron en la experiencia boliviana un camino para conquistar sus intereses y alcanzar las tantas veces prometida inclusión política y social.
Nadie puede ocultar que aquella Bolivia que a fines del siglo XX era uno de los estados más pobres del planeta, junto con la sufrida hermana Haití, se convirtió, de la mano de Evo Morales en uno de los países que más avanzó en nuestra región en materia de crecimiento económico y, sobre todo, de justicia social a partir de la distribución más equilibrada de las riquezas de ese país.

Sus políticas incluyeron la recuperación de los recursos naturales, la estabilización y desarrollo de la agricultura y la industria pública y privada, el crecimiento de las inversiones del Estado, del capital nacional y extranjero, así como la implementación de medidas redistributivas de los ingresos expresadas, por ejemplo, en una política salarial encomiable.
Fue Evo quien recuperó los hidrocarburos para el pueblo boliviano mediante su nacionalización e inteligentes contratos de explotación que permitieron que los ingresos crecieran siete veces durante sus años de mandato.
 
Gracias a las decisiones de ese líder indígena sabio, revolucionario y de una conducta moral intachable, creció en un 5 por ciento promedio anual el PIB, aumentó el gasto público, disminuyó a la mitad la tasa de pobreza y progresó sustancialmente el consumo de los hogares bolivianos en armonía con la defensa y protección de la Madre Tierra, que Evo, como nadie, nos enseñó a amar y cuidar.

Compañeros:

Los acontecimientos en Bolivia demuestran que el imperialismo, las oligarquías nacionales y la OEA no toleran gobiernos independientes y soberanos en Nuestra América; mucho menos si están comprometidos con las amplias mayorías siempre excluidas, y que sean capaces de defender verdaderos intereses populares por encima de las minorías explotadoras y excluyentes.

La destrucción de la democracia boliviana y el retorno de ese país al empobrecedor cepo neoliberal es una afrenta a Nuestra América y una amenaza muy grave a la paz y la estabilidad en la región.

Debemos defender a Evo, a su revolución cultural, a la democracia y al pueblo boliviano. Urge hacer valer el Derecho Internacional y los postulados de la Proclama de la América Latina y el Caribe como Zona de Paz. Es impostergable alzar la voz y oponernos con nuestra unidad y concertación más amplias en foros regionales y multilaterales a todo intento de legitimar u olvidar lo ocurrido.

Unidos somos más, llamó nuestro Presidente hace unas semanas desde La Habana.

Unidos somos más, repetimos hoy aquí. Ese es el único modo de que se cumpla la profecía de Tupac Katari de volver siendo millones.

¡Ayaya Bolivia! ¡Ayaya Evo!

Muchas gracias

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